Silenciosa escalada de enfrentamiento narco al borde de La Teja

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Barrio La Teja. Foto: Archivo El País.
Recorrida por el barrio La Teja de la Ciudad de Montevideo, ND 20220428, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

AL MENOS CINCO MUERTOS

Dos proveedores se disputan violentamente unas pocas manzanas de “la zona del caño”, a orillas del Pantanoso; van al menos cinco muertos y varios heridos desde noviembre.

"Vino, cigarros, cerveza, golosinas, refrescos”. Las letras escritas en gris sobre un cartón grueso color blanco anuncian un nuevo almacén en la llamada “zona del caño”, cerca de La Cachimba del Piojo, donde La Teja encuentra su final en el arroyo Pantanoso. Pero no es una buena noticia. En una zona donde los almacenes informales surgen de a uno por cuadra como forma de combatir la falta de trabajo, las bocas de droga se disfrazan para camuflarse a la vista de los curiosos. No para los locatarios: todos saben qué se vende allí en realidad y quién es el dueño del próspero nuevo negocio.

El cartel apareció esta semana en la fachada de una casa abandonada en Real y Zubillaga. Al día siguiente la vivienda se pudo ver pintada, arreglada. Las ganancias de la jornada ya habían permitido el lujo de la prolijidad.

A las 10 de la mañana el aire se respira espeso en la “zona del caño”. Dos mujeres fuman pasta base en una esquina. En otra, un hombre está “tirado” en la vereda. Mientras, algunos vecinos hacen sus mandados y algún padre lleva a su hijo al jardín. No parece una imagen lejana a lo que se ve, por ejemplo, en el Centro de Montevideo, salvo por los “perros” fácilmente detectables que vigilan celosos el movimiento en las esquinas cercanas a las bocas disfrazadas de almacenes.

La presencia de un par de extraños que dan vueltas en un auto desconocido hace que en cuestión de minutos todos ellos desaparezcan. Pero no se van. Siguen observando detrás de algún muro, inquietos y atentos.

En estas manzanas de La Teja aún hay algunas casas de material o ladrillos con flores, cerámicas y rejas, propios de una época que ya no es. Las calles son de hormigón, hay alumbrado público y pasa el camión recolector de basura. Sin embargo, los dueños de las calles son, desde hace años, los proveedores de droga y su personal de confianza.

Los movimientos de los narcos suceden con relativa normalidad en un barrio acostumbrado a convivir con las bocas, pero esto cambió en los últimos meses. No es lo mismo la venta de droga que los enfrentamientos a tiros, las balas perdidas, los fusiles a la vista, los cadáveres en las calles y la amenaza latente de que en cualquier momento los dos capos que se disputan el negocio en esas pocas cuadras “se la van a dar”.

Navidad sangrienta

Hasta noviembre, dos proveedores se distribuían pacíficamente el mercado en esta pequeña zona, que abarca no más de 20 manzanas. Les llamaremos Enzo y Omar. Enzo, que no llega a los 30 años y se mueve en un auto de alta gama, vendía al borde del Pantanoso y en la zona de la Cachimba del Piojo, hasta la calle José Castro. Omar, unos años mayor e hijo de la dueña de un almacén regular, distribuía desde esa calle hacia arriba. Las casas de ambos están a solo tres cuadras de distancia, pero coexistían sin mayor roce.

El conflicto comienza, según una de las fuentes, porque la banda de Enzo intenta matar a la pareja de Omar. Otras fuentes ubican el inicio de la tensión en la inauguración de una boca de Enzo en la zona de Omar. Como sea, el trasfondo es una ofensiva de Enzo que se traduce en varios tiroteos en casas entre noviembre y diciembre. Cuentan que un vecino, cuya vivienda confundieron con una boca, debió abandonar el barrio.

Barrio La Teja. Foto: Archivo El País.
Barrio La Teja. Foto: Archivo El País.

El 24 de diciembre amaneció con olor a guerra en la “zona del caño”. Enzo salió con su hija pequeña en su auto lujoso y lo tirotearon, pero no le dieron. Los otros respondieron. Se aparecieron en el almacén de su competencia preparados para arrasar. Lograron alcanzar a Omar con una bala en el brazo. Uno de sus laderos, de 21 años, corrió pero igual le dieron y murió más tarde en el policlínico del Cerro. Hay quienes sostienen que el joven “no tenía nada que ver”.

La violencia no terminó ahí. Sicarios de Omar salieron en busca de venganza y subieron a un taxi en el que solían distribuir droga. Interceptaron a dos hombres que iban en moto y, desde el taxi, los balearon. Uno de ellos, de 27 años, era sicario y mano derecha de Enzo, y falleció en el lugar; el otro fue herido. El muerto, apodado “Bolso”, era primo de “Ricardito”, el medio hermano de “Betito” Suárez. En el sitio hallaron 60 casquillos.

Las noticias dieron cuenta de estas muertes como parte de una “Navidad sangrienta” con un total de cinco homicidios. El País informó que detrás del “doble crimen” de La Teja había un enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes, pero poco más se supo.

Las dos muertes (confirmadas) dejaron instalado un clima de tensión y circuló la advertencia de que habría segunda parte el 31 de noche. Pero, dicen los que saben, los golpes nunca se anuncian. Fin de año transcurrió en la zona con fuerte presencia policial y sin tiros.

Pascua del terror

Los hechos forzaron a Omar, herido, y a su pareja a dejar el barrio por unos días durante enero.

En su ausencia, Enzo avanzó. Fue creciendo en “sucursales” por fuera de lo que había sido delimitado en el acuerdo inicial. Además, se hizo más notorio el apoyo, desde el Penal de Libertad, de “Ricardito” Cáceres.

A fines de enero el cadáver de una mujer apareció dentro de un tanque de ácido cerca de la cachimba. Era familiar de Omar. Dicen que se metió en donde no debía, y que no había nadie para protegerla.

Enzo se fortaleció, pero Omar seguía en carrera y en febrero regresó. Durante ese mes y el siguiente se hizo habitual sentir tiros a diario, sobre todo de noche. Los más veteranos empezaron a temer por las balas perdidas. La “normalidad” se había tornado muy riesgosa.

El lunes previo a Semana Santa asesinaron a Joana, una mujer de 26 años que había trabajado para Omar, pero que antes de morir había tenido acercamientos a Enzo. No está claro cuál de los grupos la mató, pero sí hay consenso en que “habló de más”. Lo cierto es que la acribillaron de tarde, en la calle, a una cuadra del almacén de Omar. Le dieron 14 tiros y aparecieron 30 casquillos.

El barrio empezó a palpitar un nerviosismo mayor. Tres días después, se apareció un viejo conocido con un arsenal que pertenecía a otro hombre fuerte de la zona. Cuando en estas guerras hay uno debilitado -Omar- asoman “terceros”. Cuentan que ese jueves 7 de abril el hombre que llevaba las armas quiso guardarlas en la casa de una señora que al principio se resistió y después, obviamente amenazada, aceptó.

Algún vecino que vio la escena comentó a otro, y así comenzó a circular que ese día, a las 15 horas, habría “guerra”. Incluso lo avisaron en un grupo de Whatsapp de alerta. La gente se encerró. La Policía patrulló, y al final ese día no pasó nada.

Pero pasó otro día.

Fue el sábado. Hubo un enfrentamiento feroz entre ambas bandas del que poco se sabe. Apenas que murió “un perrito” de Omar al que llamaban “Pelado”. Dicen que en los días siguientes hubo más muertos que ni fueron identificados. La violencia exacerbada instaló, también, una sensación de desborde traducida en cierta indiferencia ante los caídos.

Pasos en silencio

A pesar de tener “recursos” y “apoyo” desde Villa Española, Omar finalmente acusó el golpe de Enzo y el poderío de “Ricardito” detrás.

En este marco volvió a escena el nombre de un narco veterano que antes abastecía la zona. Estuvo preso, salió y volvió al barrio. Su peso es innegable, aunque hay quienes consideran que no pretende competir en este negocio y que ahora se dedica esencialmente a las armas. Allí, en la “zona del caño”, en la desesperación por conseguir droga ofrecen a solo $ 3.000 pistolas robadas que cuestan más de $ 30.000.

La Policía está alerta. Fuentes de investigaciones aseguraron que los enfrentamientos ocurridos están a estudio y que en esta etapa es mejor no hablar. En estricto silencio trabajan también las fiscalías especializadas en Estupefacientes, en coordinación con las de Homicidios. Hay un hombre imputado y hubo allanamientos (ver más aparte).

Ayer el barrio amaneció inusualmente tranquilo y, según una de las fuentes, los compradores de Omar dicen que se fue, que ya no funciona su boca. Que perdió la guerra. “Estaba visto”, comentan. Nadie canta victoria.

Falsa calma

La “zona del caño” (llamada así por un caño colector que atraviesa la zona) se encuentra al borde de La Teja, contra el arroyo Pantanoso y cerca de la Cachimba del Piojo. Aunque se ubica a solo cinco cuadras de Carlos María Ramírez, algunas de sus calles atestiguan la decadencia. Cuanto mas cerca del arroyo, más crítico se ve. Hace años que los vecinos del barrio sufren la proliferación del negocio de la droga y la violencia que acarrea la competencia. De mañana se percibe una falsa calma. De tarde, cuando baja el sol, es “tierra de nadie”.

Hay un imputado por uno de los muertos

En la madrugada del 25 de diciembre murieron dos personas en La Teja y otras dos resultaron heridas. Una de las escenas involucró a un taxi desde el cual se efectuaron varios disparos a una moto en la que viajaban dos personas. Una murió y la otra resultó herida. En el sitio hallaron 60 cápsulas de una pistola 9 milímetros y se logró incautar solo un arma, pero los policías estiman que hubo más. El taxi recibió varios impactos de bala.

Según informó El Observador, el 31 de diciembre la fiscal de Homicidios Adriana Edelman logró la imputación de uno de los implicados en el ataque a uno de los heridos en los incidentes. Al imputado se le tipificó el delito de homicidio en grado de tentativa. La Justicia dispuso prisión preventiva para el hombre por 180 días, que aún se están cumpliendo.

Consultada por El País, Edelman dijo que la investigación en torno a todo lo ocurrido en la madrugada de Navidad en esa zona de La Teja sigue en curso. Afirmó que se dispusieron distintas averiguaciones y allanamientos. Se excusó de dar más información por encontrarse con mucho trabajo.

En tanto, la fiscal especializada en Estupefacientes, Stella Llorente, señaló que tiene una investigación en curso que “podría estar relacionada” con los enfrentamientos.

Un hombre mató a una mujer que iba a robar

 Un hombre de 78 años mató a una mujer de 55 en La Teja en la madrugada del domingo pasado. Varios medios informaron que, de acuerdo a la versión primaria, el hombre escuchó ruidos en el patio de su casa, ubicada justo en la zona de disputa por venta de droga. Según su declaración, percibió que alguien estaba intentando abrir la puerta principal de su casa y, como consecuencia, disparó un tiro con un arma de su propiedad, que impactó en la mujer que falleció en el lugar. El hombre, que no tiene antecedentes penales, también expresó que había sido víctima de varios hurtos antes y que había advertido a varias personas “que no volvieran a robarle”.

La fallecida, que vivía en la zona, tenía un antecedente por hurto. En el barrio la conocían como “Nona”. En el marco de la escalada de enfrentamientos entre bandas de narcos allí, en un principio se consideró que su muerte podía ser parte de la trama de ajustes de cuentas. Según las fuentes consultadas, la mujer estaba relacionada con uno de los proveedores de droga del barrio. Sin embargo, hasta el momento no se ha logrado vincular el hecho con la situación.

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