EMPEZÓ A MILITAR A LOS 20 AÑOS
Libreta y lapicera en mano, Abt llegaba al municipio cada mañana luego de su rutina diaria de natación en el Biguá, sediento de asuntos por resolver.
El temporal venció dos árboles que cayeron sobre un cable de luz que atraviesa la cuadra. El peligro es evidente, y un vecino llama sin éxito al teléfono de la intendencia para que alguien vaya a mitigarlo. Intenta discando al municipio CH, pero tampoco le atienden. Cansado, algo enojado, escribe en Twitter y arroba a Andrés Abt, que le contesta enseguida. La solución llega al rato. De la camioneta municipal se baja el propio Abt.
Así encaraba su tarea el alcalde del municipio CH, quien tras luchar contra elCOVID-19 durante 15 días, murió este viernes dejando un tendal de lágrimas, elogios y recuerdos.
Libreta y lapicera en mano, Abt llegaba al municipio cada mañana luego de su rutina diaria de natación en el Biguá, sediento de asuntos por resolver. De las reuniones anotaba tareas pendientes; de las charlas con los vecinos, apuntaba pedidos y reclamos. Luego iba con los papeles a las personas indicadas, indicaba pasos a seguir, y continuaba en la búsqueda. En la calle caminaba levantando basura. Organizaba brigadas nocturnas de funcionarios, a veces incluso administrativos, para despejar contenedores desbordados. Tenía como costumbre ir él mismo a los lugares e involucrarse, y repetir como un mantra que había que estar “cerca de la gente”.
Andrés Abt “hizo toda la carrera de honores”, dice el senador Gustavo Penadés, presidente de la Lista 71 a la que siempre perteneció Abt: comenzó a militar a los 20 años, enseguida se volvió un dirigente juvenil destacado, presidió la juventud de Montevideo del Partido Nacional entre 1996 y 1998, luego fue edil suplente, más tarde concejal vecinal del que fuera centro comunal de Pocitos. Continuó como diputado suplente de Jaime Trobo entre 2004 y 2009, y de Ana Lía Piñeyrúa entre 2010 y 2014.
En 2014 también fue electo diputado suplente, esta vez de Gloria Rodríguez. Pero no estaba contento. Llamó a su amiga y compañera de militancia Ximena Portillo, y le dijo: “Quiero ser candidato a alcalde”.
La tarea legislativa no lo seducía. En cambio, sus allegados lo habían visto apasionarse al dibujar en una servilleta el croquis de una plaza. “A él le alucinaba eso: poder hacer cosas de impacto directo en beneficio de la gente”, dice Portillo.
Penadés aún recuerda cuando Abt “pidió la oportunidad” de pelear la alcaldía que abarca Pocitos, Punta Carretas y Parque Batlle. “Dijo desde un principio que iba a ganar el CH. Muchos creían que no. Yo siempre le tuve una gran confianza, producto de esa mezcla de optimismo, inconsciencia y capacidad que tenía”, cuenta.
Efectivamente, ganó. Y con margen. Recuerda el diputado Juan Martín Rodríguez, otro entrañable compañero desde su juventud, que Abt logró unos 9 mil votos y eso le valió dos lugares en el concejo. “El municipio fue un propulsor para su actividad política”, dice Rodríguez. “Al Partido Nacional siempre le fue muy esquivo Montevideo, pero su gestión destacó respecto a la de los demás alcaldes (casi todos frentistas), cuando se supone que ser del mismo partido del intendente te da ventajas”.
Aquel militante de Pocitos se fue especializando en la gestión departamental y ganando notoriedad, al punto que para la siguiente elección salió diputado titular. A su vez, aceptó conducir la campaña de Laura Raffo y recorrió con ella los barrios de la capital. Sin embargo, a poco más de un mes de la elección departamental, Abt anunció que iría por la reelección. Explicó que a veces los legisladores se “alejaban de la ciudad”, y que para él “las grandes ligas” se jugaban en el terreno municipal.
Ganó de vuelta, esta vez con más del doble de votos. Fue el alcalde individualmente más votado. En diciembre volvió al CH con su libreta, su lapicera, su afán de involucrarse en todo. Su esposa Analía y su hijo Felipe, de seis años, lo acompañaban los fines de semana en sus tareas. Porque Abt estaba lejos de ser un político “de lunes a viernes de 9 a 5”.
El COVID-19 le dio pocos meses de revancha. A pesar de sus 47 años y su vida sana, tal vez el asma crónico leve que arrastraba de chico determinó que el virus terminara con su vida. En el dolor, dirigentes de todos los colores destacaron su capacidad de trabajo, su optimismo, su forma de hacer política sin confrontar, su ancha sonrisa. Soñaba con ser intendente de Montevideo.
Hoy, sus correligionarios y quienes deseen honrar su vida acompañarán el cortejo fúnebre que partirá a las 12 desde la sede del Partido Nacional hasta el cementerio de La Paz. Allí la familia le dará su despedida íntima.