El adiós a María Auxiliadora Delgado, una mujer “dispuesta a ayudar”

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Entierro de María Auxiliadora Delgado, la esposa del presidente Tabaré Vázquez. Foto: Fernando Ponzetto

LA DESPEDIDA DE LA ESPOSA DEL PRESIDENTE URUGUAYO

Entre aplausos, rezos y dolor, la familia Vázquez Delgado despidió a la esposa del presidente.

A las 15:54 horas empezaron los aplausos. Una a una fueron entrando al cementerio las coronas fúnebres y los presentes las recibieron con palmas, con algún “¡Viva Tabaré!” y haciendo flamear la bandera del club Progreso. El olor de los eucaliptos de la calle cedía ante las ráfagas de las flores que seguían ingresando, de a cientos o tal vez de a miles. Esta no era una tarde cualquiera en el cementerio de La Teja.

Daniel Catarino lo supo desde temprano. Estaba preparando la ropa negra de trabajo, mientras calentaba el agua para el mate, cuando de refilón escuchó en la televisión: “Murió, a los 82 años, María Auxiliadora Delgado, la esposa del presidente Tabaré Vázquez”. Catarino, quien lleva 25 de sus 30 años de municipal como sepulturero en el cementerio de La Teja comprendió al instante que este no era un día -ni un entierro- cualquiera.

Lo confirmó al rato, cuando los primeros curiosos y los hombres que lideraban el protocolo de seguridad llegaron al cementerio y, tras observar las entradas del lugar, fueron directo al nicho “1666” -al fondo, a la derecha, justo en el ala opuesta a la que descansan los restos del líder tupamaro Raúl Sendic.

Pero la “singularidad” de la jornada quedó todavía más en evidencia poco después del mediodía. Mientras personalidades políticas iban a expresar su pésame a la sala velatoria, en pleno Centro de la ciudad, figuras del gobierno -léase el gabinete casi en pleno- llegaban al cementerio y se hacían un lugar en la sombra a la espera del cortejo fúnebre.

El sacerdote Antonio Ketchedjian -monseñor de la parroquia Armenia Católica- fue uno de los primeros en decir presente. Conocía a la difunta -a Mary, como la llamaba- desde la adolescencia en el barrio La Teja, desde que María Auxiliadora “era una estudiante traviesa”, desde antes que en un encuentro de los salesianos la señora se enamorara del hoy presidente Vázquez. Sobre todo, dirá luego en el único discurso de honor del sepelio, la conocía como “esa muchacha alegre (…) siempre dispuesta a ayudar”. Pero para ese discurso, faltaba.

Entierro de María Auxiliadora Delgado, la esposa del presidente Tabaré Vázquez. Foto: Fernando Ponzetto
El cardenal Daniel Sturla dirigió las plegarias, mientras el presidente despedía a su esposa junto a sus hijos, nietos y allegados. Foto: Fernando Ponzetto.

Tras los aplausos, las flores y el “¡Viva Tabaré!” de las 15:54 horas, vinieron los deudos cargando el ataúd. Vázquez, el presidente, acompañaba unos metros más atrás. Iba con paso cansino y los ojos rojos, esos de quien contiene el llano y dolor que trae la muerte inesperada. Él sabe como médico que los infartos, por más indicios, llegan sin pedir permiso ni avisar.

La caminata en forma de la letra “J” hasta el nicho “1666” fue corta. También breve fue la oratoria religiosa del cardenal Daniel Sturla. Algunos de los presentes acompañaban por lo bajo con el clásico “amén” y el resto respetaba en silencio.

Ketchedjian tomó la palabra y recordó que “de pequeña (María Auxiliadora) aprendió lo que es el trabajo y ayudar a la madre en el mantenimiento del hogar. Lo puso en práctica cuando con Tabaré se puso a trabajar por la gente sencilla". Fue entonces que alguien del fondo gritó “¡Fuerza Tabaré¡“ y otro flameó la bandera del Frente.

El sepulturero Catarino se acercó al nicho y dio fin al ritual atornillando la tapa de mármol. Se terminaba para él un día emotivo. Para la familia Vázquez, también.

El antes.

A las 23:30 horas de la noche anterior, María Auxiliadora le dijo a su esposo que estaba cansada y que se iba a acostar más temprano que de costumbre. Vázquez la acompañó de atrás y, por eso, la pudo “atajar” cuando ella se desvaneció en la habitación lindera al dormitorio principal.

El presidente intentó reanimarla, mientras la guardia daba aviso a la emergencia móvil y a los hijos. A los minutos llegaron dos ambulancias a la residencia de la calle Buschental. Los médicos querían provocar una reacción eléctrica para usar el desfibrilador, pero el electrocardiograma revelaba una raya plana.

María Auxiliadora debía operarse de cataratas ayer. La misma mañana de su fallecimiento, el médico del presidente, el cardiólogo Mario Zelarrayán, le realizó una extracción de sangre y el resultado del análisis había sido “perfecto”. Pero el invierno, una hipertensión “controlada” y, sobre todo, la edad ocasionaron el fatal desenlace. Ese que la web de Presidencia anunció a la 01:58 de la madrugada.

Su muerte convulsionó ayer la esquina de Canelones y Javier Barrios Amorín, en donde está ubicada la empresa Martinelli, cruce del que por momentos se adueñó el silencio y también los curiosos. “¿Por acá sale el presidente?”, preguntó a un guardia de seguridad una de las vecinas que aguardaba por la salida de la familia presidencial hacia el cementerio de La Teja.

“Sí, por acá”, le señaló uno de los escoltas del mandatario. Pasados diez minutos de las tres de la tarde y tras haber permanecido toda la mañana recibiendo a distintas figuras del ámbito político, empresarial, sindical y artístico, el primer mandatario se subió a una camioneta 4x4 rumbo al cementerio, acompañado de sus hijos, nietos y amigos más cercanos.

El presidente lucía allí ya esa mirada algo cansada tras haber recibido en la sala velatoria a un sinfín de personalidades: estuvieron presidenciables y expresidentes, empresarios y sindicalistas, artistas y público dispuestos a dar su pésame. Y todos, como lo hizo el sacerdote en el sepelio, coincidían en la destacada obra social aportada por Marúa Auxiliadora a los “más necesitados”. Siempre dispuesta “a tender su mano”.

La muerte, sin embargo cantaba El Sabalero, “no tiene manos / la vida se las quitó”.

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