Adolfo Garcé: "Faltan más gestos de diálogo frente a las mentiras y los agravios"

El experto considera que la política argentina es “de peor calidad que la uruguaya” y que la reciente campaña electoral del vecino país fue “mala, con mentiras y agravios”

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Adolfo Garce
Garcé: "El FA no instaló un proyecto muy diferente al de blancos y colorados"
Foto: Leonardo Maine

Desde su punto de vista, el peligro de la grieta existe cuando hay identidades enfrentadas que dejan de considerarse mutuamente legítimas, aunque en Uruguay todos los partidos “son demócratas y tratan de gobernar para ricos y pobres”. El politólogo destacó los “gestos” amistosos que se han dado entre figuras como Lacalle Pou y Tabaré Vázquez o Sanguinetti y Mujica. Desde su punto de vista, el próximo mapa político será más de continuidad que de cambios, con resultado final incierto.

-En dos oportunidades, con una partida de pescado que llegó al presidente de la República como obsequio desde Emiratos Árabes y luego con la entrega del pasaporte a Sebastián Marset, el Frente Amplio dejó sobrevolando sospechas, sin pruebas o denuncia mediante, sobre el vínculo del gobierno con el narcotráfico. ¿Actitudes como estas definen el tono del relacionamiento político entre el gobierno y la oposición? ¿Se cruzan límites o es normal para esta altura del período de gobierno?

-No sé si se puede medir bien el tono del debate. La tradición uruguaya es de muchísimo ardor en la competencia política. Es muy bueno que la competencia sea de verdad y que la lucha por el poder sea en serio. Pero la tradición uruguaya es de pisar la banquina. Hay que recordar lo que se decían Batllistas y Herreristas en la década del ‘30, las acusaciones de corrupción fueron siempre despiadadas, todo lo que ocurrió en torno a la acusación de infidencia con Jorge Batlle. En este país pisar la raya es demasiado común. Me cuesta encontrar un momento en la historia política del país donde no haya ocurrido. En este país existió una ley de duelos porque era la única manera que encontraban los políticos de frenar los ataques a su honor. Pero deberíamos aspirar a construir una democracia de mejor calidad. Creo que se puede competir sin mentir y sin agraviar, pero todavía es una cuenta pendiente.

-¿Podemos llegar a un extremo de campaña electoral como la que acabamos de ver en Argentina?

-La política argentina es de peor calidad que la uruguaya. La campaña electoral fue mala, con mentiras, con agravios, propia de una política que es peor que la nuestra. Es probable también que ciertos asesores jueguen un papel nefasto en la política. Pero en Uruguay no han entrado, cuando algún asesor quiso hacer campaña sucia en 2019 de inmediato se le puso el freno. La política de buena calidad frena prácticas incorrectas. En Argentina la política no es de buena calidad y caen fácil en el vale todo.

-La Inteligencia Artificial es un fenómeno nuevo y se suma a otros ya instalados como las redes sociales, la microsegmentación de la propaganda, la desinformación, etc. ¿Cómo impacta esto en la próxima campaña electoral?

-En otros países hay una discusión enorme sobre estos temas, no sé si en Uruguay estamos suficientemente alarmados o alertados sobre estos riesgos. No tengo dudas de que todas estas herramientas en manos de personas sin frenos morales pueden hacer un daño terrible. Y no tenemos ninguna garantía de que esto no llegará. No sabemos si incluso estas herramientas pueden cambiar un resultado electoral en Uruguay. Necesitamos sensación de alarma. La manipulación de la opinión pública es un tema viejísimo, lo que hoy parece nuevo es la magnitud del riesgo y su impacto. Creo que necesitamos descontaminar el debate público. Vivimos en un debate público contaminado y tóxico. Y eso se puede incrementar en una campaña electoral si no hay frenos, si los partidos políticos y electores no somos conscientes de los riesgos.

-¿Cómo distinguimos la polarización de la grieta?

-La polarización es la distancia ideológica entre los extremos de la izquierda y la derecha. Cuando esta distancia crece mucho sabemos que hay problemas porque la democracia se vuelve frágil, la competencia muy dura y surgen problemas de gobernabilidad. Pero también descubrimos que si no hay polarización se genera otro problema. Un ejemplo puede ser Chile, si todos los partidos dicen lo mismo y no hay diferencia entre ellos el juego pierde gracia y la democracia desaparece como concepto. Precisamos que no haya polarización extrema y que no haya homogeneidad perfecta. Que haya diferencias razonables. En Uruguay no hay polarización en términos ideológicos. El Frente Amplio no instaló un proyecto muy diferente al de blancos y colorados. Y ahora esta coalición tiene más de continuidad que de cambio. No hay polarización ideológica en términos politológicos, sí hay diferencias razonables y por eso me gusta el sistema de partidos de Uruguay. Las diferencias programáticas tienen la medida correcta.

-¿Entonces por qué hay peligros de una grieta?

-El peligro de la grieta existe cuando hay identidades enfrentadas que dejan de considerarse mutuamente legítimas. Cuando unos dejan de respetar la legitimidad de lo que piensa el otro en el plano moral y técnico. Cuando dicen “ustedes no son demócratas”. O repiten “ustedes gobiernan para los ricos”. Ahí se cruzan fronteras. La verdad es que acá todos son demócratas y todos tratan de gobernar para todos, para ricos y para pobres. El riesgo entonces es la descalificación y es más grave abajo que arriba. Si en una pirámide arriba está la élite veo a Mujica con Sanguinetti recorriendo escenarios. Recuerdo a Lacalle Pou y Tabaré Vázquez del brazo el primero de marzo. A Lacalle Pou con Fernando Pereira hablando en La Huella. Son gestos fantásticos, pocos, pero los tenemos. Y en el Parlamento se habla y se negocia. Pero en la base de la pirámide, en el plano del activismo ya veo otros tonos, otros enojos y furias. Y ni que hablar de lo que hacen las redes. Entonces, el riesgo está presente y se necesita que sea más intensa la pedagogía política de los líderes. Faltan muchos más gestos como los que mencioné, faltan gestos de diálogo frente a demasiadas mentiras y agravios.

-A la luz de lo que pasó en Argentina, ¿La corrupción mueve la aguja de una elección?

-Milei tenía un discurso: “contra la casta corrupta que empobreció Argentina”. Es decir, primero hablaba de corrupción. Es el discurso es de un liberal clásico donde lo moral y económico está fusionado. Acá en Uruguay tengo razones para pensar que lo moral importa mucho. En mis años de encuestador en el grupo Radar cada vez que preguntábamos a los encuestados qué atributos eran importantes respondían en primer lugar honestidad y en segundo lugar sensibilidad a los problemas de la gente. Eso pide la gente, que el candidato sea buena gente. El otro dato parecido es una encuesta de Opción de 2018 donde el 62% pide al candidato atributos éticos, y dentro de ese porcentaje el 45% pide honestidad. Esa es la base, sin políticos honestos nada funciona. Nosotros tenemos que subir nuestra vara ética y la comparación tiene que ser con los países escandinavos. Si queremos mejorar la democracia debemos subir la vara ética.

-¿Queda tiempo para que aparezca algún outsider de cara a la próxima elección como ocurrió en la campaña pasada?

-En 2019 vimos todo. Talvi ganándole a Sanguinetti la interna, Sartori llegando al Senado sin tradición política previa, el Partido de la Gente y el Peri, y también la gran sorpresa, Cabildo Abierto, con tres senadores y casi tantos votos como el Partido Colorado. Creo que la próxima elección es más de continuidad que de cambio. Me imagino dos bloques muy parejos, el Frente votando mejor en primera vuelta y un balotaje cabeza a cabeza. El próximo mapa político será más de continuidad que de cambios, pero con un resultado final incierto.

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