En Presidencia de la República hay desazón con las reacciones que se generaron durante este fin de semana a un mensaje que, en lo previo, se creía positivo desde todo punto de vista: transformar el águila nazi del hundido Graf Spee en 1939 en una paloma de la paz, proceso artístico que sería confiado al reconocido escultor uruguayo Pablo Atchugarry.
El mensaje era simple: una pieza que representaba la más cruenta versión destructiva del ser humano se convertiría en el tradicional símbolo de paz que representa la paloma.
Haya sido por el momento en que se anunció -a horas del homenaje de las Muchachas de Abril al que el presidente no asistió y se esperaba una respuesta de su parte- o por la forma como se comunicó -conferencia de prensa en Torre Ejecutiva protagonizada por el propio jefe de Estado y el artista, el viernes al mediodía-, lo cierto es que la noticia no tuvo prácticamente respaldo político y social. Ni que hablar de la oposición pero, sobre todo, en propias filas de la coalición de gobierno.
“Fue hecho con una intención de unir, pero nos encontramos con una realidad bastante más compleja”, señalaron a El País fuentes del gobierno.
El balance por estas horas en Presidencia es que “evidentemente no se entendió el mensaje ni la dimensión de lo que había detrás de su intención”.
Pues, más allá de críticas que incluso provinieron de dirigentes del Partido Nacional -como el senador Jorge Gandini-, el líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, desembarcó con un proyecto de ley que en los hechos buscaba prohibir al presidente destruir la pieza histórica, y establecer que su futuro patrimonial fuera decidido por una comisión integrada por diversos actores.
El cambio de decisión fue anunciado finalmente ayer, desde la ciudad de Melo, Cerro Largo. El primer mandatario reafirmó allí que seguía creyendo que lo que había presentado era una “buena idea”, pero que como primer presidente le correspondía “escuchar y representar”, y que había aceptado a una “abrumadora mayoría” en contra de la propuesta.
“Hoy hablé temprano con Pablo Atchugarry y vamos a desistir lamentablemente de la idea”, dijo Luis Lacalle Pou, y agregó: “Si uno quiere generar paz, lo primero que tiene que hacer ese generar unión, y esto claramente no lo ha generado”.
El presidente recordó que el proyecto -como lo contó en conferencia de prensa el viernes- estaba planificado desde hacía “muchísimos años”, y que el objetivo era que “un símbolo de violencia” pudiera transformarse en “un símbolo de paz”, al fundir el águila y la esvástica en una paloma.
Llamada y reacciones
Pablo Atchugarry aterrizó en Italia, donde reside, y al llegar a la ciudad de Lecco, llamó a Lacalle Pou para decirle que “no podía” continuar al frente de este proyecto, en el que ya había invertido mucho tiempo de trabajo, vistas las reacciones generadas.
En diálogo con El País (ver nota aparte), el artista dijo que la situación que vivió fue “hiriente”, que el arte se “politizó” y que hubo críticas que partieron con “mala intención”.
“Yo voy a seguir con el tema de la paloma, seguramente no va a ir a Uruguay, pero va a encontrar otros cielos, otros horizontes, donde tal vez el sentimiento de paz sea apreciado más”, dijo Atchugarry, que en un comunicado de prensa también explicó que “un símbolo de paz y de unión no puede nacer desde la discordia”, palabras similares a las del jefe de Estado.
Los mayoritarios cuestionamientos a la idea original -defendida por pocos, como la senadora Graciela Bianchi y el ministro de Educación y Cultura, Pablo Da Silveira- se repitió ahora pero con la nueva decisión.
“Buena noticia”, celebró en Twitter el senador Manini Ríos. “Errar es humano; rectificar es de sabios”, dijo asimismo el diputado colorado Ope Pasquet, otro de los dirigentes del oficialismo que se habían mostrado críticos el fin de semana con la idea del presidente.
La senadora Bianchi, en cambio, ahora marcó distancia: “Admiro tu capacidad de escucha, pero discrepo profundamente con la nueva decisión. Símbolos de totalitarismos recientes, no”.
El hecho tuvo, como el mismo viernes, repercusiones en la colectividad judía. El presidente del Comité Central Israelita, Roby Schindler, por ejemplo, que había dicho que la iniciativa era “maravillosa”, ante el revés de Lacalle Pou indicó a El País que toma “bien” la nueva decisión, y que no le “parece mal este freno”. Aseguró que prefiere enfocarse en la “grandeza de una persona que escucha y elige revertir una primer inquietud de iniciativa”. El Comité Central Israelita no quiere -continuó su presidente- que la pieza termine en manos privadas con un “destino incierto”. Es la única inquietud que tiene “desde que se sacó del agua”: que su futuro no quede librado a una subasta pública.