LA ENTREVISTA DEL DOMINGO
Tras casi ocho meses en el MEC, con entusiasmo pero con la sensación de estar “corriendo lengua afuera en la pista”, la historiadora asegura que no seguirá en política tras 2024.
Ana Ribeiro se afianzó como figura de Alianza Nacional, y su cercanía con Jorge Larrañaga y su sintonía con Pablo da Silveira la llevaron al segundo cargo en el Ministerio de Educación y Cultura. Tras casi ocho meses allí, con entusiasmo pero con la sensación de estar “corriendo lengua afuera en la pista”, la historiadora analiza el accionar de Larrañaga en Interior, habla del presente de su sector y asegura que no seguirá en política tras 2024.
-¿Sigue siendo una outsider?
-Sí, pero es un sentimiento casi grato, como un sentimiento de identificación que para mí no es negativo. Estoy dentro, porque trabajo dentro de los equipos sin ningún problema, pero siempre siento que puedo con un pie estar un poco afuera para ver el conjunto y sobre todo para mantener un nivel adecuado de independencia de criterio para las cosas; no dejar de ser fiel fundamentalmente a mí misma.
-¿Es dura la política?
-Sí. Es un territorio intangible y tangible, que se ubica entre lo ideal y la administración de los ideales en base a lo que planteaste que querías hacer. Y cuando se llega a administrar la realidad, ahí el golpe de complejidad es inmenso. Entonces, el juego político es saber adecuarse; resignar sin perder el impulso. ¡Caramba, quería hacer tal cosa! No puedo. O lleva dos años y no un mes, como creía. Pero, a su vez, personalmente me ha pasado de decir: es duro, sí, pero qué bien esta malla de complejidades. Qué sabiduría, porque eso que llamamos burocracia es, en realidad, un tejido de protección de la ciudadanía, distribuido en una cantidad de protagonistas, oficinas, requisitos jurídicos.
-¿Y cómo se siente con las negociaciones, con el ‘dame esto y yo te doy esto otro’?
-Mis asesores dicen que lo aprendí rápido. Pero claro, yo negocio desde una sintonía amable. Estos momentos de Covid son de afinamiento porque todos estamos trabajando con menos recursos. Tenés que agudizar el ingenio. El acompasar, el ceder, el dar algo a cambio, no siempre tiene que verse como ‘coloqué a un pariente’. Eso, que es lo que la gente asocia, es lo que aparece menos; y aparece la negociación más fructífera, que es la del recurso.
-¿Qué rasgos de su ser académica coliden con la política?
-Como académica he sido historiadora, investigadora, y nunca he tenido reparos en hacer divulgación. Esa faceta de divulgar, de llevar a todos los rincones lo que sabés, ahora la estoy usando mucho. Es raro que no aparezca mi vida anterior. Te diría que por mi forma de ser -soy muy inquieta, muy trabajólica, muy ejecutiva, muy ansiosa- quizás lo más duro es cuando tengo que ir a rendir cuentas al Parlamento y estar horas sentada. Creo que esa es mi mayor dificultad: quedarme quieta. Lo resuelvo fácil, sacando apuntes de todo.
-El MEC está dirigido por dos académicos devenidos en políticos. ¿Qué implicancias tiene esto?
-Que Pablo y yo nos entendemos muy bien. Porque además trabajamos juntos durante décadas, entonces tenemos una clave en pos de los temas educativos. No tenemos que discutir nada, los dos sabemos cuánto nos importan y cuánta fe ponemos en la elevación del nivel de los docentes como una clave fundamental. Luego, cada uno de nosotros procuró tener asesores para aquellas cosas en las que sabemos que podemos ir con mente académica y no ver lo otro.
-¿Hay coordinación entre los miembros de Alianza Nacional?
-Es habitual levantar el teléfono y cuando preciso algo o tengo una duda decir ‘en tal lugar está fulano de tal’. Y, por supuesto, conversar a veces solo amistosamente y otras veces técnicamente con Jorge Larrañaga.
-¿Pero hay una coordinación sistemática, de reunirse con cierta frecuencia?
-Supongo que la va a haber en breve. Todos estamos con la sensación de que venimos corriendo lengua afuera en la pista. Por supuesto que los tiempos políticos llegarán; ahora estamos en tiempos de urgencia. Jorge está apagando incendios.
-Larrañaga está concentrado en el Ministerio del Interior y ha dejado de lado -según él mismo ha dicho- lo político-partidario. ¿Cómo afecta eso en el sector?
-Es una pregunta para hacerle a él, porque él está cuando lo necesito: cuando tengo una duda, una consulta o un estado de angustia. Eso para mí es suficiente.
-¿Larrañaga le ha pedido explicaciones por algún tema?
-No, nunca. Si una virtud tiene Larrañaga es que no te mandonea ni te atosiga. Alguien bromeando me dijo: ¿le vas a explicar a Larrañaga por qué tenés un asesor y un secretario colorados? Y yo dije: de ninguna manera, yo amo a Larrañaga porque él no me pregunta. Me deja hacer.
-¿Por qué eligió rodearse de colorados?
-Son gente técnicamente muy capaz y de extrema confianza personal y académica y técnica. Tiendo a ver primero a la persona y después preguntarle de qué partido es. Me muevo muy instintivamente; quizá porque no he sido de cuño político de toda la vida.
-Usted, incluso, no fue siempre blanca.
-No, por eso yo no tengo prejuicios. Y tiendo a ser una mujer de diálogo, de componer; me parece importante.
-Esa capacidad de diálogo, ¿la ha puesto al servicio del entendimiento del ministro y los sindicatos, por ejemplo, que ya han tenido cortocircuitos?
-En materia de educación confío en que Pablo maneja las cosas. Cuando trabajás en equipo debe ser así. Me alcanza con tener claro sus propósitos. Él nunca plantea ‘hay que hacer una reforma radical’; no, él plantea ‘hay que hacer unos cambios instrumentales’. Entonces, no es que yo me puse a mediar. Naturalmente lo hago. Pablo a veces elige dar batallas que a mí me dan… ‘no, no, no, esto va a ser terrible’. Y él las da. Pero explica con mucha educación lo que tiene que explicar. No es que vaya a una guerra con saña.
-Y en esas batallas que él ha decidido dar, ¿usted participa?
-Sí, claro. Estamos a una escalera de distancia, conversamos mucho y coordinamos. A veces me avisa: ‘Ojo que se viene… No te asustes. Hasta que entiendan van a estar molestos con tal cosa’.
-Volvamos a Larrañaga. Ha dicho que considera que el liderazgo de Larrañaga está en "el centro" del sistema político ideológicamente hablando. Sus posturas en materia de seguridad, ¿son de centro?
-Yo te diría que lo sigo viendo de centro. Claro, si está dirigiendo un ministerio como ese, ha tomado en sus manos una defensa que él entiende que la ciudadanía debe tener por el crecimiento exponencial y muy peligroso de la delincuencia. Parecería que es una postura en la cual se juzga por actos que normalmente la gente califica de represión, palabra odiosa si las hay. Hay momentos en que todos reflexionamos, por ejemplo, qué quiere decir ahora ser wilsonista. No me asusta; las definiciones políticas nunca tienen que ser un saco de almidón rígido. Cada ismo se adecua en el tiempo y se vuelve a redefinir.
-¿Pero cree que Larrañaga se movió un poco del centro a la derecha?
-Eso lo podemos discutir mejor cuando todo esto termine, y se le pueda preguntar al propio Larrañaga dónde siente que está en el espectro. Lo que yo veo es un hombre de centro, que cree en las libertades, como buen blanco que es, como una especie de faro, pero que a su vez ha tomado con muchísima responsabilidad el cargo que ha asumido, que es muy antipático. Es el cargo más fácil para destruir una carrera política. Un hombre que aspira a la presidencia y no le alcanza, y se pone al servicio de quien en la interna fue su rival, a mí eso me parece admirable.
-Desde la izquierda se ha instalado el relato de abuso policial en este ministerio.
-Pero la izquierda cuando estuvo en el poder también reprimió y no le tembló el pulso. No debemos desconocer, la utilización retórica de todas las cosas con un filtro político. Va a ser muy difícil que aplaudan algo que Larrañaga haga.
-¿Quién es un buen exponente de las ideas de centro en este momento?
-En este país, desde siempre, todo el mundo tiende al centro. Y es una parte esencial y, te diría, muy positiva, de nuestro sistema de partidos. Todos los partidos tienen alas de izquierda y alas de derecha, y todos buscan coincidir en los acuerdos por el centro.
-Y en el Partido Nacional, ¿qué ala del espectro representa Lacalle Pou?
-Yo no lo veo tan lejos del centro tampoco. Incluso Cosse, con el apoyo del PCU, estoy segura de que sus posturas serán de centro. Le interesa hacer, y hacer bien. ¿Podés hacer las cosas por alguno de los extremos? No, el sistema te frena. El camino para andar rápido es la vía del centro.
-¿Cómo lo ve a Larrañaga para 2024?
-No tengo idea. Es dura la vida política, él ya ha tenido reveses grandes. Entonces, quienes lo apreciamos -y es mi caso -queremos que no vuelva a pasar por eso. Estoy convencida de que sería un buen presidente, pero a su vez hacerlo pasar otra vez por eso... Será su decisión.
-¿Y usted, qué querría hacer el siguiente período?
-Nada, volver a mi casa a escribir. Mirá que sé que es lo que dicen todos los candidatos a algo. Pero no es el caso.
-¿Por qué no?
-Porque yo acabo de cumplir 65 años, y este es un paréntesis en mi vida. Que es grato, sí; yo estoy trabajando con entusiasmo, con la convicción de que podré lograr alguna cosa de la que sentirme orgullosa cuando haga el balance final. Pero le voy a entregar cinco años de mi mejor esfuerzo, cinco años en los que me voy a apartar de la vida académica. Y luego ya no voy a volver a la actividad académica, pero volver a escribir sí me gustaría. Me gustaría estar más tiempo en familia.
-¿Nada le seduciría para seguir en política?
-No, nada. Voy a hacer lo mejor posible, y ya está bien.
"El Covid es un enemigo al que no le hemos puesto cara"
-¿Cómo afecta la pandemia en la capacidad crítica de este país? ¿Puede llegar a haber un efecto positivo?
-Estoy convencida de que el pensamiento crítico va a crecer después de la pandemia. No creo que lo estemos viendo ya. Cualquier amenaza masiva te pone frente a un límite existencial. En este caso vino con la obligación de retraerte hacia el interior de las casas que se supone que nos protegen, con lo cual se han roto rutinas de consumo que se habían naturalizado. Eso lleva a un retorno a lo natural, a una revalorización de cosas que habían quedado aplastadas por la tecnología, esa especie de vértigo de la vida moderna. Por otra parte, la pandemia es un enemigo al que no le hemos puesto correctamente rostro. Te dicen cáncer e inmediatamente te imaginás a alguien sin pelo, a alguien que se ha sometido a todos los males que implica la quimioterapia. Tenés un recordatorio de muchas personas que no han ganado la batalla, por lo cual sentís apremio, angustia. En cambio, ¿viste de verdad a alguien muriendo por insuficiencia respiratoria por Covid? No los vemos. Entonces, es una pandemia con y sin rostro. De manera casi fugaz, perversa, asumimos ‘si me toca, me toca’, y te lanzás en paracaídas a ver qué pasa. Se ha generado una reacción de: ¿voy a seguir encerrado sin hablar con nadie, cuando en realidad la amenaza no me llegó del todo? No alcanza con ver el informativo; cualquier niño deja de asustarse con esa máscara de carnaval. Algunas personas, las más apegadas o las que han tenido casos cerca, se mantienen. Pero esta es una pandemia rara: es amenazante y a la vez no lo es. Ha planteado muchas disyuntivas y las sigue planteando.
-Como historiadora, ¿cree que los cambios que trajo llegaron para no irse, o que habrá una inercia que nos devolverá de a poco al lugar donde estábamos?
-Yo creo que se dará lo que se ha dado siempre: una mezcla de las dos cosas. Hay una capacidad de olvido grande, un retorno instintivo a lo de antes: el mundo conocido, que además está industrialmente bien instalado. Pero por otro lado quedan enseñanzas.
-¿Cuáles serán?
-Tengo todavía mis dudas. Pienso por ejemplo en el sida, que cambió definitivamente las conductas sexuales de las personas y nos obligó a una responsabilidad que antes no había. En este caso no sé todavía qué será, si una responsabilidad respecto al acercamiento físico o, quizás una revalorización de los espacios al aire libre y el respeto a la naturaleza.