ESPERANZADOS
La mayoría recibió con alegría el anuncio; algunos aún desconfían.
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La lluvia apenas moja las calles de Pueblo Centenario cuando empieza a oscurecer y el silencio es lapidario. Nada indica al caminar por esas veinte manzanas que hace menos de 12 horas la empresa finlandesa UPM anunció que construirá allí su segunda planta de celulosa en Uruguay. Nada indica que para 2022 esa será la localidad más cercana a la planta en la que se invertirán más de US$ 2.700 millones.
Nada, a no ser por la voz de sus vecinos.
En el pueblo el rumor rondaba desde hace mucho tiempo y María Alba Etchevarne dice que los vecinos estaban esperando el comunicado oficial. Etchevarne se enteró cuando prendió la radio a las siete de la mañana de ayer martes y cuenta que recibió la noticia “con fuerza”.
“Hay mucha gente que está disconforme. Yo creo que es para bien, hay mucha gente que está sin trabajo. Muchos jóvenes que estudian y se tienen que ir del pueblo”, contó Etchevarne, quien tiene 64 años, trabajó por más de 30 en la Junta departamental y actualmente está jubilada.
“Ahora sí, se viene, se viene” comentaban algunos clientes este martes en la barraca de Juan Carlos Pérez, uno de los comercios más grandes de la localidad, ubicado sobre la ruta 5. Romina Almirón, otra vecina de la zona se enteró ayer de mañana a través de un grupo de Facebook y cuenta que los comentarios eran todos de satisfacción.
Almirón dice que la espera viene desde hace tiempo, que incluso desde principio de año comenzó a sentir un movimiento distinto en el pueblo. “Ya está más poblado, hay más cabañas, hay más casas. Varias familias de la zona se arriesgaban a venir a instalarse acá porque veían en UPM una esperanza”, narró a El País.
Pérez también es optimista acerca de la instalación de la planta de celulosa y ve como favorable “haber salido de la nebulosa”, esa nebulosa que por momentos generaba expectativas y por momentos no daba respuestas.
“Estábamos esperando lo de hoy, esa seguridad. Acá nos va a cambiar la vida, estábamos en un momento complicado”.
El comerciante explica que en Centenario no había una fuente de trabajo grande. “Tenemos un batallón, una artillería, UTE, algunos mercados. No son muchas fuentes de trabajo. No tenemos una fábrica. Lo bueno de eso es que no hay fábrica para que cierre y se quede más gente sin trabajo”, señaló.
Y ese sentimiento de espera también tenía sustentos. En el caso de Pérez hace diez meses la Intendencia de Durazno lo invitó, como representante del pueblo, a conocer la planta de UPM ubicada en Fray Bentos para comenzar a ver de qué se trataba todo eso. Lo que le llamó la atención fue la cantidad de máquinas operando. “Si esto que viene es aún mejor que aquello, ya está. Estamos muy esperanzados por todo lo que va a traer”, señaló.
Al secretario de la Junta de Centenario, Eduardo Bovio, le sorprendió la cantidad de mensajes de agradecimiento que recibió en el día, pero aclara que lo que sucedió fue un logro de todos.
Al igual que el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, y el alcalde de Paso de los Toros, Juan José López Sánchez, Bovio recibió la llamada ayer martes temprano con la confirmación de la empresa y dice que fue un “lindo despertar”.
“El pueblo lo recibió con mucha alegría. Diariamente recibo gente en busca de trabajo, esta es una oportunidad más que importante”, dijo a El País. Al igual que Vidalín, Bovio expresó que el contacto con la pastera era permanente, pero que no tenían certeza absoluta de cuándo iba a ocurrir.
Destacó además que más allá de la fuente laboral, la instalación de la segunda planta de UPM podrá poner en marcha proyectos que desde hace años se vienen pensando, como emprendimientos hoteleros y más instalaciones para fortalecer la zona.
Más allá de ese sentir generalizado, en el pueblo también hay miedos.
Pérez se anima a decir que un 90% del pueblo ve la instalación de la planta como algo favorable. El resto, comenta, tiene varias razones por las que hubiera preferido que no ocurriera. “Lo principal es el tema del medioambiente. Pero el que conoce el río Negro sabe que eso está contaminado hace mucho tiempo”, expresó.
Etchevarne dice que eso de la gente que se opone es por ignorancia y concuerda con Pérez en que el río está contaminado hace años. “El río era algo nuestro, algo sano, algo puro, pero ahora ya está contaminado. ¿Qué van a hacer?”
Eliana Denis tiene 22 años y tres hijos. Pese a que el anuncio de UPM le generó cierta tranquilidad, hay algo que le preocupa. “Ojalá que haya más trabajo, pero que sea para la gente de acá. Que si es que viene la empresa, traiga trabajo para los del pueblo”, y agrega “y que sea para las mujeres también”.
Eliana no estudia y dice que ya se recorrió todo el pueblo en busca de trabajo, que hasta visitó varias casas de salud en las que viven personas mayores y tampoco consiguió allí.
El secretario de la Junta también señaló que más allá de la contaminación, algunos vecinos le temen a la inseguridad. “Son un grupo reducido los que no querían que se concretara, pero estamos dispuestos a conversar, con mucho respeto”.
Lucas Rivero es pastor evangélico y cree que es muy pronto para evaluar el anuncio. “Va a ser bueno si lo miramos desde lo económico, dos o tres años que genere el primer movimiento. Pero después no sabemos porque hay muy poca información. Si está escondido para los legisladores y senadores, para el ciudadano de a pie es difícil sacar una conclusión”.
La falta de conocimiento se nota al preguntar dónde se construirá exactamente la planta. Algunos señalan un camino hacia Paso de los Toros. Pero la respuesta más recurrente es en la zona de Parada Sur, a los pies del río Negro. Hasta ahora, un campo abierto sin ninguna indicación.
La incertidumbre también aparece a la hora de tomar decisiones. Etchevarne cuenta que uno de sus hijos ya comenzó a evaluar dejar su trabajo actual para conseguir uno en la empresa que se instalará. Sin embargo, ella le aconsejó que no lo haga. “Es arriesgado dejar un trabajo de toda la vida por algo que no se sabe cuánto va a durar. Es pan para hoy y hambre para mañana”.
“Somos un pueblo humilde y sufrido”
Un puente de pocos metros divide Tacuarembó de Durazno, Paso de los Toros de Pueblo Centenario. Sin embargo, Juan Carlos Pérez dice que el pueblo parece ser un barrio más de la ciudad tacuaremboense, que Centenario depende de Paso de los Toros.
La mayoría de los servicios, incluso los de salud, se encuentran al norte del río Negro. María Alba Etchevarne dice que esa dependencia lo convierte en un pueblo sufrido.
“Somos un pueblo tranquilo, humilde, no hay mucho desarrollo. Un pueblo que le falta todo. Somos un pueblo solo por más que nos divida el río”, resume Pérez. Son las 19 horas del martes “histórico y de fiesta” para Bovio y un salón comunal de Paso de Los Toros está repleto. Varias familias con termo y mate se acercan a escuchar una conferencia en inglés traducida al español. Los oradores comentan que ha sido “un largo proceso, de más de tres años”. En una pantalla grande se proyecta un video. Sobre una pradera pelada poco a poco se dibuja una empresa y promete buen manejo del medioambiente, nuevas oportunidades y altos estándares de seguridad. Una vecina pregunta si habrá olores, otro pregunta cómo postular a un trabajo en la futura planta de UPM.
“No se busca afectar los derechos laborales”
Uno de los principales puntos de negociación entre el gobierno y UPM consiste en las exigencias de la empresa con respecto a los conflictos laborales. El poder de los sindicatos y algunas medidas que pueden tomar los trabajadores, entre ellas la de ocupación de la planta, eran de las principales preocupaciones de la empresa finlandesa y que obligó al gobierno a buscar soluciones para confirmar el acuerdo. Gonzalo Giambruno, director de desarrollo de negocios de UPM, dijo en conferencia que la empresa “no busca una afectación de los derechos de los trabajadores” y que nunca “aspiró” a tener una “cláusula de paz”, pero sí una “herramienta clara de cómo se gestiona” un eventual conflicto. La idea es “prevenir que los temas pasen de cero a 100. Prevenir los conflictos en la fase temprana”.
Una de las medidas acordadas con el gobierno es la creación de una oficina de la Dirección de Trabajo y de la Inspección General de Trabajo y Seguridad Social en la planta o las proximidades de la segunda planta a construirse en Durazno con el fin de hacer un “seguimiento diario” de eventuales conflictos y también la inspección de trabajos, con el fin de garantizar que los acuerdos y condiciones establecidos se estén cumpliendo.