TRAS LAS ELECCIONES
Un Solo Uruguay llega al BPS con una postura clara: combatir contra lo que Pereyra llama “cultura antiempresarial” y solucionar “problemas urgentes” de usuarios de la seguridad social.
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Que eran unas elecciones desconocidas y que por qué tenían que ser obligatorias; que lo que primaba era el desinterés y que, como consecuencia directa, se esperaba que muchos votaran en blanco o anulado. Todo esto, que formó parte del debate previo de las elecciones de los directores sociales del Banco de Previsión Social (BPS), al final no fue exactamente así -los votos en blanco y anulados tuvieron una participación menor de lo esperado, por ejemplo-. Pero sobre todo, como muchas veces pasa en las campañas electorales, este barullo ya es parte del pasado.
Ahora los tres nuevos directores sociales -dos de los cuales en verdad no son nuevos porque fueron reelectos- ya piensan en lo que será la gestión de los próximos cinco años, y al hacerlo, inevitablemente, afloran ciertas diferencias ideológicas. Y son algo más pronunciadas ahora, con el aterrizaje de un nuevo actor en el orden de los empresarios: José Pereyra, representante de Un Solo Uruguay, movimiento surgido a principios de 2018 como una agrupación que expresaba el malestar del medio rural con la política económica del entonces gobierno del Frente Amplio, y que hoy cuenta con lazos de afinidad con el oficialismo y especialmente en el Partido Nacional.
Así que Un Solo Uruguay, que suele marcar la agenda cuando lleva adelante movilizaciones en el interior ante anuncios de suba de tarifas de combustibles, desembarca entonces en el BPS con una postura clara: combatir contra lo que Pereyra llama “cultura antiempresarial” y solucionar “problemas urgentes” de usuarios de la seguridad social que no han sido atendidos, y con líneas políticas como esta: “Queremos cuidar los dineros públicos, y que el BPS deje de gastar la mayoría de sus recursos en cosas que no le son específicas”. O esta: “El empresario quiere, justamente, que se gasten bien los aportes que hace al Estado; o sea, que el BPS sea eficiente y eficaz”.
Con el 48,9% de los votos válidos, Pereyra fue el único de los tres candidatos que propuso Un Solo Uruguay que ganó la contienda electoral. Se impuso al 31,7% que obtuvo su contrincante, Marcelo Ríos. En el orden de jubilados, Virginia Vaz perdió contra Sixto Amaro -de la Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados y Pensionistas y apoyado por el Pit-Cnt. Y en el orden de los activos Luis Lisboa no pudo, otra vez, contra Ramón Ruiz, la apuesta del movimiento sindical que logró, como Amaro, la reelección.
Pero para el movimiento rural, que por primera vez en sus jóvenes tres años se presentó a una instancia electoral y obtuvo así representación social en un organismo público, el resultado fue un éxito. “Es más que positivo para nosotros: conseguimos 450 mil votos entre los tres órdenes, ganamos en 16 departamentos entre los jubilados, y obtuvimos el 30% en el orden de los trabajadores, con toda la estigmatización que nos han puesto”, valoró a El País su vocero, Marcelo Nougué.
Para ellos, la importancia de involucrarse con la dirección del BPS radica en que “maneja más del 50% del presupuesto nacional, y además es uno de los organismos responsables de los problemas que tiene la generación de empleo, en la medida en que desarrolla una cultura anti empresa”.
Del otro lado. Ramón Ruiz, además de estar lejos ideológicamente de Pereyra, no tiene buenas impresiones del nuevo director por los empresarios. No es para menos: el representante del movimiento rural llegó a decir en campaña que el dirigente sindical era “parte del veneno cultural” del organismo. “Dijo que mis hijos estaban acomodados, y hasta que mi mujer estaba acomodada en el BPS; nada que sea cierto, pero lo perdoné para no darle vida”, dijo Ruiz, que tampoco comparte la acusación de que el organismo es antiempresarial. “No existe esa cultura. Lo que hay son leyes que se tienen que cumplir. Si las quiere cambiar debería haberse postulado para diputado”, señaló, molesto pero con la confianza de que “detrás de las diferencias va a predominar lo humano” de cada uno.
Además, Ruiz destacó la importancia de la “coordinación” entre los directores para buscar soluciones en todos los órdenes, como ocurrió durante la pandemia con la flexibilización de los seguros de paro.
Amaro, por su parte, tampoco conoce a Pereyra, y cree que “el BPS siempre ha tenido en consideración a los empresarios”. Pero a pesar de “los diferentes puntos de vista”, dijo, no cree que se construya con Pereyra “una relación distante”.
-¿Qué cosas concretas va a impulsar el movimiento Un Solo Uruguay dentro del BPS?
-Lo primero que vamos a plantear en el organismo son los problemas que sufre mucha gente y que tenemos que solucionar en forma urgente. Los hemos visto en las recorridas que hicimos en la campaña: personas que deberían estar recibiendo pensiones por discapacidad y que el BPS solo las otorga en forma provisoria. Conozco el caso de un chico de 12 años que no se puede ni vestir solo y sin explicación le sacaron su pensión. Hemos incluso visto chiquilines con síndrome de Down que reciben pensiones provisorias. Tenemos que ir al encuentro de estos problemas y encontrarles solución, porque hoy se desconocen por no salir a recorrer el país. No queremos quedarnos encerrados en las oficinas de Fernández Crespo para poder dormir tranquilos. Nosotros vinimos a sufrir el cargo, no a disfrutarlo.
-¿Qué vínculo tendrá con Un Solo Uruguay una vez que comience a ejercer el cargo en el directorio?
-Hay algo que nos planteamos como eje, y que es algo que acá no viene pasando: nosotros vinimos a rendir cuentas, pero no solo con Un Solo Uruguay, a cuyas mesas nacionales voy a ir, sino también con todas las cámaras empresariales y de comercio y servicios. Hoy por hoy los representantes sociales no dan cuenta de lo que hacen, y nosotros planteamos dar el ejemplo: que se sepa lo que están haciendo los directores sociales.
-¿Cómo se imagina que será su relación con los otros dos directores sociales, que fueron impulsados por el Pit-Cnt?
-Ya lo hemos dicho: nosotros vamos a ir contra la cultura antiempresarial que tiene este organismo. Eso lo vamos a tratar de combatir. Y si hay algún problema, puede ser que surja algún conflicto. Pero si ellos (por los otros directores, Amaro y Ruiz) tienen el compromiso social que dicen tener, supongo que nos van a acompañar en la búsqueda de la solución de todos los problemas que hemos detectado. No creo que en su caso lo que dicen sea solo de la boca para afuera.
-¿Qué significa la “cultura antiempresarial”?
-Es lo que yo creo que terminó detonando que nosotros hayamos llegado al BPS. El empresario siente que cuando abre la puerta del organismo sale perdiendo. Porque las multas y moras que pesan sobre muchos empresarios no existen ni con los prestamistas más oscuros del Uruguay ni en el sistema financiero. Y hay muchos empresarios que sufren unos niveles de usura que luego les impiden pagar sus deudas y no se pueden jubilar, y se estigmatiza su propia familia: padres o familiares que son solidarios de sus deudas y tampoco pueden jubilarse. Son esas cosas de la cultura antiempresarial con las que nosotros no vamos a transar. El BPS tiene que ser un amigo del empresario, tiene que colaborar con el desarrollo de este país.
-¿De qué otra forma se manifiesta esa cultura enemiga del empresario?
-Hay varios casos. Ahora recuerdo el de un distribuidor de Rocha que tenía que reformar un depósito de su propiedad, y que por toda la obra iba a afrontar un costo de $ 280.000. Pero cuando fue a preguntar al BPS por los aportes que tenía que hacer por el albañil que iba a contratar, le dijeron que tenía que pagar como $ 240.000. Entonces no terminó haciendo una cosa ni la otra. Son incoherencias que hay en el organismo en las que tenemos que empezar a trabajar.
Justificaciones por no votar
Hay cuatro razones por las que se puede justificar no haber votado, y en todos los casos hay que presentar documentación que lo acredite. Una de ellas es encontrarse imposibilitado por alguna enfermedad o discapacidad; otra es haber estado fuera del país o vivir en un departamento distinto al que tocaba ir a votar. Una última razón es poder alegar que no se fue a la urna por “razones de fuerza mayor”, que por supuesto hay que demostrar.