"Para acabar con las pandillas, Bukele destruyó la democracia", dijo a El País el periodista salvadoreño Oscar Martínez

Es un referente del periodismo de investigación latinoamericano y, liderando ahora la redacción de El Faro, ha revelado varias irregularidades del gobierno de El Salvador.

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Óscar Martínez
Óscar Martínez, director de El Faro y periodista de investigación.
Foto: Francisco Flores.

Es un referente del periodismo de investigación latinoamericano y, liderando ahora la redacción de El Faro, ha revelado varias irregularidades del gobierno de El Salvador. De paso en Uruguay para participar del Seminario de Periodismo sobre Seguridad y Crimen Organizado de la Universidad ORT, Óscar Martínez cuestionó al presidente Nayib Bukele porque entiende que “para acabar con las pandillas”, fenómeno que azotó durante décadas a su país, “destruyó la democracia”.

-Ha dedicado su vida al periodismo y se ha enfocado en la corrupción y la violencia de El Salvador. ¿Cómo diría que está hoy su país tras la llegada de Nayib Bukele? ¿Cuál es su statu quo?

-Bukele definitivamente sacudió todos los cimientos de lo que en El Salvador se entendía como la política de la posguerra. Había dos partidos, la izquierda -el FMLN, expresado como la exguerrilla- y Arena, que era el partido de los empresarios y los militares. Fueron partidos que saquearon el país, se robaron todo lo que pudieron. De hecho, los últimos cuatro expresidentes enfrentaron casos judiciales. Y Bukele entró por el medio, aunque viene del partido del FMLN. Él entendió su momento histórico y ahora mismo la gente lo ama. Tiene una aprobación de más del 80% a unos meses de que su período presidencial acabe y sea reelecto. Y hay que entender su contexto. Bukele redujo la violencia homicida de El Salvador a niveles que nunca habíamos visto. ¿Cómo lo hizo? Pactando con las pandillas y ordenando un régimen de excepción que ha violado los derechos de juicio justo de decenas de miles de personas, convirtiéndonos en el país con la tasa carcelaria más alta del mundo, con cerca del 1,4% de la población encarcelada.

-Pero la población evidentemente lo aprueba.

-Aún lo aprueba, porque ya se le ha creado alguna pequeña mella con el encarcelamiento de gente inocente, con la muerte de más de 145 personas no juzgadas dentro de la cárcel y la tortura sistemática. Pero Bukele ha llegado a una población que está profundamente desesperada y en este momento, es mi opinión, la gente cree más por fe, o de una forma mística, que con razón. Después de agotados los períodos de la derecha y la izquierda, la gente dejó de creer en partidos políticos y a Bukele lo admiran como a un mesías. Yo sigo creyendo que los tiempos de los hombres autoritarios duran poco, y que Bukele, después de que se reelija inconstitucionalmente, va a empezar a utilizar más todo el artefacto que ha creado -con los militares, las leyes que ha modificado y el régimen de excepción- para reprimir a la gente cuando lo deje de aplaudir.

-¿Las maras ya no controlan ninguna ciudad? ¿Están totalmente derrotadas?

-Las maras ya no controlan ninguna ciudad. Las pandillas que controlaban gran parte del territorio nacional están ahora desarticuladas. Es decir, ¿aún hay pandilleros? Sí, bastantes pandilleros libres. ¿Están operando como pandilla? No, están principalmente escondiéndose o han huido del país. Todo el mando central de las pandillas que controló las negociaciones con los gobiernos y los partidos desde 2012 está completamente desarticulado. El control de los territorios que permitía que las pandillas mediaran y controlaran tu vida, decidieran cómo ibas a entrar a tu colonia, quién te podía visitar, a qué horas tenías que apagar la luz, ya no existe. Y la extorsión pandillera en El Salvador está a punto de desaparecer. Todavía quedan algunos vestigios. Nos dicen los empresarios que hacen repartos en zonas muy profundas que todavía eventualmente delincuentes les cobran. Pero las pandillas, tal como las conocíamos, han sido desarticuladas.

Óscar Martínez
Óscar Martínez.
Foto: Francisco Flores.

-Y eso tuvo que tener un impacto positivo en la sociedad. ¿Qué sensibilidad hay al respecto?

-La mayor parte de la población está feliz con la desaparición de las pandillas. Desde una señora que antes no podía ni siquiera sacar un puesto de pastelitos a la calle, hasta un empresario de llantas que antes tenía que entregar el 15% de sus ganancias mensuales a la pandilla, están todos felices. O el simple hecho de que tus hijos en una colonia obrera puedan salir a jugar a un parque que ya no es ocupado por los pandilleros… Ha cambiado la vida cotidiana de decenas de miles de salvadoreños, sin duda alguna.

-Sin embargo, aun así, usted mantiene una mirada crítica con el medio elegido para llegar a este objetivo.

-Lo que pasa es que yo creo que la sustitución ha sido muy compleja. En primer lugar, las razones por las que las pandillas se originaron -miseria, marginación, falta de oportunidades- siguen ahí. En El Salvador desde que Bukele llegó al poder hay 300 mil pobres más. Ha habido una reducción del presupuesto de salud para poder invertir más en los militares y se ha reducido el presupuesto de la educación; pero sobre todo, el Estado está camino a convertirse en una mafia de Estado y ya empezaron a surgir casos de policías que están extorsionando a la gente con el régimen de excepción. La tortura se ha vuelto a sistematizar; en las cárceles la tortura es sistemática desde que entrás. Para acabar con las pandillas, Bukele destruyó la democracia, eliminó la presunción de inocencia y eliminó la posibilidad de tener una defensa justa; instauró los juicios masivos y modificaron la ley para poder juzgar a 600 personas en una misma sala sin individualización alguna. Es decir, yo creo que a El Salvador la extinción de las pandillas tal como las conocíamos nos va a costar la instalación de un régimen autoritario. Claro que entiendo que la gente esté feliz de que ya no haya pandillas, pero a la larga la gente va a padecer las consecuencias de una dictadura, eso también lo creo.

-¿Había otra manera de terminar con las pandillas?

-Sí, no tenías que convertirte en un dictador para acabar con las pandillas.

-¿Y hubiera sido tan rápido como lo fue ahora?

-Quizás no habría sido tan rápido, pero creo que habría sido más eficiente.

-¿Cómo debería haber sido?

-La primera opción que a mí se me ocurre, muy sencilla, era probar construir un Estado realmente democrático. ¿A qué me refiero? Había fiscales en El Salvador que tenían una sobrecarga de casos de hasta 500 homicidios. Si hubieran construido un Estado sólido donde la fiscalía pudiera hacer una investigación eficiente; si se hubiera depurado el sistema judicial y si se hubiera generado una policía investigativa, realmente los casos sobre pandillas hubieran empezado a progresar de una forma más rápida y si desaparecía la impunidad, la pertenencia a las pandillas perdía su seducción. Había formas de intentar el modelo democrático que en El Salvador nunca se intentó profundamente.

-Bukele, según ha publicado El Faro en reiteradas oportunidades, ha mantenido pactos con las pandillas, pero él lo ha negado.

-Ese es un hecho comprobado. Si no lo fuera, estaría preso, porque he escrito sobre ello muchas veces. Nosotros demostramos el pacto de Bukele con las pandillas con documentos oficiales del gobierno, con audios en los que funcionarios de él hablan con los pandilleros; pero hay documentos firmados y sellados de la inteligencia penitenciaria que relatan ese pacto. Bukele negoció con las pandillas durante tres años para que asesinaran menos y les otorgó beneficios carcelarios y extracarcelarios. Y cuando eso le fracasó, la Mara Salvatrucha asesinó a 87 salvadoreños.

-El periodista Hugo Alconada Mon, que estuvo en Uruguay el año pasado, contó a El País que hay lugares públicos en Argentina a los que no puede ir por temor a ataques. ¿A usted le pasa algo similar? Ha tenido varias amenazas. ¿Cómo lidia con eso?

-Varios hemos recibido amenazas. Tuvimos que tener escolta personal o hacer exilios largos, preventivos, durante meses. ¿Cómo lidiamos con eso? En primer lugar, modificamos el ritmo del periodismo. Empezamos a hacer un periodismo más pausado, para que antes de publicar un artículo podamos medir las consecuencias. En segundo lugar, fortalecimos el área administrativa, que es la que nos permite, por ejemplo, enfrentar otro tipo de acosos, como los de Hacienda.

-¿Por eso fue que El Faro mudó la parte administrativa a Costa Rica?

-Si nosotros no hubiéramos fortalecido el área administrativa, Bukele nos hubiera cerrado a estas alturas con sus espurias auditorías.

-¿Cuántas veces ha sentido que realmente había un riesgo para su vida o la de su familia?

-Varias. Mi hija ya no vive en el país, por ejemplo. Nos intentaron matar en 2010, después de revelar un cártel donde había policías y políticos. Nos intentaron asesinar de nuevo en 2015, tras descubrir las masacres policiales, y ya habíamos salido del país. Nos han amenazado las pandillas públicamente, nos han intervenido los celulares de 22 miembros del periódico. Solo en mi caso fueron 43 intervenciones. Vivimos en una región poco democrática, donde los gobiernos no creen que la democracia sea la vía de gobierno necesaria y terminan imponiéndose los autoritarismos mesiánicos. Y a esos regímenes no les gusta el periodismo independiente. No hay mucho más.

El periodismo hace que a los corruptos les sea un poquito más difícil hacer lo que hacen

-¿Hace falta más periodismo de investigación en Latinoamérica?

-Sí, hace falta más periodismo de investigación en Latinoamérica. Hace falta más periodismo pausado. Hace falta más periodismo. Es necesario no solo más periodismo de investigación, sino que los grandes medios que aún resisten y sobreviven tengan una agenda propia y se desliguen de las conferencias de prensa, como si esa fuera su agenda natural. En una región donde los autoritarismos individuales resurgen, donde tenés a un Milei, a un Bolsonaro, a un Bukele, a un Daniel Ortega, a un López Obrador, donde tenés a un Correa intentando volver al poder de Ecuador, claro que hace falta más periodismo de investigación. Porque uno de los rasgos de los autoritarismos es ocultar información. Y una de las características del periodismo pausado y profundo de investigación es revelar lo que no quieren que se sepa.

-¿Le gratifica ver cuando un poderoso cae por una publicación suya?

-No te lo voy a negar. A mí ser obstáculo de los poderosos, ahora o dentro de 10 años, me excita mucho. No lo niego. Me gusta ser obstáculo. Me gusta pensar, aunque a veces, muchas veces no lo lográs, que una de las funciones del periodismo es hacer que a los corruptos les sea al menos un poquito más difícil hacer lo que hacen.

-¿Es tarea del periodismo tratar de eliminar la corrupción?

-No, eso no puede ser una aspiración de un periodista. Esa es una premisa que metodológicamente no tiene sentido. Lo que el periodismo tiene que hacer es ejecutar sus verbos: descubrir, revelar, explicar.

Las pandillas no llegarán a uruguay

-El vicepresidente salvadoreño Félix Ulloa ha dicho que países como Uruguay deben estar atentos de no ser destino de los pandilleros que huyeron de El Salvador. ¿Ve factible que haya pandillas que puedan arraigarse en Uruguay?

-Eso no va a pasar. Llevo estudiándolas desde al menos el año 2010. Las pandillas centroamericanas responden a un contexto de posguerra muy concreto. Migraron del sur de California en un momento concreto, por efecto de una deportación masiva estadounidense, y aprovecharon instituciones muy débiles que fueron indispensables para que existieran. No hay ninguna posibilidad de que lleguen a Uruguay y traten de organizar una estructura.

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