En menos de cuatro meses, el Ministerio del Interior tendría que estar aplicando un plan integral para mejorar la alimentación en el Unidad 4, el centro penitenciario más grande del país, ubicado en Santiago Vázquez. A través del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), la cartera deberá cumplir una orden judicial motivada por un recurso de hábeas corpus presentado por el comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Juan Miguel Petit.
Los problemas, algunos ya “crónicos”, fueron certificados por Petit en varias visitas a esa cárcel efectuadas durante el mes de abril. En particular -según el informe al que accedió El País- que la cantidad y la calidad de alimentos allí brindados resulta insuficiente, con ausencia de frutas y huevos y escasa diversidad de verduras.
Para Petit esto resulta relevante sobre todo para los reclusos que dependen exclusivamente de la comida que les brinda en la cárcel, al no recibir ayuda de familiares ni poder comprar alimentos en el “supermercado” de la prisión cuyos precios, en algunos casos, son 30% superiores a de los comercios fuera de la cárcel.
¿Qué comen los presos? El último informe anual de Petit señala que, en características, calidad y cantidad, la alimentación depende de la administración penitenciaria. El INR, marcó, realizaba compras de alimentos de forma centralizada y anual. Así, en caso de existir un incremento de reclusos mayor al previsto -en la Unidad 4 hay 5.000- se procede a distribuir los excedentes de otras prisiones o, directamente, a darle la misma cantidad de alimentos a un número mayor de reclusos. Por otra parte, el monto mensual fijo para determinados productos no prevé la natural evolución de los precios.
La estimación en Santiago Vázquez es de un promedio de 2.094 calorías per cápita, por debajo de las 2.200 a 2.600 necesarias entre los hombres adultos. El listado de alimentos permite ver una escasa variedad de hortalizas y la ausencia de frutas -que no se entregan para evitar que se elabore “escabio”- o huevos.
En guisos o ensopados, si en el almuerzo se usa arroz y cerdo, en la cena se procura que sea fideos con aguja y pollo. Según el informe de Petit, el personal sigue una serie de estrategias para que los alimentos rindan más. Por ejemplo, no pelar las papas, agregar pimentón a la salsa de tomate o colocar los fideos y el arroz y extender el hervor para que la olla “explote”. Muchas veces, el aceite para cocinar es reemplazado con grasa de cerdo.
Las cifras, por otra parte, se basan en lo otorgado oficialmente por el centro penitenciario, y no tienen en cuenta la desigual distribución.
A eso se le suma, se indica, una inadecuada gestión de la alimentación. La comida es elaborada en ollas de 500 litros y luego se traspasa a recipientes más pequeños para trasladarla a los doce módulos que componen la prisión.
En una de sus visitas, Petit dijo haber observado carne de cerdo con elevada grasa visible y escasamente cocinada, fideos tipo moñas, papas, zapallo y cebolla.
Las ollas pequeñas son depositadas luego en un carro con el que un “ranchero” entrega “a su criterio” una vianda a repartir entre todos los reclusos en cada celda. Así, dijo, cada uno “rescataba o se servía lo que podía”, lo que, al ser poco y estar todo junto, el alimento “probablemente suela convertirse en un elemento de disputa”. Petit dijo haber verificado la “precaria o incluso la directamente inexistente higiene” de las viandas, además de la insuficiente cantidad y calidad de los alimentos.
En su dictamen, la Justicia tomó las recomendaciones efectuadas por el comisionado. Entre las sugerencias de Petit, contenidas en un plan de 20 puntos, está la inclusión en la dieta de todos los grupos de alimentos recomendados por Salud Pública, en especial de la provisión mínima de dos frutas a diario. Con respecto a la carne, dijo que se debería realizar un mayor fraccionamiento, para asegurar así una porción equitativa para todos los reclusos.
Menos plata para dar de comer a más reclusos
Las últimas cifras oficiales disponibles indican que el Estado invirtió en 2022 unos $ 399 millones para gastos de alimentación de todos los internos del sistema carcelario. En promedio, equivale a unos $ 87 por día por persona, $ 10 menos que lo que se invirtió per cápita en el año anterior. Eso se explica por dos factores: por una caída en valores absolutos en los montos globales invertidos, como por el aumento de la población carcelaria que se debe alimentar. La última Rendición de Cuentas previó $ 30 millones para reforzar rubros en Santiago Vázquez y Canelones.