El clima era hostil, el momento del gobierno no era el mejor -la tormenta política que atraviesa por las derivaciones del caso Marset todavía soplan con fuerza- y lo que tenía por delante el presidente era la inauguración “más emblemática” de su gestión, al decir de un importante integrante de esta administración.

Pero ya al llegar a Santín Carlos Rossi y Pedro Castellano, en donde se inauguraría el hospital del Cerro de ASSE -vieja promesa de campaña-, Luis Lacalle Pou constató lo que sabía lo esperaba: una tensión compuesta por intensos reclamos de militantes del Frente Amplio, y gritos de apoyo de parte de los suyos, sobre todo de militantes nacionalistas -y en particular del sector Espacio 40.

No fue fácil, y lo que se encontró, más la actual circunstancia política, para varios dirigentes del Partido Nacional que estaban presentes y se sentaron en primera fila a escuchar los discursos -bajo el sol de las cinco de la tarde que caía pesado sobre los trajes de los políticos- es la explicación del discurso diferente que hizo el presidente al subirse al estrado. No tanto por lo que dijo -aunque también por lo que dijo- sino por las formas -la voz temblorosa al alzarla al borde del grito, la gestualidad vehemente- que hizo a muchos sentir que presenciaban un acto de campaña. Algo que se vio como necesario, según señaló a El País un legislador nacionalista que estaba en el acto, porque el momento complejo que sufre el gobierno y, con el gobierno, el Partido Nacional, ha generado “mucha desazón en la tropa” blanca, que en este sentido pedía que “el capitán se pusiera el brazalete” en alusión al único líder de este partido.

La de ayer fue además la primera aparición pública que dio Lacalle Pou luego de la conferencia que dio este sábado de noche, y en la que anunció el cese de tres jerarcas -el ministro y subsecretario del Interior más el asesor presidencial Roberto Lafluf-, todo como consecuencia de revelaciones incómodas para el gobierno que hizo la exvicecanciller Carolina Ache en Fiscalía, y que de momento dejó sentada la tesis de que el Poder Ejecutivo buscó ocultar un chat que demostraba que las autoridades conocían al narcotraficante Sebastián Marset al momento de otorgarle un pasaporte en noviembre de 2021.

Los gritos de la militancia frenteamplista, que se hizo presente con bombos y cornetas, hacían directa referencia a este problema político, al igual que los carteles, que contenían frases como “con un hospitalito no se tapa la corrupción, la mafia ni el hambre en niños” -firmado por el Movimiento de Participación Popular-; “el presidente sabía”; o “Estado narco”.

Y el presidente no perdió oportunidad de dirigirse a quienes lo estaban acribillando. Los miró atento mientras se entonaba el himno -y los militantes, sin cantarlo, insultaban-, y les habló casi al comienzo de su discurso, cuando afirmó que él prefería expresarse “de manera serena y respetuosa porque la razón no se tiene porque se levante la voz, el volumen o porque se grite”. “Siempre admiré el coraje silencioso -dijo también al comenzar-, que es el que se demuestra en el sacrificio, en el trabajo, defendiendo las opiniones y respetando a los demás”.

Foto: Juan Pablo Ramos.

Como gran parte de quienes lo insultaban de todas las formas le señalaban que no era del Cerro y que se fuera, Lacalle Pou de alguna manera fue respondiendo ese punto. Aseguró que “por suerte (desde) hace muchos años” recorre este barrio y los aledaños, y que sus vecinos serán ahora “beneficiados” con el hospital que estaba inaugurando y que era un reclamo de la gente que desde hacía 25 años lo pedía “como prioridad”.

Y volvió a hablarles al final, cuando de hecho explicitó que lo que diría iba dirigido a los que están “con ganas de que termine”. “Quedan 481 días de gobierno. ¿Y saben qué? Cuando pasen esos 481 días, ¿saben dónde yo voy a volver? Acá, al Cerro, como siempre vine, con una pequeña diferencia: hay un cartelito allá, dentro de todo los que me han dedicado hoy, (que dice) ‘hacete cargo’... Demás está decir”.

El intercambio con los militantes que en su mayoría eran del MPP no terminó allí, porque varios de ellos buscaron encararlo cuando comenzó la recorrida por el nuevo edificio.

Detuvo en un momento la rápida caminata al bordear la esquina para responderle a uno de ellos, que le dijo lo mismo, que se hiciera cargo (eslogan de su propia campaña en 2019).

“Estoy tratando, jefe -respondió-. Estamos en eso. Gracias.

Al siguiente, sobre la avenida Carlos María Ramírez, al que le dijo “narco ladrón” a los gritos y varias veces, el mandatario lo buscó furioso con la mirada. Pero eligió no contestar.

El discurso era sobre el hospital, pero el presidente enlazó otros conceptos para hacer una defensa de los ejes de su gobierno, en especial el que considera que es el “fuerte componente social”. Y entonces dijo: “Lo que pasa es que no hacemos gárgaras con el desarrollo social y la asistencia a los que más necesitan, porque se hace y no se dice”.

Foto: Joaquín Silva.

Luego habló de la “vocación social del gobierno” para referirse a la política que llevó adelante durante la pandemia. “Cuando muchos pedían cuarentena obligatoria, nosotros nos negamos a encerrar a la gente que tiene que llevar el peso para la casa, y no debe haber habido acción más difícil y revolucionaria que darle libertad a la gente”, exclamó Lacalle Pou encendido, y a continuación afirmó que su gobierno buscó generar un “componente social” también en los “lugares más alejados del interior, esos que no salen en la prensa, que no tienen quién le haga un cartel”.

Así, siguió su discurso. Ante cada afirmación, recibía una ovación de los blancos que lo obligaba a parar antes de seguir, y al tiempo un griterío de desaprobación y odio de los frenteamplistas.

Foto: Juan Manuel Ramos