Cada cinco años, los uruguayos son convocados a elegir al próximo presidente de la República. Los candidatos pasan, las alianzas mutan y sus improntas varían tanto como sus propuestas y programas. Sin embargo, elección tras elección, el último domingo de octubre -y tal vez de noviembre- siempre habrá una pregunta subyacente, que por inercia orientará al votante: ¿continuidad o cambio?
Con el objetivo de dimensionar cuánto pesa este factor ante la actual oferta electoral, la consultora Factum realizó una encuesta específica entre el 21 de agosto y el 6 de setiembre. El relevamiento muestra cuál es el estado de ánimo de la ciudadanía en el cuarto bimestre de 2023, pero será complementada con posteriores análisis de aquí a lo que resta del ciclo electoral.
De cara a octubre de 2024, se le consultó a 900 personas si en el próximo período preferiría que “siga la coalición que gobierna ahora”, “que se vaya la coalición y vuelva el Frente Amplio (FA)” o “que se vaya la coalición pero que no vuelva el FA”. También se dio la opción de responder “no sabe o no contesta”.
Uno de los principales hallazgos es que más de uno de cada 10 uruguayos no está conforme con la oferta de bloques: 12% de los encuestados preferiría que ninguna de las dos coaliciones gobierne. Si se observa el dato por franjas, son los votantes más jóvenes -de entre 18 y 33 años- los que más disconformes están con el escenario político, ya que 17% escogió esta opción. En el extremo opuesto están los ciudadanos de entre 49 y 61 años, de los cuales tan solo el 6% se inclinó por esta posibilidad.
A su vez, 13% del total respondió que aún no sabe o no quiso contestar. Si se suman ambas opciones, la encuesta refleja que un cuarto del electorado (25%) no está alineado -aún- ni con el FA ni con la coalición multicolor.
Sin embargo, entre quienes sí se inclinan por la continuidad o por el cambio, son mayoría los que quieren que vuelva a gobernar el FA (39%), aunque por poco margen. El 36% preferiría que la coalición oficialista tuviera un segundo tiempo entre 2025 y 2030.
¿Qué lectura se puede hacer de los datos y cuánto margen hay para que, como pasó en la contienda de 2019, surjan figuras que busquen llenar esos aparentes vacíos de representatividad? ¿Cuál es el perfil de los votantes que no se inclinan ni por la continuidad ni por el cambio con el FA?
Oficialismo
Eduardo Bottinelli, director de Factum, explicó a El País que “un margen interesante” de ese 12% inconforme corresponde a simpatizantes de Cabildo Abierto (CA) y del Partido Colorado (PC). Ahí está en juego cómo identifican a la coalición de gobierno: “como algo del Partido Nacional (PN) o, si se quiere, liderada por él”. El sociólogo agregó que “los matices están en que una parte del electorado no quiere que la coalición funcione tal como está”.
¿Debería el oficialismo, pero sobre todo el PN, repensar cómo articulan los partidos para fidelizar sus votos? Bottinelli consideró que sí. “Creo que los socios se imaginaron un esquema distinto de funcionamiento, y que la forma elegida por el presidente (Luis Lacalle Pou) generó rispideces. Mientras que los socios esperaban que fuera un cogobierno, el presidente lo trazó como un gobierno del PN con socios, donde se les dio una parte de los ministerios, pero no todos, y siempre puso a alguien de su partido en un puesto clave”, opinó el director de Factum.
“Hemos hablado mucho de la rueda de carro sin llanta. Hay un centro, que es el presidente, y rayos que no se unen nunca”, señaló el analista. A su juicio, esto se vio reflejado desde que se firmó el acuerdo programático para el balotaje de 2019 -donde cada partido hizo sus aportes por separado- y luego en instancias decisivas como la confección del Presupuesto Nacional y los aportes a la Ley de Urgente Consideración. Por lo tanto, basándose en la lectura de los datos, Bottinelli concluyó que el eventual rediseño de cómo interactúan los socios será “central” para “poder revalidar la coalición”.
¿Podrá la alianza mantenerse unida si en el próximo período le toca ser oposición? Para el director de Factum, esta “es una incógnita importante”. “Es una coalición electoral que luego se transformó en gobierno, pero no se considera a sí misma un bloque político. Hay que ver si dentro de los acuerdos está la actuación monolítica en el Parlamento. No creo que estén dadas las condiciones para la conformación de un lema común, más allá de las departamentales”, dijo.
En la encuesta, la popularidad de la alianza oficialista crece cuanto más edad tienen los votantes, mientras que con el FA sucede prácticamente lo inverso. La franja etaria más receptiva hacia la coalición de izquierda es la que comprende a votantes de entre 34 y 48 años, mientras que quienes tienen 62 años o más son los menos adeptos.
Bottinelli remarcó la necesidad de seguir profundizando el análisis, no solo reiterando la pregunta conforme se acerque la elección, sino también indagando sobre los motivos que llevan al descontento de una parte de los ciudadanos. Sin embargo, el actual escenario -con 25% de personas disconformes con las opciones presentes- no se diferencia tanto del de 2019. “Los resultados reflejan algunas cosas que ya pasaron. Por ejemplo: el volumen de votos que tuvo Juan Sartori; el de Ernesto Talvi, como un emergente novedoso en el sistema político; el de Guido Manini Ríos, como un outsider; el voto más contestatario al sistema, del Partido Ecologista Radical Intransigente y Gustavo Salle. Cuando uno los junta, están en el entorno del 20%. Quizás lo de Talvi es más border, en el sentido de que estaba dentro de un partido tradicional, que ya era conocido, pero venía a representar lo distinto”, valoró Bottinelli.
Aunque a esta altura del partido Sartori recién asomaba como precandidato y Manini Ríos seguía siendo comandante en jefe del Ejército, el director de Factum entiende que no están dadas las condiciones para que aparezcan figuras disruptivas, capaces de hasta conquistar bancas en el Senado. “La capacidad de captación de electorado tendría que estar muy fuertemente focalizada en esos segmentos, que no son homogéneos, que no están conformes con la oferta actual. Es difícil de conseguir”, valoró.
Oposición
El FA trabaja desde hace meses en una estrategia que le permita ampliar el paraguas electoral, apuntando no solo a los votos de sus militantes sino también a los de aquellos ciudadanos que sintonicen con su forma de ver el país. Finalmente, el Plenario Nacional decidió que se presentará con el lema “Frente Amplio”, llegando a un “acuerdo programático y electoral” con sus potenciales aliados.
Como informó La Diaria, en su momento se barajó la posibilidad de reeditar la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nuevo Espacio, que consagró a Tabaré Vázquez como presidente en 2004. La decisión de no recorrer el mismo camino fue cuestionada por posibles aliados, como el publicista Esteban Valenti. No obstante, Bottinelli observó que los análisis de Factum y “la historia misma” demuestran que al Frente Amplio no le fue “especialmente beneficioso”. Analizando los datos de 1994 en adelante, dijo, “da que el FA fue creciendo sistemáticamente y que no fue el Encuentro Progresista lo que le hizo ganar”.
FA sellaría “autoderrota” si fija meta para junio
Eduardo Bottinelli, director de Factum, entiende que para captar a los indecisos, la oposición debería apuntar a “generar distintos espacios de izquierda que confluyan en una coalición”, pero manteniendo su orgánica.
Para el FA, la principal contrapartida de no generar un nuevo lema es que posiblemente se amputará la posibilidad de ganar en primera vuelta. No obstante, el sociólogo aseguró que por ahora no están dadas las condiciones para una contienda sin balotaje. “Sí cambiaría después, en el Parlamento, por la disciplina partidaria. Pero de momento no surge que generar una alianza más grande le dé un crecimiento al FA”, añadió.
Ante la consulta de El País, el analista dudó del plan para alcanzar el millón de votos en las elecciones internas, que en junio fue presentado a la Mesa Política como un borrador. Para Bottinelli, proponerse esa meta sería sellar una “autoderrota”.
“¿Qué necesidad tiene el FA de exponerse con un piso de votos? Ninguna, cuando en la mejor votación que tuvo en una interna no llegó a los 500.000. Es inalcanzable totalmente”, consideró. “Si no te ponés un número, en función del que tengas podés reaccionar. Seguramente sea mejor que el de 2019. Arriba de 250.000 votos puede ser presentado como un triunfo, pero por debajo del millón es una derrota. Entonces, creo que sería un error comunicacional importante”, valoró. Como ejemplo, recordó los discursos triunfalistas de Luiz Inácio Lula da Silva y Javier Milei en la primera vuelta electoral de sus países.
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