EFECTOS DE LA PANDEMIA
Ya hubo casos positivos de coronavirus en ensayos; algunos proponen hacer la fiesta sin concurso de Carnaval.
Dios Momo está de luto. Ya murieron el desfile inaugural y las llamadas, y el concurso es un paciente crítico. El pronóstico para la fiesta es, por ahora, reservado. La intendenta Carolina Cosse dijo la semana pasada que el Carnaval está “en pausa”, y esto implica que se detuvieron los ensayos y se postergaron las pruebas de admisión.
El Carnaval es alegría, guirnaldas, trajes de colores, coros de murgas. Es fiesta popular a precios que cada vez se vuelven menos populares, y un instrumento para la protesta. Pero es, sobre todo quizá, una fuente de trabajo para más de 40.000 personas, entre componentes, coreógrafos, maquilladores, escenógrafos, músicos, utileros, acomodadores y vendedores de refrescos, por nombrar algunos.
“Son más de 40.000 familias que están a la expectativa. Es una situación muy difícil”, dice Carlos Nípoli, histórico parodista, integrante de los famosos Gaby’s, y parte de la directiva de Daecpu (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay).
La “pausa” impuesta por Cosse corre hasta el próximo viernes, fecha límite que puso el gobierno nacional para dar a conocer el estado de situación, luego de anunciadas las últimas medidas. Se espera, según supo El País, que se comuniquen nuevas restricciones.
Sin embargo, Nípoli es optimista. “Desde la intendencia nos dijeron que los conjuntos tienen que seguir yendo a inscribirse, eso no se cortó, y es una ventanita que nos hace ver una luz de esperanza”, explica.
Myriam Bertolini, cantante y vocera del Sindicato Único de Carnavaleros del Uruguay (Sucau), advierte que “la preocupación es grande”, porque “las fuentes de trabajo que se podrían perder son muchísimas”. Y el problema, sostiene, no es tanto el concurso, sino saber, “en caso de que haya Carnaval, cuántos escenarios van a estar disponibles”.
Según supo El País los dueños de tablados pidieron a Daecpu bajar la cantidad de dinero que pagan por grupo (la cual varía según qué tan taquillero sea cada uno), pero esto fue descartado pues adujeron que ya en este 2020 no se hizo una corrección de los precios. Es un secreto a voces que varios escenarios ya decidieron no abrir.
Nuevas reglas
El problema más grande que se tiene para hacer Carnaval en pandemia es el amontonamiento de personas, por eso en su momento se había manejado la posibilidad de hacer el desfile en el Centenario, lo que fue descartado. Ahora el plan -surgido de reuniones de Daecpu con las autoridades- es que para el concurso en el Teatro de Verano se baje el aforo al 30%, así que de los 4.500 lugares disponibles quedarían solo 1.350. Lo que también correría para los tablados.
Pero también se deberían llevar a cabo otros cambios. Por ejemplo, cada vez que un conjunto termina de concursar baja -por reglamento- por la escalera a la izquierda del escenario del Teatro de Verano y hace un recorrido hasta una zona conocida como “el pedregullo”, donde los componentes suelen encontrarse con sus familias. Pues bien, esto sería descartado, señala Nípoli.
Además, se maneja la posibilidad de que se disminuyan los minutos de los espectáculos: los más largos son los de los parodistas (70 minutos). Y bajar la cantidad de componentes. Estas dos cosas, también, implican modificaciones en las reglas.
“Si se hace, va a ser un carnaval muy austero”, continúa Nípoli, y cuenta que se buscaría hacer una “escenografía única”, para que los conjuntos “no pierdan planta en eso”. En cuanto el vestuario, el dirigente de Daecpu vaticina que “se deberían reciclar ropas”, ya que hay poco dinero y además los conjuntos se vieron impedidos de traer telas y plumas del exterior, algo que hacen todos los años.
Que sí, que no
Hay algunos conjuntos que ya decidieron dar un paso al costado. Es el caso, por ejemplo, de parodistas Nazarenos, irectores responsables del grupo y, al igual que su padre, Miguel Villalba, una de las principales voces de la fiesta.
“Manejamos mucha gente por noche y no podemos hacernos responsables de esto. Prefiero tener a mi viejo muchos años más que perderlo en dos meses por esta locura”, señala Fabián. Pero más allá del factor sanitario y familiar, advierte que dada la particularidad de la pandemia “es imposible” instrumentar un concurso como este.
La fiesta está compuesta por tres vueltas: dos en las que participan todos los conjuntos (salvo que sus espectáculos no lleguen a un mínimo -muy mínimo- nivel de dignidad, entonces son descartados ya en la primera) y una tercera, la llamada liguilla, en la que actúan solo los finalistas. Cada vuelta dura más o menos diez días, dependiendo de las etapas que se tengan que suspender, algo que suele suceder por culpa de las lluvias. Fabián explica que en caso que se detecte un positivo -algo que ya ha pasado en ensayos- esa persona se queda ya sin Carnaval, y los otros, además, quedan a la espera de que los hisopen. “Es impracticable”, advierte.
“Hay gente que se enferma y se puede sustituir, pero hay otras que por el peso que tienen en el devenir del espectáculo no son sustituibles”, señala en tanto Horacio Rubino, director responsable de los parodistas Momosapiens, que este año cumplen 30 años en el Carnaval, un récord histórico. Rubino todavía no se resignó a que no haya fiesta, pero alerta que la situación se torna “obviamente cada vez más difícil”.
“Yo sigo trabajando y gastando dinero, por ejemplo, en el vestuario, pero va a llegar un momento que en caso de que esto no se confirme voy a tener que parar. Si lamentablemente no hay Carnaval queremos que nos lo digan ya”, advierte Rubino, que hoy no forma parte de la directiva de Daecpu, y que dice les planteó a algunos compañeros hacer un Carnaval sin concurso, para evitarse tantas reglas además de los protocolos sanitarios, pero no encontró eco. También sugirió hacer un Carnaval por televisión, para lo que alguna empresa debería interesarse en transmitirlo y remunerarlo. Bertolini, de Sucau, dice que no ve esto como una posibilidad, ya que se encuentran enfrentados a la empresa Tenfield a quienes les reclaman les paguen “derecho de imagen”.
En igual sentido que Rubino se ha pronunciado Christian Font, conductor de radio y televisión, y también carnavalero, que este año se prepara para ser parte del staff de la murga sanducera Jardín de Pueblo. “El Carnaval tiene hoy la oportunidad de reinventarse, lo que implica renunciar a códigos y prácticas muy arraigados. Se podría pensar en algo virtual, o en algo que no implique concurso sino un espectáculo público al aire libre protocolizado. Habría que pensar otra dinámica que no sea: ensayo, hago tablados, cobro, concurso, trato de ganar, cobro parte del premio… Si pensamos en una lógica distinta, solo en llevarle el espectáculo a la gente, debería existir la manera para que en este 2021 haya fiesta”, cierra Font.
Fabián Villalba, en tanto, ya piensa en 2022. Y dice que Nazarenos, para el año de la posible reencarnación de Dios Momo, ya prepara la parodia sobre la vida de Tabaré Vázquez.
Los protagonistas
“Mis ingresos son los shows, los eventos y el Carnaval, y con esto se nos cortó todo. Si se llega a suspender es un desastre. Muchos sponsors también están esperando a ver si ponen dinero. Estoy desde agosto ensayando y haciendo los textos. Si esto no se hace, no sé qué voy a hacer”.
“Hace como tres meses que estamos ensayando. Tenemos que dar la prueba de admisión. Estamos pisando nubes. Es una incertidumbre total, porque aunque el viernes nos digan que podemos volver porque mejoró la cosa, puede ser que en dos semanas todo vuelva a cambiar”.
“Todos los días aparece una noticia que no ayuda en nada a que haya Carnaval. Yo no vivo del Carnaval, pero hay gente que sí, y que tiene este momento del año como un empuje a su economía, y que vive una total incertidumbre. Si se baja la cortina debemos saberlo lo antes posible”.