Por Joaquín Silva
El ánimo en el gobierno es un subibaja desde hace meses, al ritmo de la fluctuación de las encuestas -cuyos resultados de aprobación y preferencias electorales varían, más allá de ciertas estabilidades-, y el desenlace -también variable- que tienen las distintas crisis internas del oficialismo, desde la polémica por la entrega de casas en forma directa por parte de la exministra Irene Moreira, pasando por las denuncias de abuso sexual infantil contra el senador Gustavo Penadés, hasta el uso del Hospital Policial de autoridades civiles como Santiago González, que dejó su cargo luego de mentir y contradecirse.
Pero en los últimos días, y más allá del estrés que sigue generando el déficit hídrico que tiene comprometida la provisión de agua potable para el área metropolitana, en la Torre Ejecutiva predomina cierto optimismo, a raíz de cómo se proyecta el gobierno para el tramo final de su gestión (ver recuadro). Pero, sobre todo, satisfacción con cómo se afrontó discursivamente la problemática del agua, con una figura de relevancia a la cabeza, que no es otro que Álvaro Delgado.
El comentario casi automático que se extendió rápidamente en filas oficialistas fue la asociación que generó la conferencia de prensa que dio el martes el secretario de la Presidencia con los anuncios y los mensajes que daba el mismo vocero tres años atrás, cuando la pandemia por el coronavirus había desembarcado en Uruguay y la incertidumbre que predominaba en la ciudadanía demandaba respuestas de una figura que despertara “confiabilidad”.
Porque es ese uno de los principales atributos que, creen en Presidencia, tiene hoy Álvaro Delgado, lo cual es lo mismo que decir que ese es uno de los principales activos que posee quien hoy es el favorito a imponerse en las internas del Partido Nacional, a juzgar por las encuestas que desde hace meses vienen midiendo las preferencias de los nacionalistas y que sitúan al secretario de la Presidencia despegado del resto, incluyendo a la excandidata a intendenta de Montevideo, Laura Raffo.
Por eso en su entorno ya hablan desde hace tiempo del carácter de “continuidad” que buscan que represente la figura de Delgado, para lo cual calzó casi a la perfección que llegara esta semana una oportunidad para recordar y retraer, en el imaginario colectivo, al Delgado que los uruguayos se acostumbraron a ver en la televisión en los momentos más complejos de 2020 y 2021.
Así -razonan en el gobierno- en el prime time de este martes a la tarde, y un día antes de que el Frente Amplio interpelara a los ministros Karina Rando (Salud Pública) y Robert Bouvier (Ambiente) por la calidad del agua que se suministra en el sur del país, Delgado tuvo nuevamente la chance de mostrarse como “un capitán” que enfrenta una nueva “tormenta”, aunque qué impacto tuvo ello en la opinión pública -y cuando la crisis está lejos de culminar- es algo que quedará en la incógnita durante varias semanas.
Pero hay algo que el gobierno tiene claro: ser un “vocero calificado” que sabe “comunicar bien en situación de crisis” son características “esenciales para alguien con aspiración y posibilidades presidenciales”, indicaron a El País fuentes del Ejecutivo.
El caos
Ahora bien, en Torre Ejecutiva, como ante toda situación desafiante que desencadena debates públicos complejos, había conciencia de que todo lo relacionado con el déficit hídrico no se estaba explicando correctamente a la opinión pública, y que el Frente Amplio estaba sacando rédito político.
Se había observado que el oficialismo no lograba ganar terreno en la agenda mediática, bombardeado un día sí y otro también por malas nuevas vinculadas al faltante de agua y un pronóstico climático poco alentador. Y que en el afán de transmitir a la población el verdadero panorama, que requería el uso responsable del agua, se habían comunicado con errores datos esenciales, como por ejemplo el plazo que disponía la ciudad de Minas antes de quedarse sin agua potable -pues se indicó que era cuestión de poco más de una semana y el tiempo era sensiblemente mayor.
Por lo que, para los ojos del gobierno, se había gestado un “caos” de información y una pluralidad excesiva de voceros, lo que incluía a las autoridades de OSE, intendentes y por lo pronto a los ministros Rando y Bouvier. De tal manera que no se creaba una “visión completa” del problema de fondo.
Por eso, entre otras circunstancias que estuvieron arriba de la mesa, se entendió que Delgado -que encabezó la conferencia con el ministro Martín Lema a su lado, y en los extremos los titulares de Salud y Ambiente- podía “centrar” el discurso oficial y desplazar las “visiones parciales” y atomizadas que estaba habiendo sobre el asunto.
Claro que Delgado ha asumido, además, y desde prácticamente el inicio de esta gestión, un rol de articulación entre los ministerios en los distintos grandes proyectos, por lo que el secretario de Presidencia ya tiene incorporada una mirada integral de todo el gobierno y esto lo hacía idóneo para ser el encargado de “transmitir lo que estaba ocurriendo de una manera transparente que dejara de lado los datos fríos que no incorporaban la realidad en su conjunto”, sintetizó a El País una fuente oficial.
¿Funcionó? Lo que se entiende -siempre bajo los ojos de Presidencia- es que fue una estrategia que, como durante la emergencia sanitaria, dio sus frutos. Y que incluso con la interpelación mediante “bajó la espuma” y se dio la tranquilidad de que no se cortará el suministro de agua, con el refuerzo simbólico del anuncio de nuevas obras de contingencia.
Las dos encuestas que generan optimismo
En el balance que se hace por estas horas en el Poder Ejecutivo se incluye también los pasos que ha dado el Frente Amplio en esta problemática, que a criterio del gobierno no fueron buenos. Porque se entiende que la coalición de izquierda buscó aprovechar una “coyuntura exógena” para hacer oposición, cuando el problema de base se debió -tal es el concepto que ha repetido el oficialismo- a la falta de inversiones de las administraciones anteriores para generar “una fuente alternativa de agua”.
Pero además, este panorama se dio en una semana que tuvo al menos la difusión de dos encuestas que cayeron bien en filas del gobierno, al margen de que sean, como todas las mediciones de opinión pública, una fotografía de un momento determinado.
La más reciente es la que divulgó Cifra este martes en Canal 12, y que concluyó que el 46% de los uruguayos aprueba la gestión de Luis Lacalle Pou. Hubo un descenso, es cierto, si se toma como referencia a la aprobación que tenía el jefe de Estado durante su primer año (2020), cuando había alcanzado el 63%.
Pero continúa teniendo niveles de aprobación altos en comparación a sus antecesores. La aceptación es “menor que el de (Tabaré) Vázquez en su primer período (tenía 55%), pero algo mayor que el de Mujica (42%). La diferencia es que el presidente actual también recoge más juicios negativos que Vázquez en 2008 y también que Mujica en 2013, pero menos que Vázquez en su última presidencia”, detalla el informe de la consultora.
La otra encuesta que hizo sonreír a más de un integrante del gobierno es la que publicó Factum en el canal VTV sobre las preferencias electorales de los uruguayos y que concluye, a grandes rasgos, que si las elecciones fueran el próximo domingo la coalición sumada supera al Frente Amplio, porque el apoyo que tienen los partidos que hoy integran el oficialismo llega al 46%, contra un 41% que votaría a la oposición.
Pero el optimismo del gobierno, e incluso entre algunos dirigentes del Partido Nacional va más allá de estas mediciones, porque se asume que el último tramo de esta administración tendrá impactos positivos en la ciudadanía, de esos tangibles que pueden incidir en los próximos comicios. Habría, así, “resultados” concretos, reflejados en la culminación de varios proyectos de la obra pública -como el ferrocarril central de UPM o la relocalización de asentamientos- además de la confianza en la mejora de indicadores económicos, como el salario real en el sector privado y el crecimiento del empleo, según indicaron a El País fuentes oficiales.