Todos en el Partido Nacional sabían que esta elección que perdieron el 24 de noviembre era un partido de "todo o nada". Lo que pocos imaginaban era la derrota. Pero que ante esa posibilidad la fuerza política se sumiría en un pozo depresivo y en un intenso pase de facturas por las responsabilidades —como empezó a ocurrir en la noche misma de ese aciago domingo— era algo que ningún blanco desconocía.
El impacto que significó para los principales dirigentes leer en las pantallas con la transmisión de los tres canales privados los números que daban ganador a Yamandú Orsi produjo rápidas recriminaciones en el búnker de Álvaro Delgado, que recibieron en algún caso los allegados más próximos al candidato, hasta el postulante en persona, que debió aguantar las reacciones en calientes de varios de los que lo estaban acompañando.
La desazón, como se verá más adelante, generó varios intercambios entre senadores electos del Partido Nacional, en algún caso subidos de tono y en otros buscando todo lo contrario: que la autocrítica y el intercambio se postergue, y se haga cuando las aguas estén más calmadas y permitan un análisis "más fino".
Mientras tanto, con perfil bajo, alejado de los medios y procesando la derrota, Delgado está buscando recomponerse de un golpe que "no vio venir, como no lo vio nadie" —según sostienen en su entorno—, y ya mantuvo esta semana las primeras reuniones con los líderes de los partidos que hoy integran la coalición republicana
En la sede que todavía tiene en Bulevar Artigas y Chaná —mientras comenzó el proceso de desarme—, recibió este martes a los excandidatos presidenciales Andrés Ojeda (Partido Colorado) y Pablo Mieres (Partido Independiente). Y ayer miércoles recibió en su casa al senador Pedro Bordaberry, acompañado de los dirigentes del sector Vamos Uruguay.
En las últimas horas, también, Delgado dialogó con Guido Manini Ríos, quien no pudo renovar la banca de senador, pero continúa siendo el líder de Cabildo Abierto.
El objetivo que Delgado está buscando y dejó en claro en todas estas conversaciones, señalaron a El País allegados al excandidato, es que se instale una instancia de "coordinación" en la coalición, para que comience a funcionar unida y organizada en este período de gobierno en que actuará desde la oposición.
Delgado tiene decidido asumir su banca en el Senado —que obtuvo al competir en el segundo lugar de la plancha de Aire Fresco—, y desde allí ser una suerte de "articulador" de esta alianza de partidos en este próximo período.
Pero por delante sabe que es necesaria una "ronda" de diálogos y reuniones con los referentes de su Partido Nacional, en cuyas filas reina el "desconcierto" sobre qué caminos debe seguir este partido en estas horas de angustia y preguntas sin respuesta, y quién es el indicado para "aglutinar" a la tropa.
El líder indiscutido es Luis Lacalle Pou, pero hasta el 1º de marzo está impedido de actuar en política.
Todos los reproches entre los blancos
Dirigentes molestos hay varios, pero algunos han hecho bien visible su enojo. Entre ellos, los senadores Sebastián Da Silva —que se retiró del búnker de Delgado el domingo a las 20.32, tras conocer el resultado— y se manifestó públicamente; y Graciela Bianchi, que no ha hecho declaraciones públicas pero esa noche estalló de rabia al ver cómo Orsi había superado al candidato blanco por cuatro puntos. Según indicaron dirigentes presentes en el lugar, la senadora encaró al publicista Roberto Lafluf, a quien llamó "monje negro" y responsabilizó por hacer una campaña que, a su juicio, apuntó equivocadamente "al centro" político.
Al no recibir respuesta, Bianchi —que como varios otros dirigentes nunca aceptó que se designara a Valeria Ripoll como candidata a la vicepresidencia— hizo una recriminación similar al otro publicista de esta campaña, Diego Silva. El estrés le hizo mal, y Bianchi debió trasladarse a un centro de salud para recomponerse, mientras Delgado reconocía la derrota desde el estrado.
Hubo más reproches esa noche, que continuaron esta semana con declaraciones cruzadas en los medios.
Uno de los episodios más comentados en filas blancas fue el que protagonizaron Da Silva y el intendente de Paysandú, Nicolás Olivera. Este último había dicho a Azul FM que consideraba "cobarde" la actitud del dirigente de la lista 40 de retirarse rápidamente del lugar y que había que "dar la cara". Da Silva le respondió que "la cara de la derrota es la del intendente que pierde en su comarca" y que "cobarde" era estar "comiendo canapé viendo cómo te ganan en Paysandú".
Esto ocurrió el martes. Al otro día, el actual ministro de Transporte, José Luis Falero, señaló en Radio Universal que rechazaba "totalmente" esas declaraciones de sus compañeros por no ser "para nada saludables" y que todos podían tener "aciertos y errores".
El senador Sergio Botana, en tanto, señaló en Del Sol que parte del problema en esta elección se debió a que organismos y ministerios varios enviaron "inspecciones por doquier" para incidir en el humor popular, y Da Silva volvió a expresarse en la red social X para ratificarlo. "Así fue. Así lo advertimos en el Mides", escribió.
Lema pidió una autocrítica en "tono fraterno" y advirtió que todavía "no es el momento"
En momentos en que los grupos de WhatsApp de los blancos explotan y que algunos dirigentes no miden su enojo, el senador electo Martín Lema consideró importante transmitir que, a su criterio, la autocrítica del Partido Nacional no puede realizarse ahora. "Tenemos todavía un trago amargo por delante y no tenemos claridad para hacer un análisis fino", dijo Lema a El País.
Pero también entiende que el ámbito para hacerlo no pueden ni ser los medios ni las redes sociales. Y que, sobre todo, debe realizarse en un "tono fraterno", ya que los dirigentes son todos "compañeros de ruta".
"No hay que dejar de destacar, a pesar del resultado adverso —concluyó—, el gobierno que se hizo y la gran gestión económica que llevó adelante Azucena Arbeleche".
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