PANDEMIA
En abril, con vacunación avanzada, el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) asumirá un nuevo rol.
Fue como “el aleteo de la mariposa” de la teoría del caos: un comienzo semicasual que dio pie a una histórica colaboración de la ciencia con la política. “O una semilla que yo planté, y que quien regó e hizo florecer fue Rafael Radi, junto con Henry Cohen y Fernando Paganini”. Cualquiera de las metáforas podría servir para representar el papel que tuvo Hugo Odizzio en la creación del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH).
Lo cierto es que el hoy presidente del BPS, cuando aún era el titular de Agesic, fue el artífice del GACH: una experiencia que el 82% de los uruguayos aprueba y que está llegando a su fin, pero con miras de transformarse en algo distinto, formal y duradero.
La historia, en resumidas cuentas, comienza el 21 de marzo de 2020 cuando a Odizzio le encomiendan, desde Presidencia, trabajar en la aplicación CoronavirusUy. Rápidamente entendió que el desarrollo informático para calcular cuándo se produciría el colapso de los CTI -por aquel entonces, un destino aparentemente ineludible- requería de una visión biológica. Odizzio decidió convocar a una docena de expertos a un Zoom. “No dejes de invitar a Radi”, le sugirió Carlos Batthyány, director del Instituto Pasteur, a quien casualmente había conocido por sus preocupaciones acerca de posibles impactos de la LUC.
Odizzio debió googlear a Radi, a quien no conocía. Luego lo llamó. Ya en el encuentro virtual vio algo especial en su impronta: “Este manda”, pensó aquel 3 de abril.
Luego le propuso “ordenar” lo hablado en la reunión. Faltaba información y alguien debía buscarla y sistematizarla: qué estaba pasando en el mundo, el mentado R, todos conceptos que en aquel entonces eran ajenos a todos. Radi le pidió 48 horas para pensarlo.
La siguiente conversación telefónica se dio el domingo 5 de abril y duró dos horas. Ambos tomaron apuntes. Hablaron de “asesoramiento calificado” y de un grupo al que el presidente podría escuchar para tomar decisiones en un escenario particular. Odizzio quedó en armar un organigrama; Radi, en escribir el funcionamiento.
A partir de esos borradores, Odizzio planteó la idea en el piso 11 de la Torre Ejecutiva, primero a Roberto Lafluf y luego a Luis Lacalle Pou, quien le dijo: “Seguí avanzando, pero con cuidado”. Radi armó un documento inicial: habría un grupo de datos, uno de salud, uno de economía y uno social. También le puso el nombre, que luego incorporó la H de honorario. Pensaban que sería un esfuerzo de tres meses, no más.
“Nos preguntaban cuánto íbamos a ganar, y nosotros sentíamos que había que hacer el aporte ya y sin condicionamientos económicos”, dice Radi. Fue él quien definió la integración de Cohen y Paganini para aportar desde sus áreas de conocimiento.
Finalmente, el 16 de abril, sentados a una mesa junto con Lacalle, los tres científicos dieron el sí. Pusieron como condición dejar en claro su independencia política y que no serían responsables de las decisiones. Estaban también, Isaac Alfie, Hugo Odizzio, Gonzalo Baroni, Roberto Lafluf y Aparicio Ponce de León, quienes a su vez conformaron el grupo Transición Uy para hacer de puente entre el GACH y el presidente.
Lo que sigue es más conocido. No fueron tres meses (llevan 10) y al trabajo se incorporaron 58 técnicos para recopilar evidencia en diversas áreas. Todos los convocados aceptaron incorporarse a esta “selección uruguaya” de científicos, como se los llama en un trabajo escrito por Laura Gatti, Verónica Núñez y Paula Santos, alumnas de la Maestría en Historia Económica de Udelar. La investigación fue dirigida por los docentes Judith Sutz y Rodrigo Arocena y busca explicar el éxito y la singularidad del GACH (ver más aparte).
Un “anticuerpo” que no fue de “generación espontánea”
Un “anticuerpo”: así define al Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) un equipo de alumnas de la Maestría en Historia Económica de Udelar. El trabajo se propone “deconstruir este imaginario colectivo de excepcionalidad para incorporar al GACH en una ya larga, pero menos visible, trayectoria de instituciones científicas”. En la lista menciona al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicyt, de 1960), al Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba, de 1986), a la Comisión Sectorial de Investigación Científica (de mediados de los 90), y más acá en el tiempo al Gabinete Ministerial para la Innovación, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y el Sistema Nacional de Investigadores. Concluyen que el GACH “no constituye un proceso de generación espontánea”, sino que responde a “un vasto esfuerzo de la comunidad científica por desarrollarse en coyunturas adversas, abriendo camino en las instituciones políticas y en menor medida tendiendo puentes con el medio social”.
El repliegue.
Luego de unos 80 documentos académicos, después de varias conferencias en la Torre Ejecutiva y decenas de notas periodísticas, los miembros del GACH acusaron el desgaste y empezaron a expresar públicamente su intención de concluir la tarea. Ya en noviembre Radi se imaginaba que luego del verano podría terminar al menos el trabajo de los coordinadores y de algunos subgrupos. Sin embargo, la primera ola de casos frenó la retirada.
Entre diciembre y febrero quedaron a la vista desavenencias a la interna del grupo y con el gobierno. Algunos miembros reclamaron públicamente más medidas restrictivas y criticaron lo que entendieron como pasividad de las autoridades, tanto en el manejo de la pandemia como en la gestión de las vacunas.
Odizzio dice que en Transición Uy se enteraban de las diferencias “a través de las noticias”. Y agrega: “El presidente es un convencido de potenciar la libertad de las personas, y eso también va para los científicos. Si alguien discrepó y lo manifestó, lamentamos, en el sentido de que la población se encontró con información contradictoria. Pero es parte. Nadie nunca llamó a ninguna de esas personas por discrepar”.
Para Radi, “globalmente hubo un solapamiento entre lo que se sugería y lo que definía” el gobierno. “Algunas recomendaciones no se tuvieron en cuenta, muchísimas sí. No pretendíamos una científicocracia, no somos los representantes elegidos por la población”.
Ahora, con el inicio de la vacunaciónen puerta, los coordinadores del GACH entienden que finalmente se avecina el momento “del repliegue del asesoramiento permanente”, dice Radi a El País.
“Tenemos pensado que, una vez esté encaminado el proceso de vacunación, sería el momento de iniciar el repliegue. No está definida una fecha exacta, pero más o menos será en abril. Es cuando el hito de la vacunación y el hito del año de asesoramiento terminan convergiendo”, explica.
Días atrás, Paganini dijo en radio Sarandí que, en ocasiones, las tareas del GACH le representan más de la mitad de su jornada laboral. Afirmó que mantener la tarea con la intensidad que lo vienen haciendo es “insostenible”.
Ahora dice Radi: “Estamos hablando con el gobierno y tendremos reuniones en las próximas semanas para afinar y darle un cierre acorde a lo que ha sido”.
Él le llama “la era pos GACH”, y adelanta a El País: “La idea de base es dar sugerencias y aportes para que el proceso de asesoramiento científico al Estado permanezca en forma más estructurada y permanente”.
El experto recuerda que el asesoramiento ya está previsto por ley, y que la Academia Nacional de Ciencias (Anciu) que él preside ha elaborado documentos al respecto. Además, hay un camino recorrido más allá del GACH a través de convenios con ministerios, como se hizo respecto al fracking para el de Industria y Minería.
Justamente, esa es la forma en que visualiza lo que se viene. Está claro que el carácter honorario debe quedar atrás. “Se va a requerir de programas y convenios que tengan un inicio, desarrollo y fin, con derechos y obligaciones, pero también con financiación específica”, dice. Los convenios deberán simplificarse para lograr “un asesoramiento en tiempo real”.
En este tiempo de pandemia, distintos actores han pedido “un GACH” para sectores puntuales, como el turismo o el agropecuario. Radi admite que el plan que están delineando va en esa dirección. “Puede haber grupos o comités asesores creados por ley o decreto, siempre que se defina que sean integrados por científicos de altísima idoneidad científica técnica y moral”, considera.
En el gobierno se limitan a afirmar que hay “interés” de ambas partes por generar un asesoramiento estable. Pero “se tiene que dar naturalmente”, advierte Delgado. Algo es seguro, dice el jerarca: “A partir del GACH, la coordinación entre la academia y la política vino para quedarse”.
Un libro.
Aunque aún no está clara la forma en que culminará el asesoramiento del GACH, y se analiza cómo darle un cierre acorde. Radi adelantó que harán un libro con los informes elaborados. Agregó que “seguramente” la tarea de documentación continuará en 2021. Las conferencias y el asesoramiento permanente que signaron el 2020 no permanecerán.
Odizzio, el artífice del GACH: la próxima etapa “está en imprenta”
El futuro del GACH “está en imprenta”, dice con picardía el presidente del Banco de Previsión Social, el ingeniero Hugo Odizzio. Aun así adelanta algunas líneas de lo que se viene en cuanto a asesoramiento científico al Estado. “Capaz que debe tener una gobernanza, que en definitiva es lo que es el GACH: gobernanza y estrategia”, desliza.
“Creo que el gobierno debe dejar esta experiencia no solo para este gobierno, sino como una forma de encarar problemas que esta vez fueron de salud pública y mañana pueden ser de otros temas. Debería ser una forma de trabajo, donde las decisiones políticas que involucran conocimiento científico deban contar con ese asesoramiento”, agrega quien fue, 11 meses atrás, el artífice del GACH.
Y agrega: “Generar una visión futura de la sociedad desarrollando el conocimiento aplicado es, en el fondo, lo que se está planteando. Es cómo agregamos valor a las disciplinas de la vida”.
Odizzio recuerda los comienzos del GACH, cuando la dinámica de relacionamiento entre la ciencia y la política era incierta, y la especial atención que se puso en cuidar ese vínculo.
“El resultado final es un puente entre el gobierno -en particular, un gobierno que no ha sido afín desde el punto de vista ideológico con algunas líneas de la Universidad- y la ciencia. Y eso ayudó a mitigar los prejuicios. La sociedad se niega a sí misma el progreso cuando se instalan los prejuicios”, concluye.