Casi cuatro años después de que Luis Lacalle Pou usara la cachila de su bisabuelo, Luis Alberto de Herrera (1873-1959), para transitar como flamante presidente desde el Palacio Legislativo a Plaza Independencia, colorados y cabildantes notan cierta decadencia del herrerismo, la corriente activa más longeva del Partido Nacional (PN). “Los batllistas nos sentimos cómodos” en el gobierno de coalición, “porque del herrerismo histórico no hay ningún elemento”, disparó Julio María Sanguinetti, secretario general del Partido Colorado (PC), mientras que el presidente de Cabildo Abierto (CA), el senador Guillermo Domenech, dijo que se formó en un hogar herrerista pero que el herrerismo de Herrera “ya no existe”.
El cabildante apuntó el 6 de febrero en el Parlamento contra “la corrupción” y “el clientelismo político” en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, lamentó que el gobierno no haya removido a la delegación uruguaya y recordó entonces que Herrera “era el fiscal de la nación” y que “no tenía contemplación con la corrupción, con los privilegios y las manganetas”, dando a entender que los actuales herreristas sí lo tienen. La respuesta llegó minutos después de parte del diputado herrerista Juan Martín Rodríguez, quien en esa sesión de la Comisión Permanente le respondió que “los herreristas están en el Herrerismo y en el PN” y que quienes están en otros partidos podrán “compartir ideas, pero ya no son herreristas”.
Rol de las empresas públicas
El herrerismo “siempre fue contrario al desarrollo del Estado empresarial”, pero “el gobierno se enorgullece con razón de cómo Antel gana hoy dinero cuando antes el PN la quiso vender y nosotros, batllistas, la defendimos”, dijo Sanguinetti. Heber no cree que “este gobierno haya desarrollado más las empresas públicas”. “Discrepo con Sanguinetti; las ha administrado mejor. No hay nueva empresa estatal. Que discutamos la posibilidad de poner en agenda la propiedad de las empresas públicas no nos parece viable en esta instancia y con los socios que tenemos”.
Domenech redobló la apuesta. “Muchos de los que se dicen herreristas no leyeron un libro de Herrera”, planteó, dijo que el caudillo trasciende partidos y sostuvo que “el verdadero herrerismo se alinea con los intereses nacionales; no hace contratos por 60 ni 40 años (...); no habría un UPM en Uruguay”.
El presidente del Herrerismo, el senador Luis Alberto Heber, advirtió que “hay un preconcepto del herrerismo equivocado, tanto de Sanguinetti como de Domenech”. Para el exministro del Interior, “el Herrerismo ha sido un sector que ha sobrevivido hace más de un siglo en el PN y todavía sigue vigente producto de que, con un alto grado de pragmatismo, se fue adecuando a los tiempos que se viven”.
Pragmatismo.
Heber dijo a El País que “el Herrerismo practica ideas eficaces en los tiempos que le toca vivir”, y que es “nacional y popular”, tanto en su origen como en su presente. La crítica sobre la concesión del puerto de Montevideo lo tiene en la mira, porque fueron el presidente Lacalle Pou y él, como ministro de Transporte y Obras Públicas, quienes firmaron en 2021 el acuerdo con Katoen Natie, grupo multinacional de origen belga, que estará vigente hasta 2081. Heber consideró que lo planteado por Domenech responde a “una visión de mirar la baldosa que se va a pisar y no levantar la mirada, algo que sí hacía Herrera”.
“Lo más importante en la concesión portuaria es que nosotros nos vamos a transformar en el principal puerto del Cono Sur. ¿No se quiere ver? ¿Se tiene vista corta? ¿Se está mirando la baldosa donde se va a pisar y no se levanta la mirada para ver el futuro? El futuro es que el puerto de Montevideo va a tener US$ 650 millones (de inversión) y va a ser el puerto más eficaz e importante del Cono Sur de América. Eso es herrerismo, porque es nacionalismo, es defender nuestro puerto”, aseguró Heber, y agregó que “no importa si es ANP (Administración Nacional de Puertos) o una concesión”, puesto que “no es el instrumento lo más importante”. El senador destacó que Argentina habilitó el mes pasado extender y profundizar a 14 metros el canal de ingreso al puerto, que “eso es herrerismo, porque el herrerismo lo que buscaba es que el puerto sea nacional, que compita contra otros puertos y gane la competencia”. En cambio, “algunos piensan tener un puerto más chico, menos competitivo y todo del Estado”, lo que explica sus “visiones distintas”.
Por su parte, Sanguinetti sostuvo en diciembre en entrevista con El País que lo que caracterizó al herrerismo fue “una política exterior absolutamente neutralista” y que “siempre fue contrario al desarrollo del Estado empresarial, incluso en el gobierno de (Luis Alberto) Lacalle Herrera”, entre 1990 y 1995, lo que “hoy, lejos de estar planteado, es al revés”. Heber estimó que el expresidente “está detenido en el tiempo”, puesto que la política exterior neutralista se dio “cuando se nos quería enrolar en la Segunda Guerra Mundial, que era una guerra del norte y se quería trasladar a los países del sur”. Recordó que fue en ese contexto que se acuñó “la tesis de la neutralidad, que fue la que mantuvo el país hasta el último día”. Sin embargo, “en materia de política internacional tenemos un alto grado de pragmatismo”, que ha llevado al gobierno a intentar incrementar su comercio con China, un régimen comunista cuyas prácticas políticas no avala necesariamente, porque “comercializamos con los pueblos”.
“Pragmatismo, ¡somos prácticos!”, insiste Heber.
La reacción ante el clientelismo político
Al hablar de Salto Grande, Domenech dijo en el Parlamento que Herrera “no tenía contemplación con la corrupción”. Para Heber, “es una acusación grave” porque los herreristas siguen siendo “duros con la corrupción”. Aseguró que “fue un error” el clientelismo, “y cuando el presidente se enteró, actuó”. Se preguntó: “¿Qué quiere? ¿Pelotón de fusilamiento?”. El senador blanco agregó que “al presidente no le tembló la mano cuando hubo hechos cercanos al clientelismo político”, y que “los hechos de corrupción se dilucidan en la Justicia”.