IMPACTO POSITIVO EN EL PIB
Un TLC entre China y Uruguay generaría un rédito económico de manera inmediata de unos US$ 100 millones a partir de la mejora de las condiciones de acceso de los productos uruguayos.
Por estos días hay varias oficinas de la cancillería revisando papeles y documentos sin perder tiempo. Es que así como el presidente Luis Lacalle Pou anunció el martes que Uruguay inició formalmente las negociaciones para buscar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, también dijo que “tiene apuro”. Se tienen que hacer todos los estudios de manera “profesional”, apuntó, pero sin perder un minuto de tiempo.
En el Palacio Santos, sede de la cancillería, el grupo de trabajo que se conformó para diseñar el estudio de prefactibilidad tiene trabajo adelantado. El Ministerio de Relaciones Exteriores ya diseñó en 2016 al menos cuatro extensos documentos para analizar los impactos de un posible TLC con el gigante asiático.
En esos informes están las bases de lo que será el nuevo informe de prefactibilidad, donde se detallan los sectores beneficiados y los perjudicados, así como el impacto que el tratado podría tener en la economía uruguaya.
Según la información que aportaron a El País fuentes diplomáticas y de la Presidencia, el informe que la cancillería elaboró en 2016 ya trazó tres escenarios de acuerdo comercial. El primero es de la firma de un TLC bilateral entre Uruguay y China; tal como está planteado en este momento por ambos gobierno, un segundo escenario corresponde a un TLC entre China y el Mercosur; y el tercero refiere a un TLC entre Uruguay y China pero con “cláusulas de adhesión” para otros países del bloque regional. Este último buscaba habilitar el tan reclamado pedido de “avanzar a diferentes ritmos” entre los socios del Mercosur.
Según la fuente diplomática, que trabaja en el tema, un TLC de manera bilateral entre China y Uruguay generaría un rédito económico de manera inmediata de unos US$ 100 millones a partir de la mejora de las condiciones de acceso de los productos uruguayos. De acuerdo al estudio técnico confirmado en 2016, en ese momento se calculó que se sumaría un 0,25% del Producto Interno Bruto (PIB).
Ambos datos surgen de un extenso análisis de los productos que Uruguay exporta a China, los aranceles con los que actualmente entra al mercado asiático y su potencial crecimiento.
Para aquel informe participaron la Asesoría de Política Comercial del Ministerio de Economía y Finanzas, la dirección general para Asuntos Económicos de la cancillería, la Unidad de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ganadería y el Ministerio de Industria. Un equipo similar al que se está conformando en la actual administración para elaborar el estudio de prefactibilidad.
El último de los cuatro estudios señala que los beneficios para Uruguay “son ampliamente más significativos que los posibles impactos”. Allí se muestra cómo la oferta de productos a China está muy centralizada: el 85% corresponden a soja, carne bovina y pasta de celulosa.
Sin embargo, al analizar los jugadores que componen el “cuadro de los perdedores”, ya se alerta de la necesidad de subsidios y políticas de reconversión de ciertas industrias que dejarán de ser competitivas con el ingreso de los productos chinos al país. Allí aparece toda la cadena textil, la vestimenta, el calzado y productos del sector metalmecánico.
Por eso se advierte que las importaciones significativas de algunos productos chinos van a “perjudicar altamente” varias cadenas de producción local. En ese sentido, se sugiere trabajar en paralelo la protección de los productos nacionales con un plazo establecido, y definir políticas públicas para que esos productores, empresarios y trabajadores puedan desarrollar nuevos sistemas de producción.
El informe aclara que entre las ganancias no se contemplan las potenciales inversiones que podrían llegar de China, y su derrame económico en lo social y laboral. Pero sí advierte que, analizando las experiencias de TLC de China con otros países o bloques, han generado sustanciales inversiones directas.
Entre las conclusiones, los cuatro informes oficiales marcan que el no avance de un acuerdo de tipo TLC con China dejará a los exportadores uruguayos en una situación de especial complejidad futura, ya que las reducciones arancelarias que tienen los principales competidores del rubro (Nueva Zelanda y Australia), tenderán a ir disminuyendo en el corto plazo por los acuerdos firmados entre ellos y el país asiático.
Represalia.
En 2016, el principal obstáculo para un TLC con China estaba en Brasil. Ese escenario cambió, y el vecino país es actualmente el principal aliado uruguayo. En el gobierno entienden que eso no cambiará, incluso si se concretara un cambio en el signo político del gobierno en las próximas elecciones presidenciales.
Como se sabe, los obstáculos están con Argentina, que ya manifestó su molestia y discrepancia con la jugada uruguaya de salir a negociar en forma individual y no en bloque, como establece la “cláusula 32” del Mercosur. Por eso el gobierno de Alberto Fernández entiende que con un paso de ese tipo Uruguay violaría el acuerdo y quedaría expuesto a sanciones.
Ese escenario también fue evaluado en el informe de cancillería, donde se intenta dimensionar el impacto de sanciones o represalias a las exportaciones uruguayas en la región.
El informe dice en ese sentido que en todos los aspectos un TLC con China es “altamente positivo” para la economía uruguaya. Aclara que se debe analizar la magnitud de esas políticas “de reacción” en los países de la región, y apoyar a los sectores productivos que se vean afectados. En esa lista coloca a los productores de químicos, plásticos, industria automotora, cereales y lácteos.
Competir de modo leal y defensa del consumidor
En el primer intento de buscar un TLC, Uruguay envió los “términos de referencia” que son la base para la negociación. Allí dejó establecido, entre otras cosas, un capítulo específico sobre la competencia. La línea argumental uruguaya fue similar a la que Chile eligió para sus negociaciones con China.
El documento busca “colaborar en el proceso de asegurar que los mercados se basan en los principios de la competencia leal, la protección del consumidor y la transparencia, a través de normas que establecen regímenes legales que prohíben prácticas anticompetitivas, así como actividades comerciales fraudulentas y engañosas. Se excluye del ámbito de aplicación a las actividades comerciales ejercidas por monopolios del Estado”.
Uruguay también incluyó un capítulo específico sobre políticas de género, de la misma forma que lo hizo el acuerdo con Chile.
En ese sentido planteó mecanismos para “la incorporación de la mujer al mercado laboral, la participación de la mujer en los directorios de las empresas públicas y privadas, el espíritu empresarial femenino”. Sin embargo, el estudio de prefactibilidad de 2016 alerta por la inexistencia de esas disposiciones en acuerdos comerciales anteriores suscritos por China.
El canciller Francisco Bustillo dijo el viernes en la Expo Prado que a la brevedad se reunirá con los sindicatos para comenzar a dialogar sobre las bases del posible TLC. Uruguay estableció en los “términos de referencia” de 2016 que el acuerdo debe restablecer el respeto por los principios y compromisos asumidos a nivel de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El planteo local fue: “Reconocimiento de cada parte de establecer sus propias leyes y regulaciones laborales; fortalecimiento de una amplia relación bilateral y facilitar el mejoramiento de las capacidades para tratar asuntos laborales, a través del diálogo y la cooperación; fortalecer progresivamente el bienestar de las fuerzas laborales, a través de la promoción de sólidas políticas y prácticas laborales basadas en el trabajo decente”.
A su vez, Uruguay propuso la creación de un foro para la solución de posibles controversias en los ámbitos del Ministerio de Trabajo y su contraparte china.
Una de las aspiraciones uruguayas pasó por la protección y promoción de las Pequeñas y Medianas Empresas (pymes), como se incluyó en el TLC con Chile. Sin embargo, en las experiencias de acuerdos comerciales suscritos por el país asiático no se ha visto una discriminación sobre el tamaño de las empresas para políticas de fomento.
Algunos de los ganadores y perdedores ante un TLC con China.
Los productores de galletas, chocolates y fideos son de los rubros afectados. La eliminación de aranceles a los productos chinos del rubro generaría un cambio en la ecuación empresarial, estiman las cámaras.
El sector tiene una excelente reputación. La dificultad para Uruguay radica en que en anteriores acuerdos comerciales China catalogó de “sensible” el producto y lo excluyó de las canastas de degradación arancelaria.
China es el principal importador de soja uruguaya. Sería de los sectores ganadores. Con un acuerdo habría una diferencia arancelaria con los principales competidores (EE.UU., Brasil y Argentina) de 3%.
Sería otro de los ganadores, ya que la demanda China es 10 veces superior a la oferta uruguaya, y la baja arancelaria pondría en igualdad de condiciones a Uruguay con Nueva Zelanda y Australia.
Si bien hay un gran canal exportador hacia China, la creciente práctica de acuicultura (crianza en acuarios) se presenta como una amenaza para el sector. Los controles a los buques chinos es otro temor.