Fue parte del último gobierno del Frente Amplio, hasta que Tabaré Vázquez lo relevó por cuestionar el “cambio de ADN” en la educación. Salió del astorismo, se acercó a Richard Read y ahora cruzó el charco hacia el Partido Independiente. Respalda la reforma, pero pide “apretar el acelerador”. Alerta que la izquierda no está solo en el FA. Y dice que las instituciones de enseñanza no deben ser “salones de cumpleaños”.
-¿Por qué decidió sumarse al Partido Independiente?
-Fue una decisión meditada y paulatina. La política es parte de mi vida. Tengo 51 y a los 14 me afilié al Frente Amplio y a la vieja UJC. Vengo de un hogar político, militante; es parte de mi estructura. Y en este tiempo, sobre todo después del tercer gobierno del Frente Amplio, me alejé partidariamente, aunque sigo siendo un hombre de izquierda. Hace muy pocos meses que me desafilié. Cuando le pedí la baja a la compañera del comité de base, me dijo que no estaba de acuerdo, pero que me deseaba suerte y que seguramente había puntos en los que nos íbamos a seguir encontrando. Lo que pasó fue que encontré en el Partido Independiente la posibilidad de aportar desde mi lugar, desde mi visión del mundo y mi ideología, a la discusión y a la construcción de políticas públicas en un país en el que la política se ve problematizada por la construcción de proyectos particulares que no tienen que ver con la construcción ciudadana.
Hay que apretar el acelerador; desarmar la transformación, sería retroceder.
-No es la primera vez que le proponen ser parte del Partido Independiente. ¿Por qué antes no y ahora sí?
-Porque todo lleva un tiempo. Para quienes tenemos una identidad tan marcada es difícil romper con el modelo que uno trae desde el momento de nacer. Los partidos tradicionales en el Uruguay (blanco, colorado y el Frente Amplio) tienen un peso sentimental muy fuerte. Cuando uno da este tipo de pasos paga un precio muy alto: en lo afectivo, lo familiar y en todos los vínculos que construyó. Es un paso que hay que dar con cuidado. También hay algo que tiene que ver con proyectos profesionales. Cuando yo dejé la militancia activa y me reinserté en el mundo privado empecé a desempeñar actividades que no habilitaban el protagonismo político. Fui director de instituciones privadas y había cierta incompatibilidad. Hoy tengo otras actividades que me permiten hacerlo.
-Su nombre fue uno de los que se manejó para integrar el nuevo espacio socialdemócrata que estaba construyendo Richard Read. ¿Por qué decidió no seguir ese camino?
-Conozco a Richard y, aparte de ser un referente político, es una persona a la que aprecio y quiero muchísimo. Pero los proyectos políticos van por otro lado. No llegamos a cuajar con una propuesta en la que estuviéramos todos cómodos.
-En un momento se manejaron dos posibilidades: que la propuesta de Read fuera por afuera o por dentro del Frente Amplio. ¿Esto llevó a un debate interno?
-Mi visión, y por algo no estoy en el Frente, ha sido de un progresivo alejamiento de lo que es la marca Frente Amplio. Ha sido un constante alejamiento de la orgánica y de los lugares políticos. Es como esas relaciones de pareja que se van desgastando, desgastando y desgastando. Y, como pasa en la vida misma, creo que en esos casos lo mejor es que cada uno tome un camino independiente.
-Este cambio implica una ruptura también con un bloque. Pasa a ser parte de la coalición de gobierno…
-Lo visualizo más, y fue parte de mi proceso de acercamiento con el partido, como una forma de fortalecer ese espacio. Mi mirada no está puesta en la coalición, sino en el Partido Independiente y en el fortalecimiento de la centro izquierda, la que me parece fundamental para el país.
-¿La centro izquierda ya no la ve en el Frente Amplio?
-No solo dentro del Frente Amplio. Creo que la izquierda es un concepto que tiene tantos matrices y vertientes, que no se agota en el Frente Amplio. Siempre hubo una izquierda por fuera del Frente. En un extremo, el anarquismo, pero también hubo izquierda dentro de los partidos tradicionales. Si uno ve el wilsonismo después de la dictadura, había un peso de izquierda. La izquierda es muy plural. Hay en el Partido Nacional y en el Partido Colorado. Y el Partido Independiente forma parte de eso. Va a ganar el país si la voz de la izquierda es polifónica.
-¿La salida de Danilo Astori de la política más activa debilitó la pata socialdemócrata del Frente Amplio?
-No lo quiero personalizar, pero siempre creí que Uruguay se perdió la oportunidad de tener un gran presidente de la república al no haber elegido a Astori.
-¿En 2009, cuando ganó la interna José Mujica?
-Sí, porque eso fue el comienzo de una caída sistemática del Frente Amplio. Se precisaba un fortalecimiento de ese espacio seregnista, socialdemócrata.
-Siendo que ahora es parte de uno de los partidos de la coalición, ¿cómo ve a este gobierno?
-Veo a un gobierno que ha hecho transformaciones necesarias, dos de ellas fundamentales: la de la seguridad social y la educativa. Veo a un gobierno que se ve afectado por el fortalecimiento de sectores, como ser Cabildo Abierto, que tensan hacia determinados lados el programa político. Creo que ha tenido algunos logros y que tiene desafíos fundamentales para más adelante. Lo que está claro hoy en 2023 es que, así como antes se decía que el Frente Amplio iba prácticamente a llevarse los niños a Moscú y no fue así, y el Uruguay creció económicamente y tuvo propuestas interesantes, con la coalición tampoco se vino el infierno de Dante. Hubo líneas políticas que se mantuvieron, incluso hubo continuidad con gobiernos anteriores. También hubo una pandemia en el medio que se llevó puesto al mundo, que es un tema nada menor. Viendo hacia el futuro creo que uno de los grandes desafíos son las propuestas sociales y la modernización de determinadas áreas económicas y políticas, como es el fortalecimiento de los mecanismos de transparencia, un desafío central. Esta es una de las claves de lo que propone el Partido Independiente.
-¿Está más lejos de Cabildo Abierto o de los sectores más a la izquierda del Frente Amplio?
-Que estoy lejos de Cabildo Abierto no tengo la menor duda. Porque temas como los derechos humanos, la búsqueda de desaparecidos, que se sigan cumpliendo las condenas de quienes hicieron atrocidades, hacen que uno esté bien lejos. Luego, el Frente Amplio es una realidad tan grande que hace que uno tenga vínculos afectivos con ciertos sectores y mucho más lejanos con otros. Si se habla de sectores radicales, que plantean visiones setentistas, me siento lejano. El punto está en las nociones de democracia y libertad.
-¿Cuál es su opinión de la reforma educativa?
-Uruguay en Secundaria, en enseñanza media superior, tiene una tragedia: el 60% de los uruguayos no egresan. Somos el país de América que tiene la menor tasa de egreso en enseñanza media superior. No visualizar eso como un problema de larga duración en Uruguay es irresponsable desde el punto de vista político y perezoso a nivel ideológico. Es de una pereza atronadora. Cuando tenemos una enseñanza terciaria gratuita, el 60% de las personas no pueden pasar por la puerta de la universidad; y si son pobres, el 90% no puede pasar. No visualizar eso como un problema que el Uruguay no ha resuelto en los últimos 40 años, y del cual son responsables todos los partidos políticos… Dicho esto, ¿cómo visualizo yo este proceso de transformación? Hay un documento original, el de transformación curricular integral, que es muy bueno, que maneja el marco competencial y el marco curricular común de tres años a noveno. Y creo que la cosa va por ahí: por el desarrollo de competencias, de segundas lenguas, de lograr autonomía en los centros educativos. Se ha avanzado en el diseño de la reforma de forma importante. Así como hubiera sido muy malo desarmar la UTEC, la descentralización de la universidad y Ceibal, desarmar la transformación educativa sería retroceder. Creo, también, que habría que apretar aceleradores, y profundizar determinadas transformaciones.
-¿Cómo cuáles?
-Hay que pulir los documentos con los programas, hay que invertir más, hay que flexibilizar los criterios de acreditación de bachillerato y de enseñanza media, sobre todo para adultos. Hay que reconocer actividades de la mal llamada educación no formal, y acreditarse esto como conocimiento. Debe cambiar el estatuto docente y el de centros educativos. La transformación es con la educación laica, gratuita, obligatoria y estatal, o no es; los centros de educación pública de gestión privada son experiencias que pueden ser valiosas puntualmente, pero no son la salida. El corazón del sistema es la ANEP y debe seguirlo siendo. Hay que consolidar lo hecho, enmendar algunas áreas y sobre todo invertir más en los estudiantes.
“Instituciones no pueden ser un parque de atracciones”
Mir sostiene que en las últimas décadas se ha bajado la calidad de los centros educativos, dando lugar a una “propuesta snobista, light, de corte mercantil, que ubica a las instituciones como una suerte de parque de atracciones donde el sujeto tiene que sentirse contento, y baja significativamente la intensidad de la propuesta curricular”.
“El problema está en si las instituciones van a poder tener propuestas culturalmente densas; cuidadosas de los estudiantes, respetuosas de los tiempos de aprendizaje, pero focalizadas en los tiempos de enseñanza, o si van a ser lugares para el mero tránsito de los sujetos”, añadió el exdirector de Educación.
Para Mir, “la obstinación de una pedagogía progresista, que parece indolora, incolora, en la que el tema es que el niño esté, el joven esté, y que el mundo sea atractivo, termina perjudicando sobre todo a los sectores populares”.
“El día que Uruguay entendió que lo esencial no es la enseñanza, se pegó un tiro en el pie. Y esto atraviesa a la educación pública como a la privada. Los indicadores de las enseñanza privada son paupérrimos, también. Basta entrar a la web de una institución educativa para darse cuenta. Uno no sabe si se trata de una escuela o de un salón para cumpleaños”, remató.
Eduy21 y la expectativa por “cambios más intensos”
Mir fue parte de Eduy21, el grupo multipartidario que se formó durante el último gobierno del Frente Amplio con actores de distintos partidos políticos -de hecho muchos hoy forman parte del gobierno de la educación- y que meses atrás se disolvió, luego de algunas diferencias internas.
“Eduy21 -dice hoy Mir- cumplió una etapa, aportó, e hizo bien en poner el tema en debate. Siemplemente hubo distintos acentos”, advirtió. Y añadió: “Algunos esperábamos procesos de transformación que fueran más intensos, por ejemplo con una transformación del estatuto docente, promoviendo la residencia en los centros, y que se permita que no solo por antigüedad se puedan lograr aumentos salariales”.