OPINIÓN
El presidente reforzó su imagen pública, mostrando atributos de liderazgo que sorprendieron a una parte de la población.
La pandemia le ha permitido al nuevo gobierno incrementar su base de apoyo popular. El presidente ha mantenido en estos meses un nivel de aprobación sostenidamente superior al 60%, y una desaprobación que no llega al 20% No es posible asegurarlo, pero hubiera sido difícil alcanzar y mantener estos niveles sin pandemia.
El presidente reforzó su imagen pública, mostrando atributos de liderazgo que sorprendieron a una parte de la población. Quizá el punto de inflexión fue la decisión de no impulsar la cuarentena obligatoria a fines de marzo, cuando el contexto de opinión nacional e internacional presionaba fuertemente hacia esa dirección. Si los contagios se hubieran disparado, el presidente hubiera tenido costos altos. En el contexto actual, eso se ha fortalecido. Y, más aún, se ha fortalecido la imagen de buena parte del elenco de gobierno.
¿Este es un clima de opinión coyuntural y efímero, o tendrá efectos perdurables? Quizá un poco de ambas cosas. Por un lado, no es esperable que el gobierno pueda sostener los niveles actuales de apoyo en el mediano plazo. Las “lunas de miel” siempre se terminan. Los clivajes político-ideológicos volverán a operar, habrá demandas sociales difíciles de satisfacer, los recursos serán escasos, la oposición encontrará vetas para ejercer su rol más fácilmente, y la coalición de gobierno puede incrementar su tensión interna.
Pero esto no significa que todo lo ocurrido en estos meses vaya a ser “borrado” de la memoria colectiva. Por el contrario, si Uruguay logra tener un éxito definitivo en el control de la pandemia, esto puede ser recordado por la opinión pública durante bastante tiempo. Y, aunque vaya a ser visto como un logro compartido, producto de una acumulación histórica y resultado de la construcción institucional de varios gobiernos, el mayor reconocimiento será hacia el gobierno actual.