ENTREVISTA
Emocionada y con gastritis nerviosa, Julia Pou habla del triunfo de su hijo y de la distancia que puso con ellos.
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Ha estado oculta en los últimos años, pero muy al tanto del día a día de su hijo, al punto que se hizo Twitter para saber lo que se dice en las redes sobre él. Desde las sombras, sin opinar ni compartir más que campañas de solidaridad, Julia Pou monitorea las conversaciones de esa red social porque allí, dice, hay “una parte de la realidad”. “Es un mundo un poco encapsulado, pero es una parte del mundo -dice-, y es la más difícil porque desde el anonimato deja salir voces y sentimientos” que es mejor oír.
La ex primera dama, exsenadora y ahora madre del presidente que asume dice que ha sufrido la carrera de su hijo, a quien en la cotidianidad llama “Lacalle Pou” para diferenciarlo de su nieto Luis. Dice entender bien que haya tenido que separarse de su figura y la de su marido y asegura que le ha impresionado su serenidad.
Hoy, muy emocionada pero con gastritis nerviosa, acepta conversar con El País tras años de silencio. Pide no tener demasiado destaque y que su foto “vaya bien chica”. “Yo soy una viejita, estoy retirada”, dice esta mujer de 72 años que cree que su mejor aporte ahora será proteger a sus nietos. Lo que sigue es un resumen de una charla con la que es, literal y simbólicamente, la madre de la criatura.
-Suele señalarse cierto parecido entre usted y Lorena Ponce de León. Quienes las conocen dicen que son el sostén de sus maridos.
-Sí, pero yo entiendo la pereza que le debe dar a ella, 30 años después. Me dicen ‘le darás pila de consejos’. Si me los pide.
-¿Y a Luis?
-Con Luis yo tengo una relación supercercana. Comentamos y hablamos todo el tiempo. Tengo muy buena comunicación. Luis es muy abierto conmigo, y yo con él. A veces le sugiero algo. Siempre le escribo. No quiero ser inoportuna. Le escribo por Whatsapp y le digo ‘¿qué te parece si…?’.
-¿La gente la para en la calle para hablarle sobre su hijo?
-Sí, de cierta edad para arriba me identifican. Me reconocen mucho menos, lo cual me alivia.
-¿Qué le dicen?
-Me tiene como angustiada, porque si lo tuviera que resumir en una palabra, en todos los niveles, de edad, de lo que sea, todos hablan de esperanza. A veces le comento a Luis que tengo miedo de que esta gente crea que en mayo va a estar todo arreglado. Mi prédica siempre es: tiempo al tiempo. Se tienen que notar las diferencias, pero hay pocas cosas que se pueden sentir de un día para el otro.
-¿Él cómo se siente con eso?
-Supongo que abrumado. Yo tuve problemas de corazón el año pasado, entonces lo jorobo: ‘¿Vos estás tan tranquilo como te veo o es para que yo no…?’. Todos me dicen que Luis está sereno, convencido de lo que hace.
-¿Cómo llegó a ese estado?
-¿Sabés qué? Ahora a la distancia uno valora que hay cosas que no eran nuevas. Yo a veces en la campaña lo miraba y decía: ‘Va a hacer tal cosa’, y la hacía. Porque a todos se nos ocurría lo mismo. Había gente que me decía: ‘Decile que no haga más tal cosa’. No va a cambiar. Luis hizo lo mismo que el padre: miró adelante, y de ahí el camino para atrás. Tú viste que siempre hablaba de una coalición. Nunca le contestó nada a nadie porque sabía que los iba a precisar.
-Me contaron que en el acto de festejo en Kibón, cuando a su marido lo felicitaban, él decía ‘felicitá a Julita, que es la responsable’.
-Sí, ahora Cuqui está con que es más parecido a mí que a él. Pero es como con todos los hijos, cada tanto aparece algo… Yo le veo pila de gestos del padre. Yo tengo buena memoria, pero Cuqui la ha ejercido. Él es de los que va y dice ‘vos sos de Tacuarembó y hacés tal cosa’. Es el conocimiento afectivo del país, que Luis también tiene.
-¿Cómo se siente ser la madre del presidente?
-Me parece superemocionante. Por eso hace tres días que estoy con gastritis. Me duele en el medio del pecho, estoy tomando medicación; es como un fuego. Es como muy impresionante, ¿viste? Es como me dijo el expresidente de Colombia, Andrés Pastrana, que fue candidato con su padre vivo, expresidente. Me decía: ‘¿Sabés lo que pasa, Julita? Que los candidatos generalmente tienen a sus padres muertos’. Claro, lo vivís de otra manera. Sabés lo bueno, sabés lo malo. Yo no es que me sienta nerviosa, pero evidentemente algo me pasa. Me doy cuenta de que estoy todo el día pensando en eso y me siento en la cama y digo: ‘Ay, es verdad’. Me parece increíble.
-¿Cómo ha evolucionado su ánimo en estos meses?
-Estoy más tranquila intelectualmente porque veo que ha llevado bien la situación. Conflictos que pueden haber estado en puerta, los fue resolviendo.
-¿Cuándo se sintió más intranquila?
-En el balotaje. Vi que largaban todos los cucos. ¿Viste las redes? Lamentablemente ingresé. Entonces te enterás de lo que dicen todos, todo el tiempo. Estoy adicta. No tuiteo pero leo todo. En noviembre la pasé muy mal.
-¿Y el día del balotaje?
-Terrible, terrible. Un nudo en el estómago. Yo soy bastante dura, pero casi me pongo a llorar con el mensaje que le mandó al padre: las nubes pasan y el azul queda.
-¿Por qué cree que él necesitó separarse tanto de ustedes?
-Y bueno, creo que es porque es de otra generación. Necesitaba hacer su propio camino. La cantidad de veces que una le decía ‘¿te parece tal cosa?’, y al final terminaba teniendo razón Luis.
-Pero también estaba eso de que ustedes podían perjudicarlo.
-Yo creo que él leyó bien que la gente que estaba contenta con el gobierno de Cuqui iba a apoyar, pero había que ir con la otra mitad. A veces estás tan ideologizado que no ves ciertas cosas. Nos debe pasar a nosotros también. Luis interpretó que había que buscar otras voces. Es un nacionalismo mucho más abierto, updated, adecuado a la época.
-Sobre todo en la primera campaña él cargó con los estigmas del gobierno del padre.
-Claro. Las buenas ya están adentro. Y las que a la gente no le gustaron, las tenés que remar.
-¿Lo ve más maduro?
-¿Sabés por qué maduró? Porque perdió. En la vida, cuando perdés te mirás al espejo, decís: en qué me equivoqué, dónde tengo que avanzar, dónde tengo que retroceder. Yo creo que fue providencial. Tú no madurás por el paso del tiempo; hay gente que tiene 60 y no maduró, conozco cantidad. Yo creo que fue la circunstancia, que no la vio venir. Si no creés que ganás, ni te mirás; decís ‘esto era imposible’. Pero cuando él se miró al espejo, a partir de ahí la resiliencia empezó a funcionar. Yo no podía ver las entrevistas de televisión, pedía que me las grabaran para verlas después por el estrés. Y me impresionaba su serenidad.
-Y él también empezó a mostrar su valoración hacia ustedes, que antes no la expresaba.
-Sí. Porque te mirás al espejo y sabés que en parte sos eso. Y en parte no. Tenés mucho de tus padres, pero sos una persona distinta. Y aprendés también de los errores de tus padres. Yo digo: ‘Por lo menos cometé errores nuevos’.
-¿Qué se viene ahora para ustedes? Son padres “especiales”.
-Yo creo que lo nuestro es que sepa que acá tiene un respaldo total, en el error o en el acierto, para conversar si se equivocó, para felicitarlo si acertó. Pero nada más. Y el rol nuestro va a ser mucho con los nietos, porque los chicos sufren las ausencias, la casa que no es la de ellos. Así que nada, estar a requerimiento. Y transmitiendo ideas de la gente.
-¿Sugiere nombres para esta etapa de cargos?
-No, no conozco a casi nadie. Es toda gente de otra generación.
-Ustedes pueden aportar desde la experiencia.
-Sí, tal cual. ¿Qué es lo importante y qué es lo accesorio? Desde chiquitos, es lo primero que hay que aprender. Yo soy accesoria, y no porque me guste decirlo. A mí me tocó hacer ese acto de humildad importante. Luis es mejor que yo. Tiene las condiciones como candidato y para gobernar. Tiene lo que los italianos llaman pacatezza, la serenidad. Lo importante y lo accesorio. Esas cosas que de chico se le han inculcado.