Protagonista de la transición democrática como primer presidente luego de la dictadura militar, Julio María Sanguinetti reflexiona a 40 años de ese hito el rol que jugaron —y siguen jugando— los partidos políticos en Uruguay, que se “ha preservado” hasta ahora de la irrupción de outsiders. Sobre la actualidad, analiza los desafíos de su Partido Colorado, hoy sin “liderazgo excluyente”.
-¿Cómo recuerda el regreso a la democracia y cómo lo vive hoy a 40 años de ese hito?
-Lo importante es la mirada retrospectiva. Si los 40 años hubieran sido un período de inestabilidad, de fracasos o quiebres institucionales, aquellos 40 años hubieran tenido poca significación. Al ser 40 años de éxito institucional y democrático, se revalorizan de modo particular los cinco años que van desde el plebiscito del 80 hasta el 85, incluyendo la interna del 82, las conversaciones del 83, el acto del Obelisco y el Pacto del Club Naval, que es el que pone fecha a la elección y el fin de la dictadura. El otro día en Brasilia, un gran periodista del fin del siglo, Quintino Bocaiúva, decía que el pasado es el que nos recomienda el futuro, pero el futuro es el que le da legitimidad al pasado, y ese es el punto. Este momento legitima lo que sucedió hace 40 años.
-A la luz del tiempo que ha pasado, ¿cree que todos los partidos hicieron un esfuerzo como para que la democracia se mantuviera durante todo este tiempo?
-Los partidos políticos han sido, son y seguirán siendo fundamentales en la vida de la democracia uruguaya. Cada uno a su modo hizo lo que pudo en cada tiempo que le tocó vivir. En materia política no hay verdades absolutas; no hay victorias definitivas, ni derrotas concluyentes. Los tiempos históricos marcan.
-¿Hoy ve alguna señal de debilitamientos de la institucionalidad o de los partidos?
-Hay un debilitamiento de las pertenencias en el sentido institucional general, del mismo modo que hay un mayor individualismo que comienza en la comunicación entre los seres humanos a través de los celulares. Se cambió el relacionamiento humano y lo que sigue en un eclipse de las grandes causas que generaban las grandes motivaciones, como el fascismo, el nazi-fascismo, la democracia, el comunismo... Cuando se pasa a la rutina democrática ya las convocatorias no tienen ese sentido de apelación emotiva. Máxime cuando el cambio de época significó la caída de la ideología marxista, y como consecuencia de esto ya no hay alternativas a la democracia liberal y la economía de mercado, ni aun para el país comunista más importante del mundo. Esto es el fenómeno que yo llamo: nostalgia de las grandes causas. Ahora lo que aparece son las causas identitarias.
-¿Cree que el fenómeno que ocurre en otros países, como en Argentina, donde el presidente no está identificado con un partido histórico, puede suceder también en Uruguay?
-Uruguay felizmente se ha preservado. Pero no quiere decir que estemos inmunizados, porque el doctor Gustavo Salle, que sacó dos diputados, es la expresión de algo, marginal, pero que hasta ahora no existía.
-¿Cómo piensa que el tiempo ha juzgado la transición uruguaya hacia la democracia?
-Todas las transiciones de la época en la región fueron distintas. En lo político, en lo económico, en la estabilidad económica y aun en la estabilidad institucional. La nuestra, sin ninguna duda, fue una transición que salió en paz, que era el gran objetivo, con un gobierno democrático que prácticamente no tuvo limitaciones desde el punto de vista institucional para actuar. Sí los deberes impuestos por la realidad de una posdictadura, como fue la restauración de la carrera de 30.000 funcionarios. También nos inauguramos con una amnistía a los presos de la guerrilla y a los presos que habían caído por motivaciones políticas. En aquel momento no estaba planteado el tema de los militares, que es un tema posterior y que fue apareciendo progresivamente, y a los dos o tres años emergió con denuncias. Entonces se generó un clima de tensión y ahí fue cuando se origina la Ley de Caducidad, que fue avalada por el pueblo. Esto que ocurrió en abril de 1989, en el año electoral, fue fundamental y nos encontramos con una participación popular muy importante. El mismo pueblo que en el 80 votó contra los militares, en el 89 votó una ley de caducidad de las acciones contra los militares, que ratificó 20 años después, además, en la misma elección en que se estaba eligiendo a un tupamaro (por José Mujica) presidente.
-¿Cómo viene sobrellevando la derrota de la coalición republicana?
-La he sentido con pena porque entendía que había un proceso de cambio importante hacia los objetivos que el país tiene que tener hoy en medio de un cambio de civilización. Porque hemos salido de la civilización industrial y posindustrial, para pasar a la civilización digital. Es evidente que con todos los otros cambios que se han producido en la sociedad tenemos que asumir que las prioridades han cambiado, empezando por la educación y siguiendo por otros factores. Siento a su vez que el Frente Amplio ganó en función de ese sentimiento de justicia social que impregna su espíritu. Parecería que el Frente Amplio siempre va a ser más concesivo hacia las necesidades sociales, cuando personalmente lo veo exactamente al revés. El Frente Amplio es un vasto movimiento con un arco ideológico enormemente separado. A veces se habla de la coalición republicana, y yo aseguro que la distancia que pueda haber entre sus extremos en realidad es mucho menor que la que hay entre la concepción de la dirección sindical, que es parte integrante fundamental de la movilización frentista, y la del ministro de Economía, Gabriel Oddone, que representa el modo de pensar que tuvo Danilo Astori, que en su tiempo fue muy importante sobre todo para impedir que los famosos eslóganes fundacionales del Frente Amplio prosperaran: no pagar la deuda externa, nacionalizar el comercio exterior y la banca. Además tenía una fuerte representación política que hoy no está. Y al no estar esa fuerza compensatoria de las corrientes socialistas, comunistas u ortodoxas muy radicales que existen hoy, la fuerza del Pit-Cnt se revalúa.
-¿Qué tan alineado ve al gobierno de Yamandú Orsi con los planteos que puede hacer el Pit-Cnt?
-Cuando el ministro Oddone habla de la desindexación salarial, que es uno de los mecanismos para mejorar el salario real, que bien usado sin duda es imprescindible para mejorarlo porque puede ser imprescindible para la baja de la inflación, ya vemos lo que pasa. Siento que a veces estamos en una concepción que no sintoniza con un mundo que nos impone otros niveles de competencia.
-¿Y qué papel juega el MPP en ese entramado?
-El MPP hoy es más un sentimiento que una concepción. En su tiempo el MPP se asumía como una rama radical del Frente Amplio. Hoy entiendo que es exactamente al revés.
-¿Y no lo ve como algo positivo?
-Por supuesto que sí. No estoy diciendo que no. Estoy diciendo que el MPP hoy ya es otra cosa. Pero tampoco es la estructura política que fue. Es más un sentimiento que una estructura, asociada de algún modo a la figura de Mujica por vínculos más que nada sentimentales o emocionales.
-¿Y qué síntesis cree que produce esta nueva composición interna del Frente Amplio en el gobierno de Orsi?
-Yo imagino al gobierno de Orsi con una tensión que en general todos los gobiernos tienen, pero que en este caso va a ser fuerte, entre un ministro de Economía que representa una concepción llamémosle neoclásica de la economía y un Pit-Cnt que en la otra punta se está afiliando, digamos así, a una concepción socialista perimida y totalmente anacrónica, pero que tiene la fuerza de una estructura y la fuerza de gente que está convencida de que esto es así. Porque yo no les niego sinceridad.
-¿Qué papel debería tener el Partido Colorado en este nuevo período?
-El Partido Colorado va a ser fiel a su identidad histórica. Es un partido con vocación de gobierno, profundamente institucionalista, profundamente republicano y consustanciado con el reformismo permanente del llamado Estado batllista que él mismo construyó. Y al pie de esas consignas estará actuando como lo ha hecho siempre. ¿Por qué fuimos socios leales de la coalición republicana? Porque el gobierno de Lacalle respetó justamente esta visión.
-¿Y no teme que cuando comiencen las negociaciones con el gobierno en la Cámara de Diputados haya algún sector del Partido Colorado que se encuentre más propenso a votar iniciativas del oficialismo?
-Eso se verá con el tiempo. Hacer pronósticos es jugar con el error.
-¿La caída del Partido Colorado puede explicarse porque por su concepción del rol del Estado quedó lejos de la visión del Frente Amplio pero también de la que impera en sectores nacionalistas, que buscan un Estado más chico?
-Que el Estado sea más eficiente es algo en lo que estamos todos de acuerdo. Y esa es una batalla diaria. Ahora si para que sea más chico hay que vender Antel no, eso ya lo dirimimos en su momento. La caída de los partidos obedece a muchas causas. La caída fuerte del Partido Colorado se produce después de la crisis (2002), y luego hemos tenido avatares políticos que no nos han permitido consolidar los interesantes procesos de recuperación que tuvimos. Hubo una etapa muy promisoria con Pedro Bordaberry en dos elecciones, una campaña muy promisoria con Ernesto Talvi y ahora tuvimos una campaña muy promisoria con Andrés Ojeda y aspiramos a que todo esto se consolide con una nueva generación que está irrumpiendo.
-¿Hay un liderazgo claro en el Partido Colorado?
-Mire, en el Partido Colorado no hay hoy un liderazgo excluyente. Hay un liderazgo institucional ganado en las urnas que lo tiene Ojeda. Luego hay liderazgos ideológicos y liderazgos intelectuales o políticos variados. Y eso es bueno que así sea.
-¿Cómo definirá hoy a la coalición? ¿Qué es exactamente? ¿Un bloque?
-Es una confederación de soberanías independientes.
-¿A qué atribuye la caída electoral de Cabildo Abierto?
-Creo que a Cabildo le pasó que por un lado fue perdiendo la novedad, que siempre premia; y, por otro, que asumió una política quizá demasiado cuestionadora de la propia coalición cuando estaban naciendo con vigor y con un sentimiento coalicionista. Entonces aparecía como un socio demasiado díscolo.
-¿Qué opinión tiene de la imputación por siete delitos de corrupción contra el intendente blanco Guillermo Besozzi, en plena campaña electoral rumbo a las municipales?
-Primero, que la fiscal (Stella Alciaturi) tiene una notoria parcialidad, y no es un tema de debate porque están sus expresiones escritas en las cuales muestra una inapropiada parcialidad que debería merecer ya una reacción de la jerarquía de la Fiscalía. En segundo lugar, en cuanto al expediente Besozzi, no voy a opinar porque no lo conozco; hay muchos delitos implicados, muchos episodios que vienen de antes, y que también implican al sindicato de funcionarios. Es un asunto bastante enredado sobre el que no me gustaría opinar.