La Coalición Republicana y el debate de la conveniencia de ir hacia un partido único

Competir por separado puede llevar a perder bancas en el Parlamento; hacerlo todos juntos también podría tener consecuencias y hay resistencia de blancos en el interior.

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Coalición Multicolor
Primer acto de los líderes de los cinco partidos que compitieron contra el Frente Amplio en el balotaje de 2019.
Foto: Francisco Flores.

"Esto es como en una pareja. Los muchachos se conocen, empiezan a salir y al tiempo ya son formalmente novios; pueden tener algún conflicto, sí, pero deciden seguir adelante y capaz que un día se terminan casando”. Así, con esta metáfora, se refirió un importante dirigente del Partido Colorado el vínculo con el Partido Nacional en la coalición de gobierno. La pregunta fue: ¿es posible que un día blancos, colorados, Cabildo Abierto y el Partido Independiente se unan en un mismo lema, en una Coalición Republicana que compita como partido único contra el Frente Amplio?

Son muchos ya los que creen que este es el camino más lógico que debería recorrer la coalición de gobierno, en el entendido de que competir por separado los hace perder peso en el Parlamento. Para entender el ejercicio que estos dirigentes políticos hacen nos será útil la calculadora electoral elaborada por El País. Pongamos por caso —aclaración importante: esto es solo un ejemplo, con números ficticios, que no representan ningún tipo de proyección en cuanto a lo que pueda pasar el 27 de octubre— que el Frente Amplio consiguiera 48% de los votos y la coalición sumada otro 48% (25% el Partido Nacional, 15% el Colorado, 5% Cabildo Abierto y 3% el Partido Independiente). En este caso el Frente Amplio se quedaría con 49 bancas en Diputados y 16 en el Senado, obteniendo así la mayoría parlamentaria. Lo conseguiría aunque votase exactamente igual a toda la coalición unida.

Pasemos a otro escenario —más ficticio aún, porque nos referiremos a un partido que a nivel nacional no existe—, en el que el Frente Amplio consigue el 48% de los votos y una Coalición Republicana unida se queda con otro 48% —cifras exactas, ni un voto más ni un voto menos para cada lado—, mientras el restante 4% se reparte entre otros partidos más pequeños y sufragios en blanco. Así la actual oposición se quedaría con 48 bancas en Diputados, lo mismo que la coalición; en tanto, en el Senado, serían 15 para cada lado, y luego desempataría el que resulte electo vicepresidente.

Por esto es que hay quienes sostienen que sería necesario, de cara a 2029, pensar en recorrer el camino de una coalición unida en un partido único que le permitiera ser más competitiva a nivel parlamentario, y no “regalar” votos. En el Frente Amplio los sufragios que le “sobran”, por ejemplo, al Partido Comunista, es decir aquellos que no le alcanzan para ganar una banca más, van a otro sector de la coalición de izquierda; pero el sobrante que le queda al Partido Nacional no va al Colorado, ni al Independiente, ni a Cabildo. Y eso implica, quizá, dar cierta ventaja.

La discusión

¿Pero qué piensan de esto los principales dirigentes de cada partido de la coalición? Todos advierten, obviamente, que esta es una discusión para el futuro, y no para tenerla ahora con una elección a la vuelta de la esquina y con las encuestas mostrando cierto favoritismo de los electores por el Frente Amplio, pero al mismo tiempo reconocen que es un debate que debería darse antes de 2029.

En el Partido Nacional dirigentes cercanos a Álvaro Delgado y Martín Lema, que competirá como uno de los candidatos de la coalición en las departamentales por Montevideo, entienden que la conversación es inevitable, pero al mismo tiempo reconocen que a nivel interno no hay un consenso en cuanto a ir hacia una Coalición Republicana nacional. En su momento el directorio blanco debatió este tema para las elecciones municipales, y lo que se entendió, tras hacer consultas en varias localidades del interior, fue que no tenía sentido generar pactos en departamentos en los que los nacionalistas son mayoría.

Acto de jovenes de Aire Fresco 404
Álvaro Delgado y Martín Lema.
Foto: Estefanía Leal/Archivo El País

Es que la unión implica compartir una cuota de poder en cada lugar; tener dirigentes colorados, cabildantes e independientes en comunas en las que los blancos saben que pueden volver a ganar casi sin despeinarse, y así perder también territorialidad, un factor clave para competir a nivel nacional. De hecho, desde antes de las internas, los más cercanos a Delgado siempre exponen como uno de sus principales activos su poder territorial, y desde el Frente Amplio reconocen que la llegada al interior muchas veces es un dolor de cabeza, al punto que lo consideran un factor clave de la derrota en 2019.

El senador Javier García, líder de la 40, es uno de los pocos que se animan a hablar en on sobre este tema, aunque dice, sí, que es una discusión “fuera de tiempo”. Él destaca que “la fortaleza de la coalición es la combinación de perfiles” y “el compromiso político”, y que desde esa base hay que discutir qué es lo mejor. Otro dirigente, desde el corazón del delgadismo, advierte que la unión en un solo partido “no es algo para despreciar”, que debe ser evaluado a partir sobre todo de los resultados que se den dentro de dos semanas, —“porque es obvio que tenemos más chances de conseguir bancas si estamos todos juntos”—, pero al mismo tiempo dice sentir cierto temor a que esta alternativa “desdibuje las divisas”.

En el Partido Colorado la sensación es la misma. Los más cercanos a Andrés Ojeda —alguien que se define colorado casi al mismo nivel que coalicionista— entienden que es algo para discutir, midiendo costos y beneficios antes de tomar una decisión. Entienden como una ventaja presentar un menú electoral que no deje dudas en cuanto a los bloques (Frente Amplio de un lado y del otro lado los socios del actual gobierno), aunque al mismo tiempo se reconoce que es mucho lo que hay que discutir en cuanto a cómo adaptarse a este cambio.

Los partidos deberían presentarse con candidatos únicos para ser más competitivos a nivel interno, o con alianzas tales por las que impongan sus propios aspirantes en una eventual convención. Pongamos por caso: el Partido Nacional va con dos candidatos y el colorado con uno; el colorado obtiene más votos, pero la suma de los blancos lo superan. En un caso así, ¿el que obtiene más votos es proclamado o la suma de los blancos es la que se queda con el aspirante a la Presidencia? Esto, que parece muy complejo, entreverado, contrafáctico, es algo de lo que en estos momentos algunos están discutiendo. ¿Y la fórmula? ¿Debería ser multipartidaria? ¿Al socio mayoritario de la coalición, hoy al Partido Nacional, entonces, le conviene entrar en esta discusión? Preguntas aún sin respuesta.

Pedro Bordaberry y Andrés Ojeda
Foto: Cuenta de X de Pedro Bordaberry / @PedroBordaberry

Para Pedro Bordaberry ésta tampoco es una discusión para este momento, pero al mismo tiempo plantea que hay al menos dos aspectos que deberían tenerse en cuenta en caso de que se abra la chance de discutirlo rumbo a 2029: primero que el sistema electoral, por cómo se suman los votos, lleva muchas veces a la coalición a perder bancas en octubre; segundo, que este aspecto no puede llevar a que no se tenga en cuenta la ventaja que se puede generar por la multiplicidad de fuerzas y candidatos en la primera vuelta. “Si tenés un solo partido y un solo candidato, de repente pasa que el elector tiene una sola opción, ¿y si esa opción no le gusta?”, señala.

El candidato a Senador pone un ejemplo bien cercano: la coalición por separado consiguió en 2019 más del 55% de los votos (28,6% el Partido Nacional, 12,8% el Partido Colorado, 11,4% Cabildo Abierto, 1,1% el Partido de la Gente y 1,0% el Partido Independiente) contra 39% del Frente Amplio. No obstante, en el balotaje, la diferencia se achicó considerablemente, pasando a ganar Lacalle Pou por apenas un punto y medio.

Si bien el crecimiento del Frente Amplio de octubre a noviembre es histórico, la caída en la alianza que se opone a la izquierda no es algo que suceda siempre. Es más, cuando la coalición era solo de blancos y colorados los votos de cada uno más o menos lograban retenerse. En 1999, Jorge Batlle obtuvo 32,8% y Luis Alberto Lacalle Herrara 22,3. El colorado ganó con 54,1% —o sea, casi sin perder votos. Tabaré Vázquez, en tanto, creció de una instancia a la otra unos seis puntos.

Jorge Batlle votando en el plebiscito de 1996. Foto: Archivo El País.
Jorge Batlle votando en el plebiscito de 1996. Foto: Archivo El País.

En 2004, tras la crisis, no hubo balotaje, pues el Frente Amplio ganó en primera vuelta. En 2009, José Mujica obtuvo 47,9 en octubre y 54,6% en noviembre. En tanto, Lacalle Herrera pasó al balotaje tras conseguir 29,0% e hizo una alianza con Bordaberry, que había sacado el 17,0% (la mejor votación del Partido Colorado desde la crisis). La suma nos da 46 y Lacalle Herrera obtuvo 45,3%. En 2014 Vázquez creció de 47,8% a 56,5%. En tanto, Lacalle Pou obtuvo 30,8% y los colorados, sus aliados para el balotaje, 12,9%. Si lo sumamos, el hoy presidente debió haber obtenido 43,7% y obtuvo 43,5%.

O sea, lo que pasó en 2019, que de una instancia a la otra la coalición perdió una gran cantidad de votos, no es algo común, es más bien excepcional, y puede ser un fenómeno que responda a la volatilidad de los votos de los nuevos socios, al perfil más socialdemócrata que tuvo el colorado Ernesto Talvi a la hora de hacer campaña —consiguiendo así desencantados del Frente Amplio que quizá decidieron no acompañar a Lacalle Pou— y al nivel de rechazo en general que tenía el hoy presidente, datos que logró revertir a la hora de llegar a la Torre Ejecutiva.

Lacalle Pou y Bordaberry con objetivos en común. Foto: G. Pérez
Luis Lacalle Pou junto a Pedro Bordaberry.
Archivo El Pais

En el Partido Nacional confían en que esta vez no se dará un escenario de pérdida de votos de la coalición de una instancia a la otra. Y dan tres razones: porque Delgado —favorito para pasar al balotaje— según las encuestas de opinión no genera un nivel de rechazo grande, porque la gente entiende que la coalición gobierna en unidad y vota sabiendo que el candidato que elige es parte de un bloque —en 2019 Mieres no confirmó su ingreso a la coalición hasta después de la interna, Manini tuvo idas y vueltas, y Talvi incluso llegó a decir que no quería ser parte de una alianza en la que estuviera Cabildo Abierto— y porque creen que de una instancia a la otra el nacionalista podrá mostrar una mayor solvencia que la del aspirante frenteamplista.

No obstante, las encuestas marcan una realidad que debería ser tenida en cuenta por la coalición. La última, presentada esta pasada semana por Opción Consultores, le da a Yamandú Orsi un 48% en el balotaje y 41% a Delgado —con un 6% de voto en blanco o anulado, y un 5% que no sabe o no contesta—, y un dato llamativo es que el 15% que votaría a la coalición en octubre elegiría a Orsi, mientras que el 8% no tomó aún una definición al respecto.

Un poco más de historia

Hoy el Partido Nacional tiene en sus manos 15 intendencias. Todas menos Montevideo, Canelones y Salto (gobernadas por el Frente Amplio), y Rivera (territorio del Partido Colorado). De cara a las municipales de mayo de 2025 la coalición resolvió ir unida solo en aquellos departamentos en los que la izquierda hoy es gobierno. Esto ya es una novedad, puesto que hasta ahora solo la coalición se unió de cara a los balotaje (desde que en 1996 se cambió el sistema electoral) y en las departamentales en Montevideo desde 2015, cuando se fundó el Partido de la Concertación y compitieron Álvaro Garcé (en representación del Partido Nacional), Ricardo Rachetti (por el Partido Colorado) y Edgardo Novick (como independiente).

Ricardo Rachetti, Edgardo Novick y Álvaro Garcé. Foto: Leonardo Mainé.

En 2020 se repitió la experiencia en la capital, pero ya con una coalición integrada por tres socios más (Cabildo Abierto, el Partido Independiente y Partido de la Gente, que para este octubre no competirá). En el marco de una situación muy al borde del papelón, el Partido de la Concertación no pudo competir, porque no consiguió 500 votos en la interna de 2019 (o sea que alguno de los 500 convencionales no votó o no se votó a sí mismo), por lo que la alianza compitió en las municipales bajo el lema del Partido Independiente. Fue con candidata única, Laura Raffo, quien fue vencida por Carolina Cosse. ¿Sirve la coalición en Montevideo? En 2015 obtuvo 38%, en 2019 un 40%, y queda por ver que pasa el año próximo. En 2010 —sin coalición— la suma de blancos y colorados llegó a 44%,

Laura Raffo recorrió el asentamiento Aquiles Lanza. Foto: Leonardo Mainé.

O sea, hasta hoy, la alianza de partidos no consiguió ningún triunfo a nivel departamental, mientras que a nivel nacional fue clave para la llegada al poder de Lacalle Pou en 2019. También lo fue para que Batlle lograra ganar 20 años antes, en 1999, en ese primer gran acuerdo blanco y colorado previo a una segunda vuelta. En la película “Jorge Batlle. Entre el cielo y el infierno”, el exmandatario nacionalista habla sobre ese pacto: “Acordamos una serie de puntos y dimos el apoyo a un Batlle, que dentro del Partido Nacional… como decía mi madre: ‘¿Te fijaste en el apellido?’ (...) E hice campaña por Batlle en todas las capitales de los departamentos”.

Esa serie de puntos se convirtió, en 2019, en un Compromiso por el país, el que fue firmado por el candidato a Lacalle Pou, y también por los líderes de cada partido socio. Hay dos que siguen en carrera y vuelven a ser candidatos, Guido Manini Ríos y Pablo Mieres; el otro era Talvi. Hace más o menos un año atrás, el aspirante por el Partido Independiente propuso dar un paso más, y generar un programa común antes de las elecciones de octubre, que deje más que claro que el bloque continuaría unido y que hay puntos de contacto hacia el futuro. Esto no permeó demasiado en sus socios, y fue descartado de plano por Manini que dijo en una entrevista con El País: “No estoy de acuerdo en un programa común hacia octubre de 2024. Creo que eso estrecha la base de la coalición. Hará que seamos monocordes. Y que no tengamos distintas visiones nos debilita, no favorece a ninguno de los partidos”.

Esta semana el Partido Independiente insistió en la necesidad de buscar puntos de contacto, y propuso que referentes que hayan trabajado en la generación de los programas de cada partido del bloque empiecen a tener conversaciones que permitan un acuerdo veloz en caso de que haya balotaje —la posibilidad más probable, según ha reconocido incluso la fórmula del Frente Amplio. Esto se empezó a propiciar desde el viernes, y los referentes en contacto son Agustín Iturralde por el Partido Nacional, Matías Bordaberry por el colorado, Marco Methol por Cabildo Abierto y Javier Lasida por el Partido Independiente.

No obstante, estos acercamientos, que se parecen mucho a un noviazgo, según la metáfora que utilizamos al principio, no llegan a un nivel de compromiso tal que, al menos de forma inmediata, nos lleve a pensar en un casamiento. La Coalición Republicana, como fuerza única que compita en los 19 departamentos y también unida a nivel nacional, aún parece una utopía.

Pero algo parece haber cambiado. La coalición de Batlle y Lacalle Herrera se partió con la crisis, retirando el Partido Nacional a sus ministros. Hoy, a dos semanas de las elecciones, la coalición propiciada por Lacalle Pou sigue en pie, pese a discrepancias y torbellinos internos.

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