La opinión de un exasesor de Obama sobre el cambio de criterio del gobierno de Orsi respecto a Venezuela

Benjamin Gedan, director del Programa de América Latina del Wilson Center, admite que lo de Juan Guaidó “fue un experimento” que “no salió bien” pero que esos antecedentes no pueden “justificar la normalización total de la relación con Venezuela”

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Benjamin Gedan
Benjamin Gedan: "No se puede justificar la normalización total de las relaciones con Venezuela"
Foto: Francisco Flores

Es director del Programa para América Latina del Wilson Center. Fue director para América del Sur del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca durante el gobierno de Barack Obama, donde entre otros temas asesoró sobre Venezuela.

De visita en Uruguay, critica la política exterior de Donald Trump y señala los peligros de “normalizar” las relaciones con el régimen chavista.

-Han sido unas primeras semanas de muchos anuncios. ¿Qué lugar cree que ocupa América Latina en la agenda de Trump?

-Todavía es difícil entender realmente la política hacia Latinoamérica porque faltan las dos personas más importantes en la formación de esa política: ni en la Casa Blanca (en el Consejo Nacional de Seguridad) ni en el Departamento de Estado tenemos el nombre más importante en la materia. Pero sí hay un enfoque bastante fuerte y no común en la región. Normalmente los expertos en asuntos de Latinoamérica nos quejamos sobre la falta de atención prestada a esa región, que para nosotros es muy estratégica. Hoy en día hay otra dinámica. Tiene algo que ver con Marco Rubio, que es un latino, una persona que pasó mucho tiempo en el Senado prestando atención a la región. También tiene que ver con los temas que son más importantes para los nuevos gobernantes, que son la migración, el fentanilo, y la competencia con China, y en esos tres casos Latinoamérica es un campo de batalla importante.

Benjamin Gedan
Gedan: "Hoy no está claro que EE.UU. esté a favor de la democracia como sistema preferencial"
Foto: Francisco Flores

-¿Qué cambios son esperables respecto al gobierno de Biden?

-La agenda para Latinoamérica es totalmente distinta hoy en día. El gobierno anterior tenía un foco importante en la democracia, derechos humanos, acción climática, la conservación forestal, igualdad de género; todos esos temas han salido totalmente de la agenda. Más allá del tema de China, lo que nos queda sobre la mesa son los demás asuntos que tienen que ver con la frontera sur de Estados Unidos y tal vez el crimen organizado. Para mí es una mirada más limitada. Es cierto que con Biden tampoco Estados Unidos estaba muy abierto a nuevos tratados de libre comercio, pero al menos hizo un esfuerzo para incentivar la inversión en Latinoamérica de capital estadounidense, reconociendo que un mercado regional integrado tendría un gran valor para las empresas estadounidenses. Hoy en día no es la prioridad. Tampoco tenemos, al menos por ahora, un enfoque en el nearshoring. Se ha hablado mucho por años sobre la importancia de establecer esas cadenas de valor por todas las Américas, pensando en la competitividad económica de Estados Unidos, aprovechando mano de obra y recursos naturales. Ahora el énfasis es en el onshoring o reshoring, de atraer toda la inversión hacia EE.UU. Este es un cambio profundo.

-¿Qué implica para países pequeños como Uruguay, que están siempre atentos a la posibilidad de integrarse a esas cadenas?

-Implica que al menos por ahora no creo que veamos una estrategia de integración regional de parte de Estados Unidos. Es una postura proteccionista: no vamos a ver esfuerzos para abrir aún más el mercado, ni de invertir en esas cadenas de valor.

-Esta semana hubo elecciones en la OEA y se eligió a Albert Ramdin, de Surinam. ¿Qué futuro le ve?

-El temor que tengo es que no sé, con el liderazgo de ese diplomático caribeño, si Estados Unidos va a seguir acompañando a la institución. El aporte financiero de Estados Unidos representa más que la mitad del presupuesto anual. La importancia que le da Estados Unidos es un motor importante para su acción. Y ahora me quedo con dudas. La Casa Blanca está reevaluando los aportes que da a las Naciones Unidas por decreto ejecutivo y sin lugar a dudas la próxima conversación tendrá que ver con el aporte financiero y diplomático que da hacia la OEA. Y para mí es una institución imperfecta pero importante. La observación electoral que ofrece es sumamente importante y también como un lugar para al menos tener conversaciones hemisféricas, porque no hay alternativa. El otro candidato, el canciller paraguayo, tenía un relato más amigable para EE.UU., con una defensa de la democracia, de los derechos humanos, una postura muy agresiva en cuanto al colapso de la democracia venezolana, y faltando una persona comprometida con esos temas, va a ser un poco más difícil argumentar a favor de una relación estrecha y sustancial.

Benjamin Gedan
Benjamin Gedan, director del Programa para América Latina del Centro Wilson.
Francisco Flores/Archivo El Pais

-¿Y qué impacto tendría que EE.UU. se alejara o por lo menos difuminara su vínculo?

-Un impacto profundo. Sería grave para la institución, para su capacidad para jugar un rol central en la diplomacia hemisférica, más que nada por el tema presupuestario. Sin esos aportes de Estados Unidos casi no podrá sostener sus actividades.

-El presidente Yamandu Orsi, en su discurso inaugural, mencionó la importancia de los lazos con la OEA pero se ha centrado especialmente en referencias a la cooperación Sur-Sur, así como el fortalecimiento de la Celac. ¿Cómo se pueden leer esos guiños en este contexto?

-Bueno, la perspectiva en Washington es que Celac es una herramienta para China, para dominar la región y para sacar a Estados Unidos de las conversaciones regionales. Igual que Unasur en su momento.

-¿Y es una mirada fundada?

-Creo que sí, creo que sí. Se podría hacer una institución de coordinación regional para tener una mejor capacidad negociadora en las conversaciones con China, pero nunca ha servido como esto. Por el contrario, siempre es como una plataforma y China hace la agenda y propone sus intereses. Y creo que también -esto no es universal- para muchos dirigentes políticos, cuando hablan de Celac y no de la OEA, ya esa es la señal que quieren transmitir: que prefieren que haya una coordinación regional sin EE.UU. y Canadá. ¡Y recibimos el mensaje! Por eso es tan importante que nosotros hagamos un esfuerzo para sostener a la OEA, que es la plataforma preferencial para los norteamericanos.

Donald Trump y Javier Milei
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Javier Milei, presidente de Argentina.
Foto: AFP.

-Con quien Trump sí ha mostrado sintonía es con Milei. ¿Cree que el vínculo se va a limitar a los guiños políticos contra las regulaciones o la batalla cultural compartida? ¿O es posible que eso le abra alguna puerta a Argentina?

-Para mí es un caso de estudio superinteresante para toda la región, o tal vez para todo el mundo: qué es el valor de una amistad ideológica entre un mandatorio y Trump, siendo Trump una persona con poco interés en las relaciones diplomáticas, pero con un fuerte interés en los presidentes que tienen los mismos intereses ideológicos, con la batalla cultural, antiwoke, y también con ganas de dar batalla en contra de las mismas instituciones del Estado. La pregunta, y no tengo la respuesta, es si hay un beneficio material. Sabemos que Argentina va a sufrir por los aranceles en acero, aluminio. Para mí no hay ningún interés en un tratado de libre comercio a pesar del interés que muestra el presidente argentino. Y no hay inversiones de parte de EE.UU. porque estamos cortando casi todos los programas de asistencia internacional. Hasta la fecha veo una relación linda entre ellos con muchos intercambios, pero no veo algo sustancial. Vamos a ver. Supongo que al menos habrá una visita a la Oficina Oval y una foto con dedos arriba y todo.

-¿Qué cree que puede pasar en el plano de la democracia en Venezuela y Cuba en estos años, teniendo en cuenta la postura de EE.UU.?

-Es un momento inédito, porque ahora no me queda claro que los Estados Unidos están a favor de la democracia como el sistema político preferencial. Hay otros temas de importancia que ahora dominan las conversaciones, por ejemplo con Rusia-Ucrania ni se escucha la palabra democracia. Aparentemente hay una amistad entre EE.UU. y Rusia y nada tiene que ver con el tipo de régimen, con el sistema político. Con Venezuela hay señales muy distintas. Tenemos el canciller que tiene una posición clarísima, pero tenemos también un enviado especial que viajó a Caracas y después dijo que a Trump no le interesa un cambio de régimen. Ahora estamos sacando la licencia que permite que Chevron opere en el país; mañana vamos a ver... Para mí lo llamativo es esa idea de que si estamos sacando de la agenda el tema de la democracia, es mucho más difícil entender la política, porque se podría argumentar a favor de una política basada en temas energéticos en Venezuela, o migratorios. El tema de Rusia, Irán, China también. Estamos acostumbrados a priorizar, al menos en Latinoamérica en los últimos años, la democracia. Obviamente, soy consciente de que durante la Guerra Fría no fue así, y creo que de alguna forma estamos volviendo a esa dinámica cuando el tema de la democracia no es el tema primordial: lo es el tema de China, el tema energético o el migratorio.

MAGA: Donald Trump y su clásica visera.
Donald Trump.
Foto: AFP

-En el caso uruguayo, el gobierno de Orsi realizó un cambio al dejar de reconocer a Edmundo González como el ganador de las elecciones y el presidente legítimo, más allá de tampoco reconocer a Maduro. ¿Cómo ve ese viraje?

-Hay una dinámica interesante en la izquierda latinoamericana. Hoy en día tenemos dos históricos como Petro y como Lula, que siempre han tenido alguna especie de amistad para con Maduro y el chavismo. Después de las últimas elecciones en Venezuela hubo un conflicto, pero yo creo que en el mediano plazo van a normalizar nuevamente la relación con el chavismo. Tenemos otro tipo de izquierda, representada por Boric, que es una mirada más pura de defensa de los derechos humanos y la democracia, sin importar los colores políticos del régimen. Vamos a ver lo que tenemos en Uruguay. Antes el Frente Amplio para mí siempre defendía al régimen chavista. Y obviamente hay partes de la coalición que realmente están muy a favor del régimen venezolano. Para mí esto sería triste, porque una de las fortalezas institucionales de Uruguay y de su imagen internacional es no solamente como una democracia bien consolidada, sino también como un defensor de esos valores. Y sin los Estados Unidos jugando este rol en esa región más importante aún que países como Uruguay lo hagan.

-Del arco más moderado del Frente Amplio, el argumento es que no se quiere repetir lo que ocurrió con Guaidó, con aquello del presidente encargado.

-Bueno, yo acepto el argumento de que hemos intentado todo y nunca logramos nada. A mí me tocó trabajar en asuntos de Venezuela en la Casa Blanca hace mucho tiempo con Obama, y con el Grupo de Lima, con muchos esfuerzos, con sanciones, y a la vista está que nada salió bien. El experimento con Guaidó tampoco salió bien. Acepto esto y entiendo por qué no hay mucho interés en replicar esto con el ganador de las últimas elecciones. Pero yo veo con malos ojos la idea de justificar la normalización total de la relación con Venezuela, solamente citando esos esfuerzos poco exitosos. Con un país con tantos presos políticos, torturas, con un presidente bajo investigación por violaciones de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, no se puede aceptar esto en 2025. Nos estamos acercando a una dinámica muy triste en la que Latinoamérica dejaría de ser una región con un consenso acerca del tipo de régimen o sistema político. Normalmente con la Carta Interamericana de Democracia de la OEA y su documento fundacional, siempre hablábamos sobre una región democrática, con matices con Cuba, pero solamente con un tipo de sistema político aceptable. Ahora estamos llegando a otro momento, y va a ser como cualquier otra región del mundo: un rey acá, un dictador militar, alguna democracia. Si aceptamos todo y convivimos, porque así es el mundo... Y no estamos así, pero estamos cerca. Y cada país que toma la decisión de normalizar totalmente la relación con un régimen tan brutal, nos lleva más cerca a ese momento.

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