Las encuestas suelen estar en cuestión en cada elección donde los uruguayos esperan a las 20:30 horas para saber quién ganó. También, luego, quedan en el ojo de la tormenta si los resultados se alejan de las proyecciones hechas por las consultoras. Y este balotaje, según Francisco Rodríguez Folle, vicepresidente de la Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado, tiene múltiples factores difíciles de medir y que pueden ser determinantes ante un escenario de gran paridad. Por ejemplo, el voto que llega desde fuera del país, principalmente Argentina, no es algo que midan las encuestas y puede tener incidencia.
-¿Cómo se trabaja ante una elección que se proyecta será reñida para evitar errar en los resultados que se anuncian?
-Justamente es cuando se pone más difícil, digamos. Uno puede decir que lo más fácil es trazar los grandes brochazos, pero cuando se trata de poner la línea fina, se vuelve mucho más difícil la tarea de una empresa encuestadora. Y en este caso la línea fina importa. Uno dice puede fallar una encuesta, sí, lo sabemos siempre que puede fallar porque cómo hacer un trabajo que es... por muestreo, por más bien hecho que esté el muestreo, hay siempre un margen de error. Pero luego hay otras fuentes de error posible que no son fáciles de trabajar con ellos.
-¿Cómo cuáles?
-Por ejemplo, la no respuesta. Cuando la gente no responde, que como es libre de hacerlo, hay que suponer qué pasa con ellos. También hay a veces un voto que llamamos un voto oculto. Resulta que te dice que no sabe a quién votará cuando en realidad sí sabe, pero no lo quiere decir y también tenés que suponer que si no lo dice es por algo. Hay voto estratégico también. La gente duda hasta los últimos minutos cómo su voto suma o afecta y es gente que lo decide mientras está yendo a la mesa de votación. Bueno, y también hay, vale señalarlo, votos de no residentes que no van a la encuesta pero van a votar.
-¿Esos votos no se contemplan en las encuestas?
-No, las encuestas son de personas que viven en Uruguay, que estaban en Uruguay los meses, los días antes de la elección.
-Desde los partidos anuncian al menos unas 20.000 personas que llegarían a votar desde Argentina.
-Y no es poco. Lo que no tenemos es cómo saber a quién van a votar porque no los hemos encuestado porque no sabríamos dónde encontrarlos. Puede ser que te hayan hasta ayudado con el pasaje desde un club político pero luego, en tu cuarto secreto, votás lo que querés, ¿no? Y no es poco porque si la elección pasada se definió por 30.000 votos... Hay otro elemento que sumo a los anteriores: la gente que no vive donde tiene registrada su credencial y que aprovecha a ver a su familia, sus amigos, y viaja al interior o viene del interior para votar. Hemos notado que hay gente que ese esfuerzo lo hace en octubre y no en noviembre.
-¿Qué está en juego para las encuestadoras?
-No se juegan más de lo que había el día que decidiste dedicarte a hacer política. Tuvimos una experiencia cercana en 2019 y en el referéndum de la LUC. Son riesgos que uno conocía y forman parte del juego. Aceptamos ese riesgo y lo vamos a hacer, es parte de nuestro trabajo, pero lo que nos gustaría es que no se nos critique por razones que trascienden el trabajo profesional.
-¿Son muchos los votantes que se deciden en el último día?
-Trajimos ya hace unos años a un investigador de este mundo que investigó a las encuestas. Hizo un trabajo de encuestas políticas en muchos países y resumiendo el trabajo de él, se relevaron 30.000 encuestas, de 479 elecciones distintas en 40 países Y el promedio que le dio es que el 30% de los votantes se decide el último día. Entonces, fijate si no habrá margen de variabilidad entre lo que dijeron las encuestas y lo que sucede el día de la elección.
-¿Cambió la disponibilidad de la gente a responder?
-No, desde mi experiencia, yo no trabajo en política pero sí hago encuestas todos los días y la gente es muy amable.
-¿Para lo que es el electorado uruguayo de menos de 3 millones es razonable ese número de cuatro o cinco encuestadoras políticas?
-Está bien porque es un número suficiente para comparar y ver distintas metodologías. Además, imaginémonos un mundo sin encuestas. Yo lo viví en algunas de las elecciones siendo niño, recuerdo cuando no había encuestas. Pero sí había interés por saber qué está por pasar. Y las maneras que tenía de anticipar era contar las balconeras de los edificios o de las casas, o ir a los actos y ver cuánta gente había juntado tal partido o tal otro. Hoy eso son las encuestas que responden a esa necesidad, que son clave para ese voto estratégico.
-¿Las encuestas influyen en el voto?
-Mucha gente vota a ganador, le interesa votar el que va a ganar y la única manera de saber quién va a ganar es mirar el resultado de la encuesta. Antes, eran las balconeras o los actos. Entonces, influye, claro que influye. Ya por el hecho de haber dado un resultado ya estás modificando la decisión de las personas que acabás de encuestar, se está influyendo en la decisión de la gente.
-¿Cómo se financia una encuesta?
-Las empresas se financian con lo que cobran a sus clientes, y los clientes normalmente son los partidos políticos. Puede ser que haya alguna embajada de un país extranjero que le interese. De hecho, las primeras encuestas hace décadas fueron de embajadas.
-¿Se puede esperar tener a las 20:30 un resultado consolidado?
-El trabajo que se hace hoy es poner encuestadores en una muestra de entre 100 y 200 circuitos. Está acordado con la Corte Electoral que tiene permiso para entrar cuando se abren los sobres y entonces él participa mirando. Cuando tiene el número final de la mesa lo envía a un servidor central que tiene cada empresa, acumulando los datos. El balotaje es más ágil por ser binario. Pero en 2019 ese dato a las 20:30 no estaba. Dos encuestadoras dieron un resultado, otras dos esperaron y una dio un resultado opuesto. Para estar tranquilos hay que esperar a que se cierre la última mesa de la muestra.