El magíster en Historia, Fernando López D’Alesandro, uno de los principales estudiosos contemporáneos de la izquierda uruguaya, analizó el presente del Frente Amplio (FA). Siendo dirigente de Banderas de Líber, en entrevista con El País dijo que se fue del Partido Socialista (PS), tras manejos “inadmisibles” y antes de que revelara que uno de sus principales referentes históricos, Vivian Trías, había sido un espía checoslovaco. Para el académico, la estructura socialista está “agotada” y en “decadencia”. Además planteó que en la izquierda nacional persiste la puja entre renovadores y ortodoxos, sobre la que versará su próximo trabajo, después de haber publicado Socialité. Mecha Gattás, poder y cultura en la alta sociedad.
-Está escribiendo un libro sobre “el debate entre la ortodoxia y la democracia en la izquierda entre 1905 y 2005”. ¿Cuál es el eje articulador?
-Tomando las investigaciones que hice sobre la historia de la izquierda, el eje es el debate que se abre a partir de la fundación del Partido Comunista entre la ortodoxia (la llegada de las tesis del comunismo y luego del stalinismo) y la vieja izquierda democrática, donde están Emilio Frugoni, Carlos Quijano, la agrupación batllista Avanzar. (Estudia) las transformaciones que hubo en ese debate a lo largo del siglo XX, poniendo un énfasis muy especial en la década de 1960, en donde las influencias de la Revolución cubana y las transformaciones del mundo en la Guerra Fría homogeneizaron a la izquierda uruguaya -la “bolchevizaron”-, y cómo luego de la dictadura, ese debate resurge porque tiene raíces muy profundas.
-¿Por qué marca el 2005 como punto final, más allá de que ese año el FA asumió el gobierno?
-Lo que quiero mostrar es que no es algo nuevo. El debate está presente. Hoy se puede resumir entre renovadores y ortodoxos, y tiene raíces muy profundas y lejanas. Tiene varios puntos de inflexión: la Revolución rusa, la cubana y la caída del comunismo, donde la derrota como opción histórica y movimiento político genera un reciclaje de la discusión. Tenés a una de las partes, el comunismo, totalmente derrotada e históricamente agotada, y sin embargo, mantiene el debate. Además, tenés toda una izquierda renovadora que no termina de cuajar en una propuesta integral.
-¿Cómo se explica que en las internas del FA, después de años de predominancia del Movimiento de Participación Popular (MPP), el Partido Comunista (PCU) fuera el más votado?
-Creo que juegan diferentes factores. En la cultura política de la izquierda, el comunismo se vuelve hegemónico. Y eso tiene un poder muy fuerte en el imaginario colectivo. Esa es una de las cosas que explican el resurgir tan potente de las estructuras militantes bolcheviques. Ahora, no te olvides de que la interna es una cosa y la realidad social de la izquierda es otra. Y ese es un hiato que hay que resolver y pronto, porque una cosa es el manejo del aparato del FA -donde al PCU le resulta fácil ganar- y otra es la realidad social de la izquierda, los militantes de a pie.
-¿Cómo se resuelve ese “hiato”?
-Creo que se va a resolver políticamente. Como decía Winston Churchill: “En política inciden muchos factores, pero al final, querida, lo que cuenta son los votos”. Se va a resolver por la decisión de la gente.
-En una entrevista con CX30 dijo que los sectores que apoyan a Carolina Cosse representan a la “ortodoxia” del FA y que tienen un “error de enfoque” al interpretar las realidades internacionales. ¿Podría desarrollar por qué?
-Toda la ortodoxia está alrededor de Carolina Cosse: comunistas, socialistas, el Partido por la Victoria del Pueblo. La ortodoxia más rígida, más dura, más vieja la apoya. Ellos tienen una lectura de la realidad internacional muy sesentista. Es una visión donde las conspiraciones juegan y, sobre todo, el imperialismo es el determinante de toda la realidad internacional. Es sintomática la actitud que tuvo al respecto, por ejemplo, el Nuevo Espacio, un sector socialdemócrata que en la Internacional Socialista condenó la invasión de Rusia a Ucrania, pero cuyo delegado en la Carifa (Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio) fue a la Duma rusa a hacer un discurso donde citaba a Vladimir Putin, poniéndolo dentro de parámetros muy positivos, y donde hablaba de la decadencia de Europa Occidental. Eso no es una contradicción, es una incoherencia.
-En otras obras habla de cómo algunos sectores ven el imperialismo en algunos países, como Estados Unidos, pero no en otros, como Rusia.
-Hay sectores que siguen buscando desesperados ese escenario que no existe más de Guerra Fría: de un lado, los buenos y del otro, los malos. Lo que hace Putin es una acción imperialista, su gobierno es de corte neofascista. El ataque ruso y la ocupación del Donbás y Crimea te pone en jaque, respecto del tema de Palestina. ¿Cómo aceptás una invasión territorial de una potencia extranjera a un país pequeño y, por el otro lado, te ponés de punta contra Israel porque ocupa el territorio de los palestinos?
-¿Por qué le da a la ortodoxia una connotación negativa? ¿No puede ser una forma diferente de ver el mundo?
-(Ndr: Agarra el libro “Sobre el espíritu de la ortodoxia”, de Jean Granier, y lee un pasaje): “Un creyente acude a todos los hombres para que compartan su fe. Un ortodoxo recusa a todos los hombres que no comparten su fe.” La ortodoxia recusa al que no comparte su fe, y eso se vio en todos los debates de política internacional que hubo en el FA en el último año y medio, especialmente, en la invasión de Ucrania y ahora con el ataque terrorista de Hamás en Israel.
-¿Cómo se definen los apoyos a Yamandú Orsi, con el MPP a la cabeza?
-Es muy interesante analizar el proceso del MPP. Entró al FA cuando el Nuevo Espacio se retira, en 1989, con la reserva de algunos. Estaba viviendo todavía un debate interno en torno a los medios de lucha, que se zanjó muy bien a favor del respeto a las instituciones. Ese proceso vivió una evolución desde un radicalismo inicial -plantean las tesis del frente grande, se oponen al Encuentro Progresista-, y se fueron amoldando a una realidad donde emerge la figura de (José) “Pepe” Mujica. Es un proceso fascinante, insólito en el mundo, donde se transforma en una especie de superstar. Creo que la llegada del MPP al gobierno, de la mano del Pepe, también ayudó a cambiarlo. Si ves al MPP del 2023 no tiene nada que ver con el de 1990. Es un MPP muy maduro, sensato, inserto en las instituciones, que sufre un proceso de aprendizaje político. Tuvimos un presidente tupamaro y no pasó nada, y yo creo que eso te demuestra cómo fue la evolución. Por eso me molesta tanto la gente que tiene ojos en la nuca y vive echándoles en cara a los tupamaros su pasado, cuando no valoran el esfuerzo brutal que hicieron para reinsertarse en la democracia y hacerse la autocrítica que se hicieron.
-¿Cuáles son las claves de Convocatoria Seregnista Progresistas (CSP)?
-Creo que el espacio renovador es más que CSP. En el espacio de Orsi hay gente renovadora, que a la larga o a la corta va a estar en el espacio renovador. Muchos compañeros reivindican la figura de Líber Seregni, pero el seregnismo en realidad es un conjunto de supuestos. Entre ellos obviamente están la democracia y la vocación de que la izquierda juegue en la cancha grande, que deje la mera oposición constante. Asimismo, veo una profunda vocación de no caer en el error de atarse a dogmas de los proyectos sociales, a ortodoxias. Defino a ese espacio más que nada como progresista. Creo que es un término a rescatar por encima de los otros. Entender que los procesos son progresivos, que no hay asaltos al cielo, que hay construcciones inevitablemente hechas de manera colectiva por reformas constantes y profundizaciones de la democracia fundadas en la tolerancia y en la aceptación de las diferencias. Pienso que en las izquierdas, a escala global, son las concepciones las que triunfaron. Algunos todavía no se dieron cuenta, pero tiempo al tiempo.
-Dentro de CSP hubo idas y vueltas al definir el apoyo a Mario Bergara, incluso dentro de Banderas de Líber. ¿Usted lo apoya como precandidato?
-Creo que por lejos es el mejor candidato a la Presidencia de este país. Es un tipo que tiene experiencia de gestión económica, política y es un muy buen senador. Pero, independientemente de su precandidatura, creo que el gran logro fue armar Fuerza Renovadora y que se ampliara a CSP para crear ese espacio que es central en el FA. Tenés un espacio nacional-popular, un espacio ortodoxo y Mario tuvo la gran virtud de armar ese espacio progre, que es esencial porque representa a una parte medular de la izquierda uruguaya.
-¿Se equivoca Alejandro Sánchez, entonces, al decir que hay tan solo dos precandidaturas naturales?
-(Ríe) Esa es una picardía del Pacha, que es un sabandija, en el buen sentido de la palabra. Lo entiendo, hace su juego. Pero CSP va a hacer el suyo y está dando resultado, porque ves que Mario salta del 5% al 12% (NdR: en encuesta de Equipos Consultores de julio) y todavía falta un tiempo largo para las internas.
-¿Por qué se fue del PS después de años de militancia?
-Porque me curé. (Ríe)
-¿Se curó de qué? Algunos ahora hablan de una “sangría” de dirigentes, mientras que otros reivindican un proceso de “autoconstrucción interna”.
-Yo me fui cuatro años antes de la sangría, en 2016, por temas puntuales, de manejos internos para conmigo, que entendí que eran inadmisibles. Y eso me llevó a concluir que era una estructura que estaba y está agotada. Los hechos confirmaron que tenía razón. Es una decadencia.
Renuncia
En otro pasaje de la entrevista con El País, López D’Alesandro se refirió a la salida de Ariel Bergamino como presidente de la Carifa y a las luces rojas”, que se les prendieron a los sectores ortodoxos.
-Bergamino renunció después de que El Observador diera a conocer chats sobre cómo se procesó en la Carifa la posición sobre el conflicto en Medio Oriente. ¿Fue ese el único motivo?
-Ese fue el desencadenante.
-Hubo cuestionamientos previos. El PS y las bases no le dieron su apoyo cuando fue designado, se criticó el manejo “unipersonal” de la comisión…
-El manejo de la Carifa fue muy fuerte. La conformación de Fuerza Renovadora generó un terremoto político en el FA, fue una cosa muy impactante para los sectores ortodoxos. Cuando apareció, a esos sectores se les prendieron todas las luces rojas. Es un sector importante, con gente muy buena en sus diferentes especialidades, que tiene suficiente conocimiento y formación como para refutar o cuestionar aquellas “verdades” ortodoxas. Y la Carifa fue siempre un espacio muy problemático. Hay gente que está allí desde hace más de 30 años. Cuando aparecimos con planteos alternativos, rompimos ciertas inercias. Y cuando se rompen ciertas inercias, hay dos posibilidades: o reaccionás con diálogo y buscás entendimiento o filtrás chats. Para mí siempre fue un lugar incómodo. Por eso después de la filtración de los chats, opté por separarme.
"No podés quedar embretado en un programa"
-Uno mira las bases programáticas del FA y, en materia de Relaciones Internacionales, a diferencia de otras áreas, las referencias parecen bastante lavadas, si se quiere. ¿A qué se debe?
-Creo que se hizo un gran esfuerzo. El programa anterior era lavado, este no. Lo veo bien plantado. Tuvimos la suficiente habilidad como para decir bien lo que pensamos y consensuar acuerdos. Las dinámicas internacionales han sufrido un cambio permanente en los últimos 30 años y es muy difícil hacer prospectivas más allá de un año o dos.
-Pero no hay referencias concretas, por ejemplo, a tratados de libre comercio, cuál va a ser la política a seguir.
-En las dinámicas internacionales no podés quedar embretado por un programa de una rigidez absoluta. Me parece que el FA hizo una cosa muy inteligente: dejó abiertas las posibilidades, porque las dinámicas internacionales son muy variables. No sabés qué va a pasar con Argentina, pero no es que no sepas qué va a pasar desde el punto de vista económico o coyuntural, no sabés que va a pasar con su existencia. Estoy leyendo un libro estupendo -La última encrucijada, de Jorge Liotti-, que plantea que la crisis es política, porque Argentina tiene una crisis estructural desde su Estado. Es la crisis de un Estado que nunca existió, porque nunca pudo cuajar un Estado central fuerte. Nosotros sí lo pudimos hacer y por eso los argentinos están tan deslumbrados. Para el 80% de los argentinos, el Estado no sirve para nada. ¿Por qué? Porque su Estado no tiene imperium. En 2002 estuvo a un tris de la secesión: San Luis llegó a plantearla, cada provincia tenía una moneda propia. Entonces, en una coyuntura mundial y regional como la actual, el futuro es pasado mañana. No podés quedar atado a bases programáticas que te encorseten: tenés que hacer las cosas con suficiente laxitud.