ELECCIONES 2019
En compañía de sus tres hijos, Lorena Ponce de León repartió listas, convenció a un indeciso, sumó a una nueva militante y se sacó selfies con simpatizantes.
La política es como un bichito que te pica y te deja tomada”, dice Lorena Ponce de León. “Aunque por un lado querés cerrar una etapa y que se acabe tanto cansancio, yo a la campaña la extraño. La militancia me fascina, me encanta esa entrega. Después lo que siento es una especie de vacío”. Por eso “Loli” aprovecha hasta el último minuto y no se despega de los militantes que reparten listas en Avenida Brasil y la Rambla, ni de los que recorren los circuitos para controlar que el funcionamiento sea el adecuado. También se ofrece para llevar a votar a decenas de personas que no tienen cómo trasladarse.
“A mí todavía me pone nerviosa la instancia de la votación”, cuenta. Se levantó a las 07 A.M. y su marido, Luis Lacalle Pou, media hora después. Votó 10:30 en la escuela Israel en Ciudad de la Costa, acompañada de sus tres hijos, y con ellos después se dirigió al local de la agrupación 404. Llegan corriendo. Los adolescentes agarran banderas, listas y salen a la calle a mezclarse entre los autos.
“Ellos a esto lo ven como un programón. Durante la campaña repartimos varias veces listas juntos y les encanta porque ya tienen su opinión y son ellos los que quieren involucrarse. De vez en cuando puede pasar que alguno les haga un gesto malo y entonces les explico que no todos nos quieren tanto”, dice sonriente. ¿Les gustaría vivir en la residencia presidencial de Suárez? “Nos preguntan cómo sería si nos toca ganar, y Luis les cuenta cómo lo vivió él. Ellos lo que quieren saber es si podrán seguir invitando a sus amigos a dormir”.
De “Loli”, los militantes más cercanos dicen que siempre está alegre y bien dispuesta. Esa empatía cae bien entre los simpatizantes, ha reconocido públicamente su marido. Ella explica que es “una filosofía de vida” que adoptó en la treintena. “Siempre trato de ver el medio vaso lleno”. Y para dar una prueba de su optimismo, canta a viva voz - “no te rías de mí, soy muy mala cantante”, advierte- la popular canción del músico español Peret que dice que “es preferible reír que llorar”.
“Con Luis siempre fuimos de hablar mucho. Desde que empezó su carrera política, él siempre me consulta qué me parecen las decisiones que toma. Y yo le digo que si la vida le pone adelante desafíos tiene que aceptarlos siempre, pero con tranquilidad. Siempre priorizo la tranquilidad, creo que en esta campaña la consiguió porque tiene la certeza del haberlo dado todo”, opina.
Su presencia revitaliza a los militantes más jóvenes, que saludan a los recién llegados con un: “Mirá, te traje a Loli”. Cruza la rambla y saluda a las personas que entregan listas para otros partidos y se queda un rato “ponchando” con ellas, levantando el pulgar cuando son alentadas con un bocinazo y arrimándose a las ventanillas de los autos cuando la llaman.
Paola Gato, organizadora de la actividad en el local de la 404, cuenta que en las caminatas que hizo en las semanas pasadas incluso votantes frenteamplistas y colorados se fotografiaron con ella. Entonces llega un imprevisto: un votante indeciso precisa ayuda. Gato lo conduce a “Loli”. “Dígame los tres pilares de la propuesta nacionalista”, le pregunta él. “Loli” nombra asesores, enumera problemáticas y responde cada oración con la fórmula “lo que proponemos hacer es”. El hombre se marcha con una lista en las manos; “me convertiste”, dice a modo de despedida.
Unos minutos después la que llega es una joven a la que conoció ese mediodía mientras almorzaba en un restaurante. “Acá les traigo a una nueva militante”, la presenta a los encargados, para que la inscriban.
El resto de la tarde transcurre entre selfies y abrazos. “Es nuestra Evita”, dice una de las militantes anonadada por la cantidad de autos que al reconocerla se detienen, sus conductores descienden y les piden una foto. De los más fervientes se escuchan cosas como: “Te sigo en las redes” o “te amo, Loli”, como si se tratara de una celebridad. Ella acepta los elogios con timidez, y cuando no está saludando baila al ritmo de la música que proyecta el parlante, y murmura alguna letra, desde Calle 13 a Xuxa.
¿Se imagina como primera dama? Dice: “Por ahora prefiero ni siquiera pensarlo. Pero si tengo esa suerte, me voy a poner el overol y voy a salir a picar piedra para lo que sea que se me necesite”.
Tiene 43 años y lleva 20 casada con Luis Lacalle Pou. Milita por el Partido Nacional desde antes de conocerlo. Es paisajista. En Facebook se expresa políticamente, pero en Instagram solo comparte imágenes de su trabajo. Colecciona las fotos de campaña y atesora los recuerdos de los siete departamentos que recorrió para estas elecciones. Durante las horas de carretera con su marido, repetían el ejercicio de entrenarse para responder a las preguntas “más desagradables” que pudiera hacerle un periodista. “Se prepara mucho, te confieso”, cuenta. “Mi rol es de continencia, soy esa persona en la que confía 100% y a la que le puede contar absolutamente todo”, dice. “Él se martiriza mucho y yo le repito siempre lo mismo: soltá, porque al final del túnel está la luz”. Las temáticas que le interesan son la vivienda y el cuidado del medio ambiente.