MEMORIAS DE UN EXPRESIDENTE
El líder blanco narra los acontecimientos donde fue protagonista en la formación del herrerismo, su participación en la resistencia a la dictadura, y las negociaciones para la salida democrática.
El expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera presentó recientemente su libro: “La historia vivida”, donde repasa su experiencia personal en el camino al poder con el triunfo electoral en 1989. Allí, el líder del Partido Nacional narra los acontecimientos donde fue protagonista en la formación del herrerismo, su participación en la resistencia a la dictadura, y las negociaciones para la salida democrática. En entrevista con El País detalló qué le pidió al general Hugo Medina sobre el pacto del Club Naval y expresó sus dudas sobre lo acordado.
-¿En qué momento se puso en la cabeza la idea de llegar a la presidencia?
-Quiero ir un poquito más atrás: el Partido Nacional, a partir de 1930 pierde la vocación de poder. En el año 1922 -primeras elecciones directas- (Luis Alberto de) Herrera pierde por 3.000 votos, en 1925 gana la presidencia del Consejo Administración y en 1926 perdimos por 1.400 votos. En el 1930 pierde con (Gabriel) Terra por 30 votos y allí al partido se le aleja la posibilidad cierta de ganar el poder. Empiezan las luchas internas y todo lo que marcó al partido. Se produce una especie de acostumbramiento a la derrota y entonces cantamos Masoller, una especie de glorificación de lo que es la revolución y la gran figura de Aparicio Saravia, pero olvidando a Manuel Oribe, que es el gobierno. Yo lo conversaba con (Julio María) Sanguinetti, el Partido Colorado se mimetiza con el gobierno, y el Partido Nacional con la oposición, y queda como condicionado del 30 al 58, son 28 años, donde no estaba escrito que el Partido Nacional pudiese ganar. Nosotros hicimos el click.
-¿Y en qué momento notaron que eso podía cambiar?
-No es que lo vimos, lo impusimos. Cuando salimos con (Luis Alberto) Heber y Jaime Trobo en un Fiat 147 y le llamábamos “gira de gobierno''. Pero éramos tres: un senador y dos diputados que íbamos a visitar los departamentos. Yo quería ponerle a los muchachos en la cabeza que estábamos queriendo llegar al gobierno. Eso al partido le cambió un poco la ficha. Fue no amputarse el hecho de que podemos llegar al poder. Hay una llamada, que es anecdótica, cuando un colorado me dijo: “qué patético, ser blanco y tener vocación de poder”. Te imaginás como me cayó. Después me llamó el lunes siguiente de la elección a felicitarme.
-Describe en el libro el momento tenso previo al golpe. A los wilsonistas se los reconoce más en la resistencia. ¿Qué papel jugó usted?
-Desde el primer día, los que nos pusimos en contra fuimos blancos. Yo no adjudicó a los demás errores ni falta. Yo salí con panfletos y fuimos detenidos, encapuchados, antes había tenido bombas de los tupamaros en mi casa. No sabíamos actuar ni clandestinos, pero hicimos lo que pudimos. Creo que el Partido Nacional -Wilson (Ferreira) desde el exterior- fue una de las grandes puntas de lanza, y nosotros desde acá siempre con el centro de oposición, dentro de lo que se podía, y no usando nada ilegítimo. Al Partido Nacional no se le pueden hacer observaciones, por supuesto algunos integrantes acompañaron, como hubo colorados que acompañaron.
-En el retorno de Wilson recuerda el abrazo que se dieron en el barco. ¿Tenían cuentas pendientes?
-Fue una discrepancia por la convergencia democrática que se formó fuera del país. Wilson armó un grupo de oposición que abarcaba todo: frentistas, comunistas, blancos y colorados que estaban fuera del país. A Wilson no le gustó que criticáramos eso, pero nunca fue obstáculo para que cuando nos volvimos a ver después de tantos años en Buenos Aires, en el hotel, antes de la partida nos dimos un abrazo. No estábamos para andar escarbando eso.
-¿Cree que Wilson podría haber ganado la presidencia si no se lo proscribía?
-No me gusta la historia especulativa. Pero hago una única especulación, y va por cuenta mía, porque en el golpe de Estado era un diputadito por Montevideo que había sacado 5.000 votos. Cuando vino todo el episodio (en 1972) de las diferencias con (Juan María) Bordaberry que sí, que no, que acompañamos, que no acompañamos (en el armado de gobierno), aquello de los ‘blancos baratos’, quizá no hubo por parte de esa gran mayoría partidaria, con aquella enorme votación de Wilson, una buena comprensión. En 1976 había elecciones, y yo creo que lo ideal era haber acompañado, y que Bordaberry gobernara lo mejor posible y pensar en la próxima elección. Siempre estamos de acuerdo en que lo mejor es que se gobierne lo mejor posible, Wilson con la gobernabilidad y nosotros también. Para la elección del 76, las dos figuras eran (Jorge) Pacheco y Wilson, y creo que el Partido Nacional podía haber ganado. Pero es muy fácil con el diario del lunes.
-¿Cómo vivió la negociación para la salida de la dictadura?
-Fueron largas discusiones y negociaciones. El único que en el año 85 la tuvo clara fue (Dardo) Ortiz. Dijo: ‘vamos a hacer una amnistía para todos y terminamos con esto’. Y ahí se dio la reacción en contra. Incluso se comenta -no lo puedo atestiguar pero se me dijo- que algunos mandos militares afirmaron: “amnistía para nosotros no porque no cometimos delito”. Entonces se frustró lo que para mí era la salida final: amnistía y amnistía, y chau. Los hechos dieron la razón, después empezó todo el problema de las citaciones (a los militares) y que no iban a ir, y se genera la gran redacción (de la ley de Caducidad) que hizo Héctor Martín Sturla, de ese artículo no muy jurídico pero muy políticamente sabio.
-Usted relata una serie de comportamientos del Frente Amplio y de Líber Seregni que dice que no avalaron lo acordado en el Club Naval. ¿Conversó con Seregni al respecto del episodio en el Club Naval?
-No. Con Seregni tuve varias conversaciones, siempre conmigo fue muy gentil. Durante todo mi período tuvimos varias entrevistas que nadie sabe que las tuvimos. Era un hombre muy oriental; había un común denominador de país. Con él no hablé de eso. Lo que sí es cierto, no sabemos exactamente qué pasó en el Club Naval. Yo le dije una vez al general (Hugo) Medina: “General, usted ha sido un actor principal de esto. Escriba y si no quiere que se publique enseguida lo manda a guardar a una escribanía, para abrir dentro de 20 años. Pero cuente exactamente”. No estuvo de acuerdo.
-¿Y dónde están sus dudas sobre lo que pasó en el pacto del Club Naval?
-Me refiero a los entendidos que hubo entre los participantes. Nosotros lo miramos de afuera. Hubo una serie de compromisos. Como dice Medina: “Nadie da todo a cambio de nada”. Y ahí hubo un entendimiento que facilitó la salida. Después cuando llega el momento (de aplicar lo acordado) que el famoso entendimiento se cumpla, los del Frente, para mi eluden lo que eventualmente acordaron.