Mónica Bottero, la directora del Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social, contó que un estudio que encargaron -para el que se entrevistaron 200 dirigentes mujeres- arrojó que una de cada cuatro considera que no accedió a la primera línea dentro del partido a pesar de sus años de militancia por la violencia que había dentro de su grupo político. También dijo que en la administración pública “ha sucedido con cierta frecuencia” que se traslada a la víctima, “debido a que es más complicado cambiarlo a él porque, en general, es un jerarca”.
-Una encuesta de ONU Mujeres difundida esta semana dice que el 68% de los uruguayos cree que debería haber más legisladoras. ¿Por qué eso no se traduce en el Parlamento?
-La opinión de los uruguayos sobre la necesidad de mayor participación política de las mujeres, generalmente, ha estado por delante del comportamiento y las decisiones de la dirigencia política. Hay un tema de poder: integrar a más mujeres implícitamente significa entregar mis espacios de poder, los de mi socio o los de otro dirigente. Se necesita una visión de luces largas y una grandeza por fuera de lo común para decir: el mundo necesita que estén representadas, y va a haber una democracia de mayor calidad y profundidad.
-¿Hay responsabilidad desde el lado de las mujeres?
-Las mujeres también tenemos nuestra responsabilidad porque la cultura nos indica que pedir poder o plata para nosotros es de mal gusto o no es elegante. Entonces, nos ha costado mucho. Evidentemente, como en todos los órdenes de la vida y en todas las clases sociales, el desafío principal es el de la carga de los cuidados, ya que es el gran nudo de desigualdad para desarrollarnos -sea en política o en el estudio, o si vivís en Carrasco o Casavalle.
-El presidente Luis Lacalle Pou se refirió el miércoles a la falta de presencia de mujeres en la política...
-Me dio una gran alegría porque, como dicen ahora los chiquilines, entendió todo. Mencionó que esto sucede porque las cosas gordas en política se deciden en asados de hombres a la noche. Y no a las 8 o 9 de la mañana cuando las mujeres quizá estamos más en actividad. Hizo una autocrítica importante al decir que a las mujeres de su partido les ha costado tener lugares de responsabilidad, aunque creo que también sucede en otros partidos, e incluso con un mayor nivel de dificultad. Por otro lado, muchos dirigentes dicen que no hay mujeres, pero es porque no se genera ni una condición para que quieran acceder a la práctica política, y ellas por una razón cultural tampoco lo van a buscar. Son cambios sociales muy drásticos que empezaron hace nada más que un siglo. Se han acelerado en los últimos años, pero llevan su tiempo.
-De los 14 ministerios, hay solo tres ministras: Salud Pública, Industria y Economía.
-Totalmente insuficiente, eso lo sabemos. En este gobierno, no lo voy a justificar, hubo que negociar ministerios en función de la coalición. Tenemos cifras de la Oficina Nacional de Servicio Civil (ONSC) sobre la administración pública. Dentro de los funcionarios en los cargos más altos de responsabilidad política, el 80% son hombres y el 20% son mujeres. Además, al ver las edades, incluyendo a hombres y mujeres, somos mayores de 50 años. Ahí hay una cultura reflejada en quién se piensa para promover. Eso se da en los cargos políticos, en los sindicatos y particularmente en las cámaras empresariales.
-¿Qué se ha hecho para mejorar la participación política de las mujeres?
-Creamos el primer programa de fortalecimiento para líderes políticos. Formamos 180 dirigentes de todos los partidos de todo el país. El impacto lo vamos a evaluar cuando veamos las listas. Para esto se encargó un estudio de diagnóstico a la Facultad de Ciencias Sociales, para el que se entrevistó a más de 200 dirigentes políticas de todo el país. Se les preguntó por qué pensaban que tenían 20 años en militancia y no habían llegado a lugares de primera línea. Nos sorprendió (el resultado), porque una de cada cuatro dijo que (el motivo) era la violencia que había dentro de su grupo político. Pensamos que tenía más que ver con que los hombres se reúnen de noche -como dijo el presidente-, o que las mujeres tenemos que tener fondos para hacer campañas. Además, durante los cursos el tema surgió continuamente, ya que (las mujeres relataron que les decían) “vos no sabés, vos no entendés”; o contaron que (los hombres) se paraban, se iban o sacaban el celular (cuando ellas hablaban). Y en otros casos hubo agresión sexual concreta.
-¿Tienen cuantificadas las denuncias de acoso sexual laboral dentro del Estado?
-Quizás la ONSC las tenga. Cuando se producen situaciones delicadas nos piden desde otras instituciones que vayamos a asesorar o que los ayudemos a generar el comité de violencia que está mandatado por ley. Este no siempre está formado, pero se crea a partir de que aparecen situaciones.
-Entonces hay un incumplimiento de la normativa...
-En general, las instituciones han formado los comités, pero algunas no los tienen. La inspección general del trabajo centraliza un poco el tema, que es donde se denuncian los casos de acoso. Por lo general, se mantiene muy en privado por buenas razones, porque las víctimas quedan muy expuestas. Ha sucedido con cierta frecuencia, además, que a la víctima de acoso se la traslada debido a que es más complicado cambiarlo a él porque, en general, es un jerarca. Realmente es un tema sobre el que tenemos que trabajar mucho en la administración pública y el sector privado.
-Entonces hay carencias...
-Carencias hay porque es bastante nueva la transformación en la protección de derechos de mujeres trabajadoras y varones -porque también pueden ser víctimas de acoso. Antes era “callate la boca porque perdés el trabajo”. Más que carencias, hay mucho para hacer. Es un trabajo incipiente. Trabajamos mucho con la ONSC y hay que seguir haciéndolo. El compromiso está. El tema es que la ONSC también necesitaría recursos para estar y supervisar a todas las instituciones.
-¿Qué falta para que bajen los femicidios?
-Cada femicidio es un fracaso para quienes somos responsables de proteger la vida en estas situaciones de violencia. Pero estamos en un promedio de 25 femicidios anuales y eso hace que sea un número masivamente muy difícil de manejar. La forma de evitarlo es muy clara. De hecho, lo podemos decir porque de las 3.500 mujeres al año que atendemos en nuestros servicios -y esto pasa históricamente desde 2007-, ninguna ha sido víctima de femicidio. No es porque nosotras seamos unas genios haciendo nuestro trabajo, sino porque el riesgo de vida baja prácticamente a cero cuando la persona entiende el riesgo, pide ayuda, y busca una estrategia para protegerse. Siempre decimos que hay casos que han pasado, que son los más desgraciados de todos, donde las mujeres han pedido ayuda y aun así fueron víctimas de femicidio. Pero bueno, son casos mínimos. Tenemos un teléfono 24 horas (0800 4141 o *4141). Antes de la primera agresión física es importante pedir ayuda, sin necesidad de denunciar.
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