Proyecto Ariadna: el centro del Mides para jóvenes en riesgo de calle y que buscan un mejor futuro

Está destinado a que durante su estadía y junto un equipo de profesionales, cada uno trace sus metas para que al egresar puedan tomar las riendas de su proyecto de vida.

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Proyecto Adriana: hogar del Mides para jóvenes
Proyecto Adriana: hogar del Mides para jóvenes.
Foto: Fernando Ponzetto

En la mitología griega, cuenta la leyenda que Ariadna fue la salvadora de Teseo. La princesa le entregó un ovillo de hilos de oro para que, después de matar al Minotauro, la bestia, pudiera salir victorioso del Laberinto de Creta, ya que lo habría desenrrollado lo largo de su recorrido, permitiéndole conocer el camino de regreso. Así, Teseo se salvó del peor de los destinos.

“Para nosotros, el Proyecto Ariadna sería ese hilo que se nos creó para salir adelante. Después de derrotar a nuestras bestias, nuestro pasado, nuestros problemas económicos, nos brindaría el apoyo para continuar con nuestra vida a la luz”, dice Marcos, de 18 años, mientras de fondo suena el crepitar de la estufa a leña.

En la casona de Colón donde está el adolescente comenzó a funcionar hace días el Proyecto Ariadna. Es un centro del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) donde, temporariamente, conviven jóvenes en riesgo de quedar en la calle, cada uno con una mochila emocional a cuestas.

Es una casa de dos pisos y puertas abiertas, con metros y metros de patio donde, antes de la visita de El País, algunos jóvenes jugaban a la pelota. En el piso inferior está la cocina, un comedor con amplios ventanales que miran al fondo, un living con sillas mullidas, muebles de madera y un piano antiguo. También hay un aula con pupitres de cármica enfrentados a un pizarrón donde se leen anotaciones sobre “la administración de la mercadotecnia”. En el piso superior, varias habitaciones con cuchetas, que hasta ahora son ocupadas por 12 adolescentes a los que se sumarán otros 13 en los próximos días.

El plan del Mides es que durante su estadía, que no tiene un plazo predeterminado, cada uno trace -junto al equipo de profesionales- sus metas para que al egresar puedan tomar las riendas de su proyecto de vida.

¿Cuáles son esas “bestias” de las que habla Marcos? Él, que toma primero la palabra frente a sus compañeros, remarca que cada uno tiene las suyas. “Mi tema son los ataques de ansiedad y el hecho de que quiero estudiar una cosa que no sé si va a ser lucrativa a futuro. Quiero estudiar gastronomía pero, si no tenés un buen apoyo económico, es bastante complicado. Tengo todo ese quilombo en la cabeza y acá me ayudan a pensar bien las cosas, cómo salir adelante”, dice.

Voluntariamente se abre más y cuenta que su madre está en prisión domiciliaria por intentar entrar droga a la cárcel. Cuando Marcos cumplió la mayoría de edad, perdió el derecho a estar con ella y sus tres hermanos menores, alojados en un refugio del Mides.

“Perdí un montón de oportunidades de estudio. Decidí abandonarlo en cuarentena. Fui golpeado por un padrastro y aún tengo ‘ticsitos’: mi cuerpo se desarma en partes -muestra cómo los huesos de los dedos se le dislocan- y tengo bastante miedo a expresar lo que siento”.

Ahora su motor son su madre y sus hermanos, a quienes dice que quiere ayudar a salir adelante.

Sin infancia

Varios hablan de “familia” al referirse a sus compañeros del centro y al equipo de trabajo. La nutricionista es “mamá”. El psicólogo, “papá”. Y la psicóloga Andrea, “la abuela”.

Juan, que con 22 años es el mayor de la casa, es quien explica los roles dentro de esta familia adoptiva. Con la biológica ya no tiene trato: dice que se fue de su casa a los seis años. “No hablo de una familia conflictiva porque se pelearan. Hablo de drogas, armas, peleas, bardo por todos lados. En la mesa, en vez de comida, había merca. No tuve infancia y me denigraban mucho. Me decían: ‘No vas a llegar a ningún lado, vas a terminar preso, vas a ser un chorro, te van a matar’”.

Ahora, sueña con ser músico y con que todo el mundo conozca su trabajo. “Rapeo acá con algún compa que me haga el dos”, dice, y tiene en su celular maquetas de temas que, algún día, quisiera grabar en un estudio.

La vocación musical es compartida por Joaquín, un joven venezolano que dice que escribe de lo que ha vivido. “Lo que ha vivido” podría comenzar a narrarse en Caracas, donde a los 14 años también abandonó el hogar. “Decidí salir de mi casa para ser una persona mala, para quedarme con todo. Hay muchas cosas que hice, de las que no me arrepiento, pero sí he aprendido de ellas. Son traumas que no quiero contar”, cuenta.

A pesar de la distancia, dice que siempre buscó el contacto con su mamá. Cuando ella se vino a vivir a Rivera, juntó el dinero que pudo y fue a su encuentro. Pero, para Joaquín, “fue un esfuerzo que no sirvió para nada”. Aquí se encontró con que ella había formado una nueva pareja, con quien él no tenía buena relación. “Es como que tú dejes todo para estar con tu mamá, o con cualquier persona que puedas amar, y te dé un abrazo y nomás diga ‘gracias’. Es algo insignificante, como si no hubieras hecho nada”.

Por eso, el Proyecto Ariadna también es para él una nueva oportunidad. Su “hilo de oro” para dejar atrás el trauma.

“Esto es como una familia, a pesar de sus diferencias. En cualquier momento que me necesiten voy a estar para ellos”, afirma.

Cuando la ronda se desarma, los jóvenes piden fotos. El sol ya bajó y en el comedor pronto se servirá la merienda, que compartirán con los educadores.

además

Se busca su autonomía

La idea del Mides con esta experiencia, inédita en la cartera, es que cada joven transite su propio laberinto. Está quien retomó el liceo después de abandonarlo cuando su madre quedó desempleada, perdió la casa y debió pedir asistencia al Mides. Está el que se crio en un centro del INAU, a donde lo derivaron por maltrato familiar, pero dice que allí pasaba “lo mismo o peor”. Está el que prefiere guardarse su historia, pero cuenta que ahora trabaja de auxiliar de limpieza. “Se busca que este sea un camino hacia su autonomía”, dicen desde el Mides.

En esta nota, los nombres de los jóvenes fueron modificados u omitidos.

El centro forma parte de plan de acción

La inspiración para Ariadna fue una situación recurrente: adolescentes del INAU o que vivían con sus madres en centros del Mides pero, al cumplir 18 años, quedaban desamparados.

“El fundamento del proyecto es ese: que a veces pasaban de estar en un ambiente muy cuidado a lo que es la lógica de calle, con contención no adecuada para la edad. Se intenta acompañar su crecimiento”, aseguró a El País la directora de Protección Social del Mides, Fernanda Auersperg.

La jerarca señaló que uno de los objetivos de esta administración fue diversificar las propuestas para abarcar las distintas realidades de quienes están en situación de calle. Por ejemplo, dijo, hay soluciones específicas para personas mayores que ya no pueden trabajar y no tienen ingresos. También para atender las adicciones, los problemas de salud mental y las vulnerabilidades de la población migrante.

En setiembre del año pasado se hizo un llamado a organizaciones de la sociedad civil que, desde distintos ángulos, ya trabajaban en la contención de las personas en calle. Se presentaron más de 40 proyectos y un tribunal evaluador escogió 12, entre los cuales figuraba el Proyecto Ariadna.

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