"¿Sabés quién es Juan Sartori?” La pregunta sonó decenas, cientos, miles de veces a finales de 2018. El empresario uruguayo, criado en Europa desde su adolescencia y desconocido por la mayoría de la población, lanzaba entonces una campaña de expectativa que lo catapultaría hasta el segundo puesto en las elecciones internas del Partido Nacional a la Presidencia de la República.
Más adelante llegaría la banca en el Senado, y también los cuestionamientos por sus inasistencias. Pero de un tiempo a esta parte, el centro de la polémica está en la decisión de no entregar a la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep) la declaración jurada de su esposa, Yekaterina Rybolóvleva, hija del magnate ruso Dmitri Rybolóvlev, que con una fortuna de US$ 6.400 millones es una de las 500 personas más ricas del mundo, según la revista Forbes.
Entonces, la pregunta ahora es otra: ¿quién es Yekaterina Rybolóvleva?
Para el grueso de los uruguayos, es la enigmática esposa de Sartori. Pero para el resto del mundo, también es una socialité formada en Harvard. Empresaria, campeona ecuestre, filántropa, madre. Cuando se desató la pandemia por covid-19 en marzo de 2020, a menos de un mes de que su esposo asumiera como senador, ya estaba con él y sus hijos en Suiza, haciéndose cargo de los negocios familiares.
Quienes la conocen o la trataron en Uruguay dicen que es una mujer afable. Que siempre tiene una sonrisa dibujada en el rostro. Que sorprende por su sencillez. Aunque, detrás de su apariencia inocente, aseguran que se esconde una persona brillante, perspicaz, atenta hasta el más mínimo detalle.
Quizás un primer rasgo distintivo es que son pocos quienes quieren hablar de ella. Y cuando acceden, prefieren hacerlo desde el anonimato. También Rybolóv-leva se negó a dar declaraciones para esta nota. Solo Alem García, vicepresidente de la Comisión Administradora del Río de la Plata y hombre de confianza de Sartori, se limitó a contestar en on que lo único que diría “es que es una excelente persona”.
“Con Juan son muy parecidos. En las reuniones absorbían todo lo que se hablaba, todo el tiempo. Era curiosa, hacía preguntas. Los dos eran muy inexpertos, sin conocimiento alguno de campaña”, apuntó un dirigente que militó en las filas del sartorismo.
Durante el primer tramo de la campaña, Rybolóvleva cultivó un perfil bajo. No fue sino hasta el cuatrimestre entre junio y octubre de 2019, cuando estaba en juego la representación parlamentaria, que asumió un rol más activo acompañando a su esposo en las recorridas por el país.
De hecho, se involucró tanto que hasta formó una suerte de comando con la exsenadora Verónica Alonso para diseñar el presupuesto de las giras por el interior, según una de las fuentes consultadas.
Por ese entonces, algunas reuniones se daban en el apartamento de Sartori sobre la rambla de Punta Gorda, en el ex Hotel Oceanía, remodelado por la empresa Union Properties Group, que integra el holding del legislador.
Una persona que visitó la propiedad aseguró a El País que el primero de los tres pisos estaba equipado con los más altos dispositivos de seguridad -desde scanners hasta lectores de huellas dactilares, pasando por cámaras de videovigilancia- y que la familia tenía un séquito de guardaespaldas que, camuflado entre los militantes sartoristas, seguía cada uno de sus pasos. “Era un mundo al que en Uruguay no estamos acostumbrados. El nivel de Juan, su esposa y su suegro es demasiado alto”, valoró una fuente.
El senador nacionalista Juan Sartori está bajo el ojo de la Jutep por negarse a entregar la declaración jurada de su esposa, la ciudadana rusa Yekaterina Rybolóvleva, lo que lo expone a sanciones. Desde entonces, el foco está puesto en ella, hija del magnate Dmitri Rybolóv-lev, una de las 500 personas más ricas del mundo, que fue cercano a Vladimir Putin.
Raíces
Hablar de Yekaterina sin detenerse en Dmitri Rybolóvlev es una tarea imposible. “Ella es la nena de papá”, coincidieron varias fuentes, y figuró como testaferro en al menos una de las compras de inmuebles del magnate ruso: un apartamen- to en Nueva York que costó US$ 88.000.000, hasta entonces el más caro de la ciudad, como informó el periódico español El Mundo.
Rybolóvlev es un empresario que hizo buena parte de su fortuna en el Occidente, donde reside, y que desde 2011 preside y es uno de los dueños del club Mónaco de fútbol.
Como regalo de cumpleaños le dio a Yekaterina la paradisíaca isla Skorpios, en Grecia, que hasta entonces era propiedad de los herederos del naviero griego Aristóteles Onassis y donde se celebró -con unos pocos invitados- la boda con Sartori.
Según la revista Forbes, en un breve período, el magnate Rybolóvlev invirtió unos US$ 1.000 millones en propiedades por toda Europa y más de US$ 2.000 millones en piezas de arte.
También fue investigado por corrupción y figuró en los Panama Papers, dado que utilizó una empresa registrada en las Islas Vírgenes Británicas para ocultarle costosas piezas de arte a su exesposa Elena, madre de Yekaterina, durante el proceso de divorcio, calificado por la prensa internacional como “el más caro de la historia”.
En esencia, Rybolóvlev es parte de lo que comúnmente se denomina “oligarquía rusa”. El historiador Fernando López D’Alesandro, que se ha dedicado a estudiar el fenómeno, explicó a El País qué implica en general y particularmente en el caso de esta familia. Los actuales oligarcas rusos son en un 75% -según diversas investigaciones académicas- exmiembros de la Nomenklatura del Partido Comunista de la Unión Soviética o de la Juventud Comunista Soviética, que aprovecharon la caída del Muro de Berlín para entrar en la economía de mercado.
Hijo de dos médicos comunistas, el empresario nacido en Perm dio los primeros pasos en la industria de los fertilizantes y amasó rápidamente su fortuna.
Para D’Alesandro, “es muy embromado para ciertos sectores de la izquierda ortodoxa asumir que de la revolución bolchevique terminó en un grupo oligárquico de excomunistas, y encima a partir de expropiaciones”. Y valoró: “La oligarquía rusa es el fenómeno social que demuestra el fracaso del comunismo como propuesta”.
Dentro del selecto grupo se destacan profesionales de todas las ramas y Rybolóvlev, con sus miles de millones de dólares, “es uno de los ejemplos más paradigmáticos”. Su hija Yekaterina, que nació meses antes de la caída del Muro de Berlín, también es un reflejo de cómo evolucionó la alta sociedad rusa, ahora abierta al resto del mundo.
Por ejemplo, cuando Rybolóvlev tuvo que cortar lazos con el presidente Vladimir Putin -a quien había ayudado a consolidarse en el poder- no lo dudó ni por un instante. Fue uno de los primeros oligarcas en condenar la guerra con Ucrania.
Según D’Alesandro, “no fue por una cuestión humanitaria o porque lo conmueva la crueldad del combate”, sino que respondió a que “sus intereses están ubicados en el occidente europeo”.
“Él tiene empresas que cotizan en diferentes bolsas de valores del continente. La separación de Putin lo ayudó a mantener su estatus. De hecho, cuando ves el listado de oligarcas rusos en la mira, tanto del sistema financiero suizo -que es el fiel de la balanza- como de otros países, él no está. No sé qué pasará con sus propiedades en Rusia”.
Por otro lado, el académico entiende que la unión de Yekaterina Rybolóvleva con Sartori y el posterior desembarco en Uruguay “es un síntoma del proceso de globalización del capitalismo, que empieza a tener efectos políticos”. “Esa rara avis que es Sartori en Uruguay -dijo- no es tan rara en otros países del mundo”.
El “colado” a la fiesta y la “insistencia” de la anfitriona
La historia de cómo Juan Sartori y Yekaterina Rybolóvleva se conocieron fue contada varias veces. “Dicen que me colé a su cumpleaños, pero no es tan así: fui invitado”, contó el senador en 2019, entrevistado en el programa de radio Malos Pensamientos.
Ese festejo fue en la mítica Isla Skorpios, donde tiempo después se casarían. En vísperas de la celebración, Rybolóvleva dijo al periódico griego To Vima que ese era su “refugio privado” y su “hogar lejos de casa”, que la ayudaba a “recargar energías” para retomar sus compromisos. Cuando se conocieron, Sartori ya tenía una hija, Isabella, con una expareja. Según reveló en otra entrevista, eran épocas donde aún utilizaba la aplicación de citas Tinder, aunque con Yekaterina “hubo química desde el primer día” cara a cara. La relación evolucionó de ser “poco seria y ocasional” al matrimonio.
Aunque ahora, allegados a Sartori aseguraron que fue ella quien más insistió y, en broma, el legislador le decía que tenía “competencia”, por lo que tendría que “ganárselo”. En su libro Volver a crear futuro, Sartori escribió: “Katia dice que le resulté simpático desde el comienzo, y que sin ninguna dificultad me convertí casi en el alma de la fiesta”.
En tanto, dijo que lo que más le atrae de Rybolóvleva es que “no le sorprende nada”. Por ejemplo, la decisión de postularse como precandidato a la Presidencia de un país del que había emigrado a los 12 años junto a su madre y su hermana.
Casados desde 2015, los Sartori Rybolóvleva tienen dos hijos: Alexander John y Giulia Victoria.
Entorno expectante de los pasos a seguir
En el entorno de Sartori las preguntas sobre Rybolóvleva generan incomodidad, pues saben que el senador está en el ojo de la tormenta a raíz de la intimación de la Junta de Transparencia y Ética Pública, a entregar su declaración jurada completa, que incluye los bienes de su esposa. Además, como informó El País, la vocal frenteamplista Ana Ferraris pretende que presente un balance de sus empresas.
La intimación fue resuelta por unanimidad en el organismo anticorrupción, donde también hay representantes del Partido Nacional y de Cabildo Abierto.
Allegados a Sartori confiaron que están atentos a las indicaciones de Carlos Delpiazzo, el abogado del senador, para saber cómo responder, luego de que la Suprema Corte de Justicia desestimara por mayoría el reclamo de inconstitucionalidad sobre la exigencia de la Jutep.
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