Ricardo Pérez Manrique es abogado, presidente de laCorte Interamericana de Derechos Humanos y exministro de la Suprema Corte de Justicia. Pero antes de todo eso fue un joven estudiante de derecho comprometido con un cambio social. Para él, el 26 de junio de 1973 fue un día doblemente significativo. Ese día se recibió como abogado y por la noche los militares dieron el golpe de Estado.
Conmemorando los 50 años de ese día crucial del pasado reciente, El País conversó con el letrado sobre el ambiente de la época, la vida en el exilio y su regreso a Uruguay.
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¿Cómo vivió el proceso que como resultado llevó al golpe?
El golpe de Estado en Uruguay tiene su particularidad de que fue en dos etapas. Primero el 9 de febrero que demostró que definitivamente en ese momento el poder principal en el país eran los militares, cuando el presidente de la República se queda sin ningún respaldo y luego la noche del 26 al 27 junio de 1973 de lo cual estamos conmemorando los cincuenta años.
En mi caso, era estudiante de derecho y trabajaba, de una familia muy humilde que tenía todas las expectativas en su hijo que estaba muy cerca de recibirse de abogado. Un dato que para mí es inolvidable y que vincula mi vida con este golpe de Estado tiene que ver con que el 26 de junio de 1973, en horas de la mañana me informa el resultado de un curso, mediante el cual me recibí de abogado por lo tanto cumplo cincuenta años como abogado y en la noche se dio el golpe.
En esa época los jóvenes o muchos jóvenes estábamos muy comprometidos con un cambio social, y de alguna forma más allá del acierto procurábamos trabajar y militar políticamente para que el cambio social se concretara y por supuesto eso derivó en que sufrimos de manera inmediata las consecuencias. En mi caso el 9 de julio, luego de la resistencia, de la huelga general y eso tuve que irme del país. Toda mi vida ha sido marcada por este tema del golpe de Estado.
En un país democrático en el cual, recuerdo que la Facultad de Derecho no nos enseñaban Derechos Humanos sino derecho internacional público porque estábamos un poco hechos de la idea de que "como el Uruguay no hay", que es un país que no tiene problemas de Derechos Humanos. Todo eso sucede en un contexto en el cual en varios países de la región se producen represiones, con gobiernos algunos militares y otros que no terminan siendo militares, pero sale de la doctrina de la seguridad nacional. Eso llevaba a dividir a la sociedad entre enemigos a los que había que combatir y este el resto de la gente. Creo que alguna enseñanza que nos dejó la dictadura es que no podemos volver a caer en en la misma trampa.
¿Entonces se recibió formalmente un día antes del golpe, pero le dieron el título cuándo?
Me recibí como abogado en la mañana y en la noche dieron el golpe de Estado. Luego me voy del país, no puedo regresar y no puedo obtener mi título, que lo tuve bastante tiempo después. Eso también marcó mi vida profesional, sin perjuicio de lo cual, siempre trabajé en el Derecho, me resistí siempre a hacer otra cosa que no fuera para lo que me había preparado. Pero también el título fue algo de lo que quedó por el camino como consecuencia del golpe con todo otros fenómenos familiares, y personales también muy importantes.
¿Y usted se fue a Buenos Aires y allí pudo trabajar de algo relacionado al Derecho?
Sí, pude validar mi título uruguayo de procurador y me integré con acuerdos con colegas tanto uruguayos como argentinos y así pude trabajar en condiciones precarias. Porque obviamente no podía concurrir a las audiencias y había determinados actos procesales que no podía realizar. Pero fue toda una etapa de mucha conmoción, digo, el fenómeno de irse obligadamente del país donde uno pasa a vivir en otro, donde uno no tiene historia, puede tener amigos, pero amigos que están en las mismas condiciones. Eso genera vivencias muy importantes, pero como todas las cosas de la vida finalmente uno sale, el hombre es un animal gregario y va generando relaciones de hábitat, profesionales, etcétera, que lo van integrando al medio en el que está.
¿Realmente las generaciones posteriores han aprendido de lo que pasó?
En el siglo XIX eran habituales los golpes de Estado y además la inestabilidad política era la regla, de eso pasamos al primer Batlle, a una etapa de estabilidad política que se rompe por primera vez en 1933 con el golpe de Estado de Terra. Que fue una golpe de palacio porque él se alió con el sector mayoritario dentro del Partido Nacional y generó una mayoría que le permitió gobernar. Y pese a que hubo hechos de represión no tiene nada que ver con lo que pasó cincuenta años después. Y el de 1942 que fue una vuelta a la institucionalidad, es decir, el golpe que fue realmente un impacto desde el punto de vista social y de afectar elementos esenciales de la convivencia es el golpe del 73.
Pensemos en la división de las personas entre categoría A, B y C. En función de la categoría que respondían estaban integrados a la sociedad o eran marginados, porque no podían trabajar en el Estado, no podían recibir determinados beneficios, etcétera.
Se dio una serie de circunstancias. Entre febrero y junio hubo un proceso de avances del sistema militar sobre la política, que terminaron con la disolución del Parlamento. Eso marcó desde el punto de vista simbólico y formal. Después se hizo la intervención del Poder Judicial. Echando jueces, creando el Ministerio de Justicia con la finalidad de sanear al Poder Judicial de gente que no estaba de acuerdo con el gobierno. Lo que hay que destacar es que esto no es un problema de izquierda o derecha, sino que todas las fuerzas democráticas sufrieron la consecuencia de la represión.
Me preguntaba cómo había vivido en los momentos previos del golpe. Vivía en un barrio apartado de Montevideo y volvía tarde de estudiar o de alguna otra actividad y era parado tres o cuatro veces en la noche por los llamados camellos, que me pedían documentos, averiguaban a dónde iba, qué hacía, dónde viviría, en fin.
Vivía en la zona de Veracierto y Camino Carrasco, que era una zona fabril, muy alejada de las construcciones de ahora. Lo sufrimos día a día.
¿Piensa que eso era por estar viviendo en un lugar muy alejado?
No sé si era casualidad o como eran lugares donde circulaba poca gente por la calle, era más fácil que te pararan.
¿Era común desde qué año?
Le estoy hablando de cuando la cosa se empieza a definir, 72, 73. Recuerdo a los famosos camellos ir con sirena abierta por 18 de julio. Con personas esposadas. Recuerdo un día iba en ómnibus y de un camello con sirena abierta, iba dos mujeres que estaban con los ojos vendados y esposadas. Una cosa de procurar miedo. Que eso se viera para infundir terror, miedo.
La pregunta que me hizo sobre qué pasa con las generaciones posteriores. Yo creo que las generaciones inmediatamente posteriores, no la mía, sino las que vieron después se vieron influidas. Primero por el tema de la salida de 1984, y por otro lado por los antagonismos por enfrentamientos relatos que hoy han vuelto a darse con total firmeza. Eso hace que la persona común sienta un poco que no sabe, porque no entiende qué es lo que pasó realmente. Por eso sería muy interesante que hubiera un acuerdo del sistema político, el sistema educativo para hacer historia reciente con rigurosidad y verdad histórica.
También ahí se ingresa en un tema de los relatos que se constituyen. Y la teoría de los dos demonios siempre florece.
Claro, sí. Además en la historia 50 años no son nada. Seguimos como si no hubiera pasado el tiempo y como que la experiencia hubiera sido insuficiente para que se tome conciencia, que debe haber un nunca más.
Nos hemos olvidado también un poco de todo el debate histórico entre blancos y colorados. Hay una serie de antecedentes de eventos que siguen siendo totalmente polémicos aún hoy porque tal vez sea un tema de asentamiento de identidad y el tiempo.
¿Usted volvió a Uruguay de Buenos Aires, en qué año?
Enseguida de la apertura y empecé a regularizar mi situación, en el 84 regresé. Tomé la opción por mis hijos que nacieron allá, por mi esposa. Fue una decisión de vida, tengo dos hijos. Al regresar al poco tiempo lamentable mi esposa falleció.
Mis hijos estaban con todo el acondicionamiento de que sus padres eran exiliados y que luchaban contra una dictadura. Ellos fueron generación primera. Pero había una mayoría silenciosa que no lo vivó directamente y que está sometida a la prisión de los relatos.