Para el expresidente Julio María Sanguinetti, la crisis política que hoy vive Venezuela, con el régimen de Nicolás Maduro declarándose ganador de unas discutidas elecciones que buena parte del mundo le atribuyen al candidato opositor, está lejos de ser un episodio internacional. "Es una episodio nacional, es una batalla de cada uno de nosotros por la democracia", dijo. Sobre todo, señaló, cuando ciertos gobiernos o partidos que se dicen democráticos "toleran" lo que está sucediendo en ese país. "Mueve a preocupación, porque será la óptica con la que se van a interpretar determinados fenómenos locales". Aún, dijo, en un país como Uruguay, en el que no existe un riesgo democrático.

Sanguinetti encabezó este viernes un evento de "reflexión" en la Casa del Partido Colorado, cuyo objetivo fue dialogar sobre "los desafíos de la democracia en América Latina". Y, sobre todo, tratar de responder a una pregunta. "¿Vamos a los extremos?". Para el expresidente, no hay dudas. "Estamos en una batalla democrática. Tenemos que seguir hablando de la democracia", sostuvo.

El exmandatario estuvo acompañado por el periodista e historiador argentino Carlos Pagni, que definió a Uruguay como un país en el que la política "tiende siempre virtuosamente al centro". Un país que, dijo, sigue conservando el dialogo, la discusión y la argumentación. "Esto está relacionado a una característica que se ha perdido en otros lados. La democracia es un fenómeno que depende de los grises. Se lleva mal con los extremos", señaló.

En la charla estaba presente el prosecretario general colorado, Gustavo Osta, que le dio la razón a Pagni. "Si nos comparamos con la región, somos una mosca blanca", afirmó.

De todas formas, Sanguinetti habló de un proceso cada vez patente de "radicalización" al nivel mundial. "Los uruguayos solemos no darnos cuenta de lo que tenemos para cuidar", dijo. Se refirió así al desafío que supone que gran parte del debate político pase por las redes sociales. Un debate que, además, es reactivo. "Me criticás, te respondo. Me insultás, te insulto", dijo. Su comienzo, apuntó, fue con (Donald) Trump. "Y sigue con muchos", agregó.

Foto: Estefanía Leal

Sanguinetti habló además de ciertos factores que contribuyen a ese "desasosiego" que se ve en buena parte del mundo. "Ya no hay más empleo para toda la vida, como cuando yo era joven", explicó. Por otra parte, dijo, la competencia es mucho mayor, porque la riqueza tiene otra forma. Ya no viene del sector industrial, sino del mundo digital. Por lo tanto, lo que hay para distribuir es distinto. Todo, agregó, en una sociedad de consumo masivo que, a la vez que genera un mayor bienestar, deriva en un "agonismo constante". El mundo, resumió, da hoy mucho más, pero a la vez ofrece menos seguridad que antes.

El expresidente insistió en el uso de las herramientas digitales, en donde el ciudadano "tiene la ilusión de que está participando en un diálogo", cuando en realidad se da una "multitud de gritos individuales que generan, no un intercambio, sino un coro desafinado". A todo esto, dijo, se suman factores disruptivos. En el caso de Europa, la inmigración. En América Latina, la inseguridad.

El tema de la representación en el mundo actual, consideró, es complejo, con partidos históricos que han sido superados. Sanguinetti habló allí del caso de Chile. "El gobierno de (Gabriel) Boric, por suerte, está saliendo muy bien, una suerte de pequeño milagro, pero es una lotería", comentó. Allí recordó que el actual presidente chileno surgió del mundo estudiantil, en medio de un fuerte malestar ciudadano "prisionero de dos extremos", lo que significó que los partidos históricos del postpinochetismo (democristianos y socialistas), se "desvanecieran".

Para Pagni, lo que existe es una fuerte crisis de representación, con una crisis económica de larga duración que da satisfacción a cada vez menos gente. "Hace preguntar sobre la eficiencia de la democracia para dar determinadas soluciones", afirmó. Esto, agregó, va asociado a una nueva forma de civilización que es, justamente, la comunicación. "La digitalización de la vida pública puede afectar a la democracia", indicó. "Vemos que los niveles de insatisfacción material de las sociedad es explotado astutamente por formas de hacer política que apelan a los sentimientos más que a la razón. Esto lo vemos en todos los nuevos populismos", concluyó.