Situación de Venezuela vuelve a la campaña: en el oficialismo reconocen rédito político en "cierto" electorado

Como en 2019, los precandidatos de la ahora coalición de gobierno buscan confrontar con el FA sobre el régimen chavista; politólogos advierten que "por sí solo" el debate no altera votos.

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Oficialismo y oposición volvieron a confrontar en los últimos días a propósito del régimen venezolano.
Oficialismo y oposición volvieron a confrontar en los últimos días a propósito del régimen venezolano.
Foto: Archivo El País

En marzo de 2019, el expresidente Julio María Sanguinetti, con los 83 años que tenía entonces, anunció a los medios desde su casa que se embarcaba en lo que sería su última carrera como candidato a presidente, e instaló una definición política que en aquella campaña caló hondo y que en esta, por estos días, parece que buscara reactivarse por parte de los dirigentes del oficialismo: “El desastre de Venezuela divide aguas y el balotaje va a tener de un lado los que creen que es una democracia y, del otro, a los que creemos que es una dictadura”.

La pregunta que se hacen algunos dirigentes de la coalición de gobierno -que es de dónde sale la iniciativa de debatir al respecto con el Frente Amplio, ahora y entonces- es qué rédito electoral concreto se obtiene con esta polémica, pero lo cierto es que casi todos los precandidatos oficialistas han cuestionado al régimen de Nicolás Maduro y buscado la confrontación con los precandidatos de la oposición, que, al igual que hace cinco años, no se sienten cómodos definiendo como “dictadura” lo que ocurre en el país caribeño. No es ni siquiera un asunto de debate interno, ya que, de hecho, no está previsto que la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales de la coalición de izquierda incluya este tema en el informe que propondrá esta semana a la Mesa Política de este partido.

La situación de Venezuela, en lo que respecta a las característica fundamentales de su régimen, está incambiada en comparación con 2019: Maduro sigue en el poder, al frente de un gobierno autocrático que detiene y envía a prisión a los dirigentes opositores con potencial de imponerse, si las hubiera, en elecciones libres, tal como ocurrió ahora con María Corina Machado.

Hoy el asunto escaló alto diplomáticamente, pues el presidente Luis Lacalle Pou, manteniendo su discurso de 2019, volvió a calificar de “dictadura” al gobierno de Maduro a un nivel que “rompe los ojos”, y esto produjo una respuesta por parte de la vicepresidenta de ese país, Delcy Rodríguez, quien lo trató de “lacayo” y dijo que “se dobla y mueve la cola cuan- do sus amos del norte le dan órdenes”.

Esto, a su vez, motivó la intervención del precandidato blanco -y cercano a Lacalle Pou- Álvaro Delgado, que marcó que “cuando no hay argumentos, (hay) insultos”; la de Jorge Gandini, que dijo a la venezolana que esa ofensa “no le hace bien a su investidura”; y la de varios dirigentes oficialistas de distintas tiendas. Incluso motivó un desmarque del frenteamplista Mario Bergara respecto a sus compañeros de partido, al afirmar en X que no se debe “aceptar el insulto ni el agravio al presidente”, y que “las proscripciones no son compatibles con la democracia”, pese a tener matices claros con la conducción del gobierno en la política internacional.

Ahora, ¿qué tanto le importa a la gente un debate de estas características y que, en el fondo, versa sobre lo que le ocurre a un país que está a 7.000 kilómetros al norte? Esa es una pregunta que muchos se hicieron en 2019 y vuelven a hacerse ahora.

Un dirigente nacionalista e integrante del gobierno de Lacalle Pou reconoció a El País que no es un tema que “le entre a la gente” en términos generales, pero que “para cierto público es importante e interesante” dar esta discusión.

¿Qué público? Para Sanguinetti, más allá de entender que el debate es de por sí relevante porque atañe a “principios” democráticos fundamentales, es aquel que hoy está indeciso.

Mariana Pomiés, politóloga y directora de Cifra, está convencida de que no se trata de una discusión que “cambie el voto de nadie”, a pesar de que sea un tópico que “embreta a los precandidatos del Frente Amplio” al obligarlos a expresarse sobre una temática que es vista “por Uruguay y por el mundo cada vez más con ojos negativos”.

La clave, y esto -como ya se verá- forma parte del análisis de dirigentes blancos, es que hay frenteamplistas “que no están de acuerdo con el gobierno de Venezuela y con que el Frente Amplio no lo condene”, agregó Pomiés, para quien este tema “en sí mismo no es decisorio” del voto, sino que, en todo caso, incide en un contexto de acumulación de factores.

Algo similar entiende Eduardo Bottinelli, de la consultora Factum. “En sí mismo -señaló- no es algo que genere repercusión en el electorado”. A lo sumo, el impacto se circunscribe en los “sectores ya disconformes con otros temas”. En esa línea, el politólogo dijo también que este debate activa eficazmente a las “barras bravas”, en alusión a los militantes y los más fanatizados, y que tiene entre otros objetivos oficialistas “alimentar el discurso de que el Frente Amplio está manejado por radicales”.

Al mismo tiempo, hay quienes, en el Partido Nacional, observan que no es necesario esforzarse en poner este problema en el centro del debate público, ya que son los graves acontecimientos que suceden en Venezuela los que se instalan naturalmente en la agenda.

“Nadie discute (esto) porque amaneció con sentido democrático caribeño; se discute Venezuela porque están llevando mujeres presas”, dijo ayer el senado nacionalista Sebastián Da Silva, entrevistado por Radio Sarandí. El debate sobre Venezuela, siguió, “lo pone la realidad”, y de alguna manera debido a que “enormes porcentajes del electorado frenteamplista coincide” con el planteo del oficialismo. “Uno (no) vive en una burbuja donde solo se come asados con blancos como huesos de bagual. Todos dicen que es un desastre Venezuela”, agregó Da Silva, que se preguntó: “¿Viste a la Intersocial Feminista (...) hablar de Venezuela? No, porque pareciera que el tema Venezuela no se puede tocar. Hay una asociación con el régimen venezolano de parte del Frente Amplio; no sé en qué términos es esa asociación -concluyó- pero existe”.

Venezolanos en Uruguay
Venezolanos en Uruguay.
Foto: Fernando Ponzetto.
Además

Debate tiene “peso” en público indeciso

Julio María Sanguinetti sigue creyendo que la situación política de Venezuela constituye un “test democrático” aplicable a los precandidatos uruguayos, bajo el entendido de que “todos los que creen y hablan de democracia y de la importancia de sostenerla no pueden al mismo tiempo sostener totalitarismos” como el de ese país o el caso de Cuba.

A este punto, una réplica habitual señala que la elección de Venezuela es arbitraria, y que nada se dice, por ejemplo, del régimen chino, con quien Uruguay ha intentado en este período negociar un Tratado de Libre Comercio. Pero para Sanguinetti eso es una confusión: “Se dice que no reclamamos la democracia en China, pero con ellos no se comprometió la democracia, como sí ocurre con Venezuela, con quien hemos firmado cartas democráticas. Así que tenemos derecho a reclamar”.

La relevancia de dar este debate, concluyó el expresidente colorado, se debe a que están en cuestión “principios” básicos, aunque reconoció que tiene su “peso” en ese “público que de algún modo está en indecisión”.

Julio Maria Sanguinetti
Julio Maria Sanguinetti
Foto: Juan Manuel Ramos
Antecedentes

El cruce de Vázquez y Maduro en el 2017

Las tensiones diplomáticas con Venezuela son en realidad un fenómeno que ha sido frecuente en los últimos años. Durante la administración vigente de Lacalle Pou, Uruguay no ha escatimado en las críticas al régimen chavista, muchas de las cuales fueran manifestadas en forma directa por el mandatario en foros internacionales, tal como él mismo recordó en las últimas horas. “Ustedes me lo escucharon decir cuando era senador, en distintas cumbres en organismos internacionales (...). No deberían sorprenderse”, dijo ayer Lacalle Pou en rueda de prensa.

Pero cierto es que durante el último gobierno del Frente Amplio, que lideró el presidente Tabaré Vázquez, hubo intercambios en duros tonos. En abril de 2017, Maduro acusó al gobierno uruguayo de ese momento, pero especialmente al entonces canciller Rodolfo Nin Novoa, de “agredir” a Venezuela y coordinar “con el Departamento de Estado las posiciones” contra ese país junto con Estados Unidos, mientras guardaba “silencio sobre las masacres en otros países”. Allí también afirmó que hacía una “semana” que buscaba, sin éxito, comunicarse con Vázquez para aclarar el asunto.

Horas después, el gobierno uruguayo publicó un comunicado con el que rechazó “tajante y categóricamente las acusaciones referidas”, al tiempo que exigió a Maduro que proporcionara “las pruebas de la infundada denuncia” y que “en caso contrario”, se retractara “públicamente en virtud de que expresiones como las manejadas afectan gravemente el relacionamiento tradicionalmente amistoso entre los dos países”.

Días después, el canciller Nin Novoa declaró que el gobierno de Vázquez estaba “altamente ofendido por las declaraciones que el presidente Maduro hizo”, y que mantenía la expectativa de una retractación, ya que “pruebas de lo que se dijo no hay porque no sucedieron esas cosas”. El entonces ministro de Economía, Danilo Astori, había dicho también que el de Venezuela era “un régimen profundamente autoritario”.

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