Francia y Alemania han sido históricamente el corazón de la Unión Europea (UE), el ambicioso proyecto político y económico que impulsaron tras la Segunda Guerra Mundial, en gran medida para alejar definitivamente la posibilidad de que se reeditaran las terribles guerras que las enfrentaron en los siglos XIX y XX. En estos días, sin embargo, lucen divididas en un asunto clave para el bloque europeo y para el Mercosur como es el acuerdo de libre comercio, cuyo texto terminó de acordarse y firmarse la semana pasada en Montevideo.
La médica alemana demócrata cristiana, Ursula von der Leyen, de 66 años, presidenta de la Comisión Europea, arriesgó y vino a Uruguay la semana pasada para dar el envión final a un acuerdo postergadísimo respecto a cuya concreción el optimismo había prácticamente desaparecido. Quedó así en la vereda de enfrente de Francia. En este país, que atraviesa una grave crisis política, el poderoso “lobby” de los campesinos ha hecho en estos últimos años que haya casi unanimidad en el arco político contra un acuerdo que se entiende que puede ser devastador para los productores galos de carne vacuna, de aves y de cereales.
¿Qué pasó para que unas conversaciones que parecían moribundas hayan llegado a buen puerto y se haya definido un texto? (Más allá de que no es seguro aún que se vaya a implementar porque hay muchos escollos todavía).
Nicolás Pose, docente investigador del Programa de Estudios Internacionales de la Universidad de la República, explicó a El País que Europa ha sufrido distintos shocks como la pandemia de covid y el incremento de los costos energéticos para la industria alemana como consecuencia del encarecimiento del gas natural y el petróleo provenientes de Rusia, lo que ha afectado su competitividad. A esto se suma la penetración china en los mercados latinoamericanos y la próxima asunción como presidente estadounidense de Donald Trump, cuyo discurso es proteccionista y no cree que su país deba tener como socio preferente a la UE. “Europa necesita otros mercados y otros aliados”, resumió Pose.
En una línea similar, Marcos Soto, socio de la consultora CSC, dijo a El País que “la UE quiere preferencias arancelarias para que sus productos industrializados entren a un mercado de 300 millones de personas que es muy proteccionista”. “La UE obtiene una ventaja competitiva para su industria que no tiene ninguna otra potencia (ni Estados Unidos, ni China). Además creo que sale a marcar un camino en un mundo reacio a acordar, crispado y fragmentado”, opinó.
Seguramente, Francia hará lo imposible para que el trabajoso acuerdo entre los dos bloques no sea nunca realidad. Este ha sido impulsado fundamentalmente por Alemania, los países escandinavos, Portugal y España, explicó Pose. A la que hay que mirar “con lupa” es a Italia, cuyo gobierno “de derecha no tradicional” puede ser clave para bloquearlo, y ya dio señales de no ver con buenos ojos lo pactado, agregó el docente investigador.
El “pilar comercial” del acuerdo -que supondría beneficios muy significativos para el sector agroexportador uruguayo- debe tener el visto bueno del Consejo Europeo y del Parlamento Europeo. Se necesita que en el Consejo el tratado logre el aval de al menos 15 de los 27 países de la UE que reúnan el 65% de la población del bloque. Si Francia lograse la confirmación del rechazo de países con grupos de presión vinculados a la agricultura como Irlanda y Polonia -que ya lo han dejado entrever-, de Hungría, de Austria y de Holanda y sumase el apoyo de Italia, se caería todo lo acordado, explicó Pose. “Es un proceso complejo, pero la no ratificación creo que sería un hecho grave que dejaría muy mal parado a los equipos negociadores y a los responsables de la comisión europea”, reflexionó Soto.
La visión brasileña
También pasó algo en Brasil para que se aviniera a acordar tras 25 años de tratativas. Brasil ya es un gigante agroexportador que se puede beneficiar de una mayor apertura europea y su sector industrial hace años que dejó atrás su visión proteccionista y entendió que necesita nuevos mercados. Desde 2019 a la fecha Brasil accedió a dar garantías adicionales de que será respetuoso del ambiente y obtuvo en las negociaciones del acuerdo que su sector de vehículos eléctricos e híbridos tenga un cronograma más confortable (15 años) para adaptarse a la competencia europea.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva quizás haya razonado que convenía ofrecerle algo para contener a su colega argentino Javier Milei (que asumió la presidencia temporal del Mercosur), cuyo credo ultraliberal le lleva a insistir en la flexibilización del Mercosur.
Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay, dijo a El País que el viernes, “ el contenido de lo que dijo Milei fue durísimo, tanto que molestó a Lula porque le está diciendo que el Mercosur está obsoleto como instrumento”. “Hay que ver cómo reacciona Milei a este éxito del acuerdo. Creo que va a insistir con la flexibilización pero con mucha menos paciencia -dadas sus características- que (Luis) Lacalle Pou. No creo que se quede quieto”, agregó.
Para Soto, “va a ser un fenómeno muy interesante porque por primera vez en 30 años tenemos a una Argentina con vocación de apertura”. Por otra parte, el acuerdo con la UE tiene para Uruguay “la ventaja de mejorar el acceso para algunos productos que estaban cuotificados, poder comprar lo que no producimos de forma más eficiente, favorecernos de alguna corriente de inversión y poner al país en el radar de las novedades a nivel mundial”, añadió.
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