HABLAN LOS ANALISTAS
Analistas políticos admiten la existencia de “dos miradas”, pero sin “grieta”.
Cuando se abrieron las urnas y comenzaron a divulgarse los datos de la votación, enseguida resurgió la idea de que Uruguay está dividido en dos mitades casi iguales.
Esa misma noche, en el búnker del comando rosado, el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, señaló: “Lo que se puede decir con claridad es que una mitad de la sociedad uruguaya no está de acuerdo con esta forma de legislar”. Y desde la sede del Partido Colorado, el expresidente Julio María Sanguinetti sentenció: “El país siempre estuvo dividido en dos”.
¿Uruguay está realmente “partido” en mitades? Un audio que se viralizó por WhatsApp -de esos que de tanta circulación llevan el rótulo de “reenviado muchas veces”- tiró por la borda esa afirmación bajo el pretexto de que los votos a favor del Sí fueron un 39,6% de los habilitados para votar, los del No fueron 40,5% y ninguna de las “mitades” llegó al 50%.
Ese mimo razonamiento es todavía más contundente si se considera que los habilitados para votar son el 76% de la población uruguaya que estima el Instituto Nacional de Estadísticas. Por lo que, quienes fueron a las urnas y emitieron un voto representaron el 65% (el 31% de la población votó No, mientras que por el Sí fue el 30%).
Pero una cosa es la cantidad de votos y otra es el comportamiento de la ciudadanía. En este sentido, la directora de la consultora Cifra, Mariana Pomiés, dice que “en Uruguay hay dos maneras de ver la realidad, pero no hay dos Uruguay (no existe la partición como tal)”.
Esas cosmovisiones diferentes, explica la socióloga, exceden incluso a una elección: “Cuando se les pregunta a los encuestados por los principales problemas del país, su percepción está fuertemente segmentada por el voto”. Existen más diferencias sobre qué opinan los uruguayos sobre la marcha de la economía según a qué bloque “ideológico” pertenecen que a la edad, el sexo o la zona donde viven.
Esa polarización de opiniones, de la cual el director de la consultora Factum, Eduardo Bottinelli, también da cuenta en sus encuestas, “solo parece ceder ante casos excepcionales como la aprobación de la gestión de la pandemia”. En todo lo demás, “el referéndum del domingo solo corroboró la existencia de esas dos miradas”.
¿Por qué dos miradas y no tres o cuatro? Lucía Selios, doctora en Procesos Políticos Contemporáneos, explica que “es la lógica directa de un sistema de balotaje, y el referéndum, al entrar en disputa una opción contra otra, simula a un balotaje”.
Si bien en el siglo XX los historiadores hablaban del bipartidismo entre las divisas fundacionales, los bloques no eran simétricos. En 1999, el mismo año en que tras la reforma constitucional se instauró el sistema de segunda vuelta, el fallecido Luis Eduardo González y su colega Rosario Queirolo anticiparon que Uruguay estaba ante un sistema de dos bloques que se irían alternando en el poder.
González y Queirolo pronosticaban que el crecimiento que estaba teniendo la izquierda le aseguraría hacerse en algún momento del gobierno y que incluso ganaría en primera vuelta (como ocurrió).
Aquella victoria del Frente Amplio, recuerda Pomiés, tuvo como condimento básico el cambio demográfico: los jóvenes, así como aquellos que eran jóvenes en la salida de la dictadura, se volcaron con fuerza por esa opción de alternancia. “Pero cuando el Frente se perpetuó en el poder, como le pasa a la mayoría de los partidos, dejó de ser la opción rupturista y atractiva para esos electores más jóvenes y ahora los bloques se parecen más que hace una década”, explicó la experta.
¿Y para 2024?
A la socióloga Pomiés le “sorprendió” que la votación del referéndum haya sido “casi el calco” que en el balotaje, cuando ya pasaron dos años de gobierno. Dice que esto abre todavía más la incertidumbre de qué va a pasar dentro de dos años y que “las promesas de reforma educativa y de seguridad social podrán incidir, tanto si se llevan adelante como si no”.
La politóloga Selios agrega otra variable: “Como los márgenes de diferencia entre los bloques son escasos, los liderazgos pasan a ser claves para definir las alternancias en el poder”.
Bottinelli complejiza la ecuación y dice que, cuando hay dos opciones en disputa (como el balotaje o el referéndum) se nota esa partición 50/50, pero en otras instancias, como las elecciones de octubre, eso no es tan así. “Desde 2019 se observa un fraccionamiento 5-4-1”, dice. No es una táctica de fútbol, sino que “de cada diez electores, cinco se alinean a los partidos de la hoy coalición de gobierno, cuatro al Frente Amplio y el restante no tienen una pertenencia tan marcada y se mueve”.
Entre esos electores que cambian, “están algunos de los votantes de Ernesto Talvi o aquellos que se disputan el MPP y Cabildo Abierto que, aunque tienen características bien diferentes, no apoyan directo al Frente cuando hay varias opciones, pero sí lo hacen cuando es oficialismo versus oposición”. Por eso, concluye, en ese voto “cambiante” los dos bloques se juegan buena parte de sus campañas hacia 2024.
¿Existe una grieta?
Doctora en Procesos Políticos
“En la campaña para el referéndum por la LUC hubo una movilización social de cada bloque que, en términos generales, convivieron de manera pacífica. Enojos puede haber, pero por suerte sigue reinando el respeto. En Uruguay no hay grieta. Lo que existen son dos miradas diferentes y dos reclamos diferentes. Eso se ve en las interpretaciones que cada parte hace de los resultados electorales”.
Director de la Consultora Factum
“La polarización es un proceso que tiene al menos diez años en Uruguay y que se traduce en que quien vota algo dice que lo suyo es lo correcto y lo del otro está mal. Antes eso no pasaba y el ciudadano solía criticar las falencias de los suyos y elogiar las cualidades de los otros. Pero no es una grieta como a veces se ve en Argentina en que unos no se hablan con los otros”.
Directora de la Consultora Cifra
“Hay que tener cuidado cuando algunos políticos hablan de un Uruguay partido, porque no es así. Hay dos miradas, pero no partición. La agresividad en la política uruguaya se reduce a grupúsculos. Todavía en la familia y entre los amigos sigue habiendo gente que vota una u otra opción. En Argentina la gente se pelea mal por la política. En Uruguay, por ahora, los partidos son un escudo a eso”.