Uruguay tiene “buena fama” como país democrático, pero hay dos asuntos que se miran con preocupación desde el exterior

IDEA Internacional advierte que este país tiene escasa participación de mujeres en el Legislativo y que la normativa sobre financiamiento en la política es laxa e insuficiente.

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Camara de Senadores
Sesión de la Cámara de Senadores.
Foto: Francisco Flores/El País.

Que Uruguay goza de “buena fama” internacional en cuanto a sus procesos electorales y calidad democrática, en medio de una región convulsionada, no hay duda. Sin embargo, existen alertas o luces amarillas a atender ya que ningún país está inmune a fenómenos que lo pueden debilitar o socavar. De hecho, según el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), que es una organización con base en Chile que estudia las democracias de distintos países, Uruguay es “la democracia más sólida en la región” en este momento, pero tiene dos temas principales a resolver.

En primer lugar, la representación de la mujer en el órgano legislativo es muy baja, lo que significa, entienden, la pérdida de una mirada clave en los asuntos nacionales. Además, IDEA observa que se deberían mejorar las normas sobre el financiamiento de las campañas y partidos políticos.

Mujeres

En América Latina, la mujer ha ido aumentando su participación parlamentaria y actualmente llega al 38,5%, mientras que en Uruguay está estancada en un 25,3%, según información aportada por IDEA.

En entrevista con El País, Marcela Ríos, directora Regional de IDEA, apuntó que “no solo la participación de la mujer en Uruguay es menor en ese tipo de cargos en la comparación regional, sino que “hubo propuestas para que eso mejorara que fueron rechazadas”, en referencia, seguramente, al proyecto de paridad parlamentaria presentado por la legisladora blanca Gloria Rodríguez.

Ríos apuntó que varios países ya casi alcanzan la paridad parlamentaria, o superan el 40% de participación de la mujer, y que por ejemplo México ha desarrollado mecanismos para lograrlo que podrían servir de referencia.

Riesgo de ilícitos

El otro tema a mejorar es que si bien existe una normativa reciente en Uruguay sobre el financiamiento en la política, IDEA evalúa que esta es “laxa” y “sin un órgano claro que monitoree su cumplimento”.

Lo cierto es que existe toda una discusión sobre quién financia las campañas en los diversos países ante un aumento de las actividades ilícitas en la región. “No tenemos pruebas sobre que esto suceda o no en Uruguay, pero países que se pensaban inmunes al financiamiento ilícito no lo eran”, dijo Ríos en relación a una revelación de la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre filtración de dinero irregular en unas elecciones locales en Costa Rica.

“Cualquier país con tránsito de mercancía está en riesgo, es un problema que afecta a todos y hay que prepararse. Debemos reconocer que existen nuevas formas a través de las cuales se mueve el dinero ilícito y hay que evitar que entre en la política”, alertó.

Asimismo, la forma en que se hace campaña ha cambiado y pasa mucho por las redes sociales, que son difíciles de monitorear, lo que agrega complejidad al tema.

Legitimidad

Más allá de esas alertas -por demás importantes- Uruguay ha sabido manejar bien sus cartas y cuidar su reputación democrática, sobre todo por la confianza en sus procesos electorales por parte de sus ciudadanos, lo que es valorado también en el exterior.

Mientras en América Latina, solo el 38% de la población confía en las elecciones en sus países, en Uruguay la cifra se eleva al 77%, según IDEA.

Esto adquiere aún mayor importancia en tiempos de gran incertidumbre y en contextos donde, por ejemplo, se han dado elecciones sin ningún tipo de garantías, como en el caso venezolano, o donde se pasa de un proceso político a otro radicalmente opuesto, como pasa en Argentina.

Al decir de Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica (UCU), “acá no existe debilidad institucional como en Brasil, donde hubo un asalto a las instituciones del Estado, o incertidumbre sobre si el presidente electo podrá o no terminar su período como en Perú -donde hubo seis presidentes en cuatro años-, o un Javier Milei con visos autoritarios fuertemente enfrentado al Congreso”.

La democrática de Uruguay, sostuvo el especialista a El País, se debe fundamentalmente a la fortaleza de sus partidos políticos, y esto se traslada a sus instituciones, las que hay que cuidar. “Sí se han dado actitudes agresivas y situaciones a esclarecer, pero no han afectado al sistema electoral. Tenemos una muy buena imagen de cara al exterior”, afirmó Bartesaghi, quien suele representar a este país en giras académicas en el extranjero.

Falta de debates

La falta de debates televisados entre los candidatos a la presidencia es un punto que llama la atención desde el exterior, en especial porque es una instancia que suele aportar a la ciudadanía y en muchos países son obligatorios (en Uruguay solo lo es en caso de balotaje).

Al respecto, Alejandro Corbacho, director de Ciencias Políticas de la Universidad de Ucema de Argentina, apuntó a El País que “lo esperable es que haya debates en esta época polarizada” y que, aunque por un lado sería bueno que ocurrieran, por otro lado, otras formas de confrontar ideas alimentan un clima “más sereno” del que, opina, se adolece en Argentina.

“En Argentina los debates, las posiciones, todo lo que ocurre, es de todo o nada. Los ganadores, ganan todo. Y los perdedores, pierden todo. Es algo de extremos. La izquierda y la derecha que tienen ustedes no son así. Cambie o no el gobierno en Uruguay, se sabe que continuará la democracia y que no habrá un viraje radical de 180 grados, algo de vida o muerte para la gente. Esa es una fortaleza y un plus que ustedes tienen”, opinó.

No obstante, sostiene, los debates públicos, bien llevados, fortalecen las propuestas programáticas y visiones de país, además de estimular la participación ciudadana en la vida política nacional.

El promedio de participación electoral a nivel global ha ido bajando hasta llegar al 55% y se estima que en Uruguay, en estas elecciones, el indicador quede bastante por encima no solo por la obligatoriedad del voto, sino por haber campañas inclusivas propias de una sociedad bastante homogénea, según los analistas que fueron consultados.

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