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A los uruguayos les gustaría una mujer presidenta en el corto plazo

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Verónica Alonso y Carolina Cosse, mujeres precandidatas a la presidencia.

ELECCIONES 2019

Los hombres más educados son los más reacios a que ellas ganen poder.

En Bangladesh se puede comprar una niña por unos US$ 1.329. En Mauritania las mujeres son obligadas a engordar, porque el sobrepeso es sinónimo de buena salud. En Marruecos el 62% piensa que las damas deben tolerar la violencia con tal de mantener la unidad familiar. En cualquiera de esos países, como en otros 93, el sexo femenino tiene más representación política que en Uruguay. Y eso que los uruguayos, a la hora de opinar, reclaman más mujeres legisladoras.

Ya lo pedían en 2016 y lo vuelven a hacer en 2018. Dos de cada tres encuestados por Opción Consultores, en un trabajo que solicitó ONU Mujeres, considera que debería haber más parlamentarias; y eso que en la actualidad cada tres legisladores hombres una banca se la lleva una mujer -a la salida de la dictadura no había siquiera una senadora o diputada.

Solo los hombres más educados tienen una opinión diferente. Para el 42% de ellos, de esos que alcanzaron la universidad, el número actual de legisladoras “es el adecuado”. Una cifra similar de estos señores piensa que la cantidad de ministras es la correcta.

Estos hombres son, a la vez, los que manifiestan un mayor desacuerdo con la ley de cuotas (una medida que cosecha un 76% de adhesión en la población en general) y son quienes menos aprueban la paridad en las listas parlamentarias (seis de cada diez se oponen).

A ciencia cierta se desconoce por qué estos señores, la mayoría de ellos profesionales, son los más reacios a que las mujeres ganen terreno en la política. Algunos dicen que son estos hombres los que más levantan la bandera de la meritocracia: “No importa el género, sino la calidad”. Pero la mayoría de autores coinciden en señalar que estas personas de “traje y corbata” son las que hoy ostentan el poder y temen más por el avance femenino, como si estuviera en riesgo su puesto de “macho alfa”.

En todos los partidos políticos, “los más resistentes son los dirigentes masculinos y con un nivel educativo alto”, explicó Niki Johnson, una de las cientistas políticas que más ha estudiado las cuestiones de género en el sistema político uruguayo.

Puede que la concentración de poder entre los hombres más educados sea la explicación de una realidad que ONU Mujeres viene advirtiendo: mientras que existe una clara mayoría a favor de incrementar la participación de la mujer en diversos cargos, la decisiones políticas parecen jugarse a un ritmo más lento.

Hasta para el cargo más destacado del país, el de jefe de Estado, los encuestados son proclives a que en menos de una década sea una mujer quien luzca la banda presidencial. Solo al 5% no le gustaría esa imagen, porcentaje que se concentra sobre todo entre los mayores de 60 años.

Esto también se aplica para la fórmula presidencial que piensan votar en las próximas elecciones, dato que escapa a cualquier identificación político-partidaria, aclaró el sociólogo Rafael Porzecanski.

Esta es solo una foto que, pide ONU Mujeres, debe servir para quienes arman el guión de la película: los políticos.

Ellas son las sensibles y ellos los líderes.

Hombres y mujeres son iguales, incluso más allá de ante la ley. La amplia mayoría de los uruguayos sostiene que tanto ellos como ellas tienen los mismos atributos políticos. Son honestos, carismáticos y hasta corajudos para realizar las reformas por igual. Pero entre quienes piensan que uno de los dos sexos es más hábil, son las mujeres las que salen ganando. En especial son ellas las que gozan de mejor puntuación en las cualidades de sensibilidad social: preocuparse por la pobreza o la capacidad de alcanzar acuerdos a través del diálogo.

Los hombres, en cambio, solo ganan en la capacidad de mando. Uno de cada cinco uruguayos considera que los señores son mejores líderes que las señoras. Eso sí: ellas son mejores para conducir adecuadamente la economía, cargo que suele identificarse al rol masculino. La percepción de que, ante todo, mujeres y hombres están igualmente cualificados explica que solo para el 6% de los uruguayos la falta de representación política de las mujeres es porque ellos son más idóneos.

Para casi la mitad, en cambio, la desigualdad de género en política es el resultado de que el sistema político las discrimina. Un porcentaje nada despreciable (21%) le suma que “es más difícil para las mujeres combinar la vida política y las responsabilidades familiares”.

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