La vida tras el COVID-19: ¿cómo será el día después de la pandemia?

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Montevideo este sábado. Foto: Leonardo Mainé

OPINIONES

Cinco voces calificadas en diferentes áreas responden cómo se imaginan qué cambiará la sociedad tras el paso del COVID-19 en Uruguay y el mundo.

No se sabe cuándo será: si en un mes, tres meses, un año o más. Pero habrá un día después y es posible que muchas cosas cambien. ¿Cómo será la vida luego que pase esta crisisque parece sacada de un cuento de ciencia ficción? Con esa pregunta, El País consultó al demógrafo Juan José Calvo, al psicólogo Álvaro Alcuri, al economista Ignacio Munyo, al grado cinco en medicina legal Hugo Rodríguez y al diseñador de videojuegos e investigador académico Gonzalo Frasca.

Para Rodríguez, el “angustiante ahora” y sus “justificados miedos” condicionan el futuro. Y habla de los peligros de “legitimar el control sobre las personas y sus vidas”. Calvo cree que habrá un aumento en la emigración y “un mundo más complicado”. No ve posible un “baby boom”, a diferencia de Alcuri, quien cree que sí puede pasar.

Al economista Munyo le preocupan los cambios en el mundo del trabajo, que traerán desempleo. Y Frasca habla de las lecciones que sacarán los niños, “que están siendo testigos de cómo enfrentamos nuestra angustia, cómo reaccionamos frente a la incertidumbre, a la falta de trabajo, al cansancio y a la desesperación”.

1

Juan José Calvo

Demógrafo y economista. Se ha centrado en pobreza y políticas de población.

Juan José Calvo. Foto: Fernando Ponzetto
Juan José Calvo. Foto: Fernando Ponzetto

La primera y evidente consecuencia son los efectos sobre la mortalidad. A todos nos viene a la cabeza lo mismo. Si atendemos a lo que ha ocurrido en Wuhany en poblaciones europeas, el efecto en grandes cifras —si bien es impactante en las noticias— no es tan significativo en el total de muertes en un año. Obvio que porque se han tomado medidas. No quiero sonar frío ni banalizar las cifras y además hay que tener cuidado desde el punto de vista de la sensibilidad de las personas: la muerte de una familiar cercano es muy importante para cualquiera.

Pero desde la mirada demográfica, la sobremortalidad que introduce la pandemia no modificará a largo plazo las tendencias, salvo que haya una mutación del virus. Es probable sí que afecte a grupos de población de mayor riesgo.

Un segundo componente del cambio demográfico es la natalidad. Y tampoco imagino que el comportamiento reproductivo se modifique en forma sustancial. Ahora, las cadenas de producción de métodos anticonceptivos están cortadas, en gran medida porque los proveedores principales de estos métodos se encuentran en países asiáticos. En los países de ingresos medios y bajos es posible que observemos momentos de desabastecimiento. Eso puede dar lugar a embarazos no planificados y un retorno del incremento de fecundidad en grupos de adolescentes. En el largo aliento se debería retomar la tendencia. Aviso que Uruguay está provisto por varios meses por delante.

Muchos me han preguntado: ¿después de esto habrá un baby boom? No creo que haya un período de felicidad que incremente la reproducción.

Pero donde sí habrá efectos duraderos es en las migraciones, que es el tercer componente del cambio demográfico. Hace años que se ven discursos crecientes de xenofobia y discriminación y falta de respuestas de los países receptores a los movimientos masivos de personas desplazadas.

La pandemia será una muy buena excusa para limitar aún más el derecho a la libre movilidad. Vamos a tener un mundo más complicado. El estímulo a la emigración aumentará, por más muros que se pongan.

2

Ignacio Munyo

Economista, profesor de Economía y director del Centro de Economía Grant Thornton de IEEM

Ignacio Munyo, economista uruguayo. Foto: Marcelo Bonjour
Ignacio Munyo, economista uruguayo. Foto: Marcelo Bonjour

Lo que noto en estos días de trabajo en condiciones de confinamiento es que llegó para quedarse la utilización de tecnologías que ahorran tiempo de traslado. Es clave encontrar el límite entre aquello que se puede hacer virtual y lo que se debe hacer a nivel directo. No hay tecnología que pueda sustituir la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de seducir, sentir dolor o alegrarse cuando la otra persona está bien. Características propiamente humanas del trabajo. En este sentido, hay un tema que me preocupa mucho: el mercado de trabajo el día después. Lamentablemente, varias empresas van a necesitar menos trabajadores que antes de la crisis. Algunos que genuinamente no se necesitaban porque eran automatizables, pero estaban.

Cuando uno analiza las posiciones que van al seguro de desempleo, hay una proporción muy relevante que no será estrictamente necesario recontratar. Así, el desempleo (que hoy está en torno al 9%) podrá llegar fácilmente a superar el 12%. Hay que aggiornar la regulación laboral a esta realidad que se ha acelerado de golpe para que sea parte de la solución.

¿Qué más se puede hacer? No hay solución mágica a corto plazo, aunque la recapacitación mejora la situación. El tema del futuro del trabajo está presente desde hace años en todos lados. El año pasado se cumplieron 100 años de la creación de la OIT y el tema oficial fue ese. Los documentos publicados son claros en que la inversión permanente en el desarrollo de nuevas capacidades para los trabajadores debería ser la prioridad. El Inefop tiene por delante un rol central y deberá estar a la altura de la responsabilidad.

3

Álvaro Alcuri

Psicólogo clínico, especializado en terapia de parejas. Publicó varios libros.

Álvaro Alcuri. Foto: archivo El País.
Álvaro Alcuri. Foto: archivo El País.

Prefiero contar cómo a mí me gustaría que fuese ese día después, cómo me lo imagino. Y la verdad es que me gustaría que aprendamos cosas. Que los vínculos interpersonales son valiosos, por ejemplo. Que se revalorizara hacer actividades juntos padres e hijos. Que se incrementara la conciencia de que nos necesitamos unos a otros, algo que está un poco olvidado dado que es posible vivir en una burbuja individualista, cosa que vienen planteando pensadores y ensayistas como Gilles Lipovetsky o Zygmunt Bauman desde hace unos 30 años.

¿Y qué pasa con esa sensación de agobio que muchos sienten por estos días? Nosotros en la psicología hablamos todo el tiempo de las cosas que se disparan con el aislamiento, con la cuarentena. Ni que hablar de cuadros depresivos, de ansiedad, conflictos intrafamiliares, problemas de violencia... Pero a mí me gusta tratar de resolver esas mismas cosas que vemos, intentando utilizar como aliado lo que nos pasa. O sea, es más necesario que nunca llegar a acuerdos, estamos obligados. Es más necesario que nunca diagnosticar mejor los cuadros de angustia, ansiedad, depresión y soledad con los que lidiamos. Eso en el entendido de que el otro es alguien importante que vive con nosotros. La buena noticia es que no nos podemos rajar de los problemas, tenemos que quedarnos donde estamos.

Lo último: a la salida de la Segunda Guerra Mundial hubo un baby boom, que aumentó la natalidad en el mundo occidental. Hay algunos que ya hablan de un “corona boom”: quizás cuando esto termine, en una especie de gran celebración, aumenten los nacimientos. No sé si eso sucederá, quizás sí.

4

Hugo Rodríguez

Grado cinco en medicina legal. Escritor. Publicó en 2019 “Los héroes de la bodega y otras crónicas forenses”.

Hugo Rodríguez. Foto: Francisco Flores.
Hugo Rodríguez. Foto: Francisco Flores.

El día después no sé cómo será. Me resisto a recurrir al lugar común y agregar: nadie lo sabe. Tal vez alguien lo esté imaginando o dibujando, para sí y para todos nosotros. Tal vez.

Hoy mismo debe ser un día mucho más raro que ese anhelado día después. Lo distinto es ahora, no el mañana. Y ese ahora tan sui generis como angustiante no reconoce un peligro mayor que su poder de condicionar el futuro, so pretexto de justificados miedos que impone el presente.

Entre los peligros está la tentación de legitimar el control sobre las personas, sus contactos, sus movimientos y sus vidas. No ya que una agencia de inteligencia o una poderosa empresa pudiera usar los datos para su provecho. Digo que se puede combatir las infecciones sin matar en el intento los derechos de las personas. Y esa sería una forma ética de hacerlo. En la simplificación rápida (bien mayor versus bien menor) siempre perderá el individuo frente al interés difuso. Cuanto más vulnerable, peor.

La pandemia no contiene todo lo importante. Lo confirmé cuando un amigo que cumplía el mandato profiláctico y solidario del distanciamiento socialsufrió un terrible accidente doméstico. Estar en casa ayuda a graduar la velocidad de la epidemia, tanto como aumenta el riesgo de violencia doméstica en todas sus modalidades, intencionales y accidentales (y de locura). Como todos los problemas difíciles, la respuesta a esta pandemia se comporta como una sábana corta. Caso contrario, no sería un problema difícil. No se trata de renunciar a la mejor estrategia, sino a la pretensión de creer que hallaremos la jugada que nos haga ganar 5-0 un partido que parece llamado a definirse por la mínima diferencia.

Lo anticipó Charly García hace 37 años: Ya llega aquel examen del bien y el mal / ya llegan las noticias cruzando el mar / no ves que el mundo gira al revés.

El día después no llegará, lo estamos trayendo. Veremos cómo lo hicimos girar.

5

Gonzalo Frasca

Catedrático de videojuegos en la Universidad ORT. Jefe de diseño en el estudio pedagógico noruego DragonBox.

Gonzalo Frasca. Foto: Francisco Flores.
Gonzalo Frasca. Foto: Francisco Flores.

El principal síntoma de la pandemia no es ni fiebre alta, ni tos seca, ni pérdida del olfato. No; es la sensación de vivir eternamente en el presente, de correr pero seguir en el mismo lugar, como el protagonista del film “El día de la marmota”.

Al inicio de esta crisis las primeras ministras de Dinamarca y Noruega dedicaron una cadena nacional para hablar a los niños. Un cínico podría decir que se trató de un golpe de marketing político. Pero ahora que nos sobra el tiempo, dediquémoslo a pensar un poco. Una crisis sin precedentes, una primera ministra viendo cómo se dispara el desempleo, mil incendios por apagar y en ese caos infernal le dedica una hora a los niños, que ni siquiera pueden votar. Eso no es lo que hace un ventajero político. Eso es poner a los niños primero, hacerse cargo de los más débiles. Los niños merecen entender qué pasa con sus vidas. No nos engañemos, hasta los más pequeños hace rato se dieron cuenta que todos los adultos estamos contagiados por un miedo profundo y paralizante.

Sentimos que nos robaron el futuro. Pero nos equivocamos: convivimos con el futuro. El futuro está en casa, saltando sobre el sillón, devorando películas y videojuegos, terminando a regañadientes una inútil lista de deberes. Dudo que los adultos aprendamos mucho de toda esta tragedia. Quienes sacarán lecciones son nuestros niños. Esos que están siendo testigos de cómo enfrentamos nuestra angustia, cómo reaccionamos frente a la incertidumbre, a la falta de trabajo, al cansancio y a la desesperación. El futuro no es una idea abstracta; es una construcción cotidiana que normalmente nos sacamos del medio por unas horas con la excusa de que aprendan la tabla del ocho. El futuro es un trabajo agotador y su dieta principal es nuestro ejemplo. El confinamiento nos ha dado la oportunidad única de vivir este presente junto al futuro. El tiempo dirá qué hicimos con él.

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