NUEVA REPRESENTANTE DEL SMU
Con pedidos de cuarentena obligatoria y acusaciones por “muertes evitables”, el gremio médico adoptó un rol crítico con la gestión del gobierno.
Después de un año y medio de pandemia, el rol del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) tuvo tal vez más visibilidad que nunca. Con pedidos de cuarentena obligatoria y acusaciones por “muertes evitables”, el gremio adoptó un rol crítico con la gestión del gobierno. La nueva presidenta, Zaida Arteta, continúa en el Comité Ejecutivo representando a la agrupación Fosalba.
-¿Cuál es el asunto más importante para el gremio hoy?
-Tenemos muchos problemas que vienen de la gestión anterior porque lógicamente los problemas siguen siendo los mismos. El más importante ahora es que hace tres años que el dinero que ASSE utiliza para la contratación de suplentes se termina a mitad de año. Esos son suplentes de cargos de presupuestación que no facturan. Pero lo que está pasando ahora es que ese dinero se terminó y ASSE resolvió pasar a todas esas personas a la facturación, o sea, personas que están fijas hace tiempo. El año pasado firmamos un acuerdo con ASSE para que en 2021 esto dejara de ocurrir y no sucedió.
-Son problemas que se arrastran hace años. ¿Cabe alguna crítica para Fosalba, que está al frente del SMU hace también mucho tiempo, en cuanto a la estrategia para lograr que se solucione el tema?
-Es importante tener en cuenta que no se ha logrado a pesar de acuerdos firmados. Y quizá no se presionó de forma suficiente para que tanto las empresas privadas como ASSE movieran la aguja. Autocrítica en el sentido de que no se logró, pero la autocrítica es al SMU más que a Fosalba. La crítica mayor tiene que ser a los gobiernos porque esto viene de décadas, no es un problema actual, es a todos los gobiernos por fomentar estas formas de precarización laboral y por no pararse en los pedales para que no suceda.
-¿Cuántos médicos activos hay hoy en Uruguay?
-En las últimas cifras se habla de unos 16.000 más o menos, y afiliados al SMU son entre 8.000 y 9.000.
-En la última elección hubo 3.275 votos, un número mayor con respecto a elecciones anteriores. ¿Esto se explica por la alta competencia que se produjo entre usted y la candidata del sector Juntos, Verónica Pérez?
-Fueron muchos motivos, no solo la alta competencia. Este año fue más mediático, con mucha exposición, pero competencia ha habido antes y muy dura. La gran diferencia este año fue que nosotros sacamos más de la mitad de los votos.
-Lo tradicional es que participen menos médicos en las elecciones del gremio, pero igual siguen siendo una minoría. ¿Se puede hablar en nombre del colectivo médico cuando en realidad los votos representan a un quinto de estos?
-Sí, absolutamente. Sobre todo porque es un gremio de filiación libre. En el SMU la diversidad de profesionales se ve en las edades, el género, la disciplina y lo territorial. Creo que es altamente representativo, pero esa es una discusión muy vieja. Es como cuestionar las elecciones de Estados Unidos porque no vota toda la población.
-Pérez dijo que los pronunciamientos del SMU en la pandemia no representaban el sentir general de los médicos.
-Tenemos algunos datos como una encuesta de Opción que hicimos en mayo y que da un amplio margen de acuerdo con bajar la movilidad. Uno podría hacer el análisis, pero el resultado electoral es el que está ahí. Yo particularmente entiendo que en la elección tuvimos un respaldo a la posición del gremio por intentar decir lo que pensábamos todo el tiempo independientemente de si a los demás les parecía bien o mal. El Comité Ejecutivo votó por unanimidad que bajar la movilidad era necesario.
-Cuando menciona que fue independientemente de que gustara o no, ¿es porque tiene un costo para ustedes?
-Claro.
-¿Cuál es ese costo?
-Yo personalmente pagué un costo por algo que dije en una reunión con las sociedades científicas, donde todos los médicos intensivistas estaban desesperados. El concepto de genocidio, los videos, todo de lo que se nos acusó, incluso a mí personalmente de intentar hacer maniobras, es de película y no forma parte de la realidad. Fue todo dentro del contexto electoral de intentar desacreditarnos. La palabra genocidio fue dicha en actas del Comité Ejecutivo después de que las sociedades científicas explicaron lo que estaban viviendo. Yo en ese momento dije: “Si no hacemos algo, esto puede ser un genocidio”. Allí me dijeron no, que un genocidio es otra cosa y contesté que sí, que tenían razón. Eso después se usó electoralmente para generar una movida de prensa.
-Hubo un video que trascendió de un comunicador dando indicaciones a los médicos para transmitir un mensaje de alarma. Eso cayó muy mal.
-Yo estaba en esa reunión y dije bueno, propongo hacer videos cortos, y luego la gente empezó a decir cómo hacerlo. Hemos hecho muchos videos, pero este trascendió a la opinión pública porque alguien que está en el chat sacó eso como una maniobra. Tengo el chat acá todavía y si lo lees te das cuenta de cuál es el problema.
-¿El problema es que se sacó esto de contexto?
-Sí, se sacó de contexto. La explicación es que se le encuentra una intencionalidad espuria o malintencionada a una acción que era bienintencionada. En el SMU, todas las veces que hacemos un video, siempre hay especificaciones como guion. Siempre nos reunimos para planificar qué decir; no hicimos nada más que eso.
-¿Cree que ameritaba hacer denuncia en algún organismo internacional por las “muertes evitables”, como en algún momento planteó Julio Trostchansky?
-Si hubiéramos visualizado que mediante una denuncia se hubiera bajado la movilidad y se hubieran salvado vidas, creo que sí, porque para eso están los organismos internacionales. El SMU no la hizo, ni lo discutió en el Ejecutivo porque nadie hizo la propuesta. Además, la campaña de desacreditación afectó muchísimo las posibilidades de desarrollo de la institución porque estuvimos mucho tiempo intentando mostrar que no era eso, que realmente teníamos un dolor legítimo por lo que iba a pasar.
-Cuando habla de una campaña de desacreditación, ¿a quiénes apunta?
-No sé. Desde los que se manifestaron en redes hasta la prensa. Yo recibí improperios y agravios en distintos sitios. Bueno, el propio diario El País en los “Se Dice”, que yo me pregunto quién es que lo dice.
-Son parte de la página editorial.
-Bueno, pero se escribieron cosas muy horribles del SMU. Es una opinión, pero no un reporte de lo que realmente se dice. Eso para mí es una campaña.
-Da la sensación de que está hablando de algo más organizado en su contra y no de situaciones particulares.
-Sí, yo creo que fue una campaña orquestada. Fue gente coordinada para bajar esta visión. La estrategia fue criticar el método para así desacreditarnos, entonces lo que decíamos parecía no ser cierto. Lo dijo el GACH de otra forma y con otro rol, en otro tono y además no era un gremio, sino un grupo de científicos elegidos por el presidente. En realidad, el contenido es el mismo.
-Desde la dirigencia del SMU las cosas que se fueron planteando después fueron utilizadas por los legisladores del Frente Amplio para hacer oposición al gobierno.
-Sí, en ese orden como lo dijiste.
-¿Cuál es el vínculo entre Fosalba y el Frente Amplio?
-Ninguno. O sea, vínculo no hay, ni formal ni informal. Es más, creo que una de las fortalezas de esta institución es que funciona independientemente de quién está en el poder.
-¿De dónde viene la asociación?
-Hay algunos miembros de Fosalba que han tenido una actuación político partidaria, así como también las hay en otras agrupaciones. Tenemos una norma de que no se habla de política partidaria. No tenemos ese perfil. Lo que sí puede ser es que con algunas personas de la política se tiene más coincidencia, pero nosotros como institución no tuvimos ninguna coordinación con la oposición. Es más, fue al revés: dijimos lo que pensábamos y la oposición tomó algunos de estos argumentos y los usó.
-¿Salinas compartía la idea de bajar la movilidad, pero no lo podía decir?
-Muchos médicos en distintas situaciones de responsabilidad compartían esto, algunos nos lo dijeron y otros no. Creo que después de esta campaña de desacreditación ya se mezclaba el concepto con cómo lo dijimos. Cuando nos reunimos con el ministro en marzo se lo planteamos y quizá lo compartía. Yo no lo puedo saber; él nos escuchó, pero no nos dio su opinión. Fue muy receptivo al igual que todos los partidos con los que nos reunimos.
-El que no los recibió fue Lacalle.
-Claro. Pero nos reunimos con todos los partidos, explicamos el planteo y fuimos escuchados de forma respetuosa y receptiva.
-Ahora, ¿cómo evalúa la gestión general del gobierno sobre la pandemia?
-Yo creo que tiene grandes fortalezas. Bueno, grandes no. Pero tiene fortalezas y también debilidades. El primer acierto fue haber solicitado a la población que se quedara en su casa en el inicio porque eso permitió que la diseminación del virus fuera casi nula, sumado al rastreo y testeo para mantenerse así. También la campaña de vacunación. Cuando empezamos a tener vacunas, nadie tenía duda de que iba a ser exitosa porque Uruguay tiene un excelente programa de vacunación. La situación en la que hoy estamos es a pura vacuna porque no hubo reducción de la movilidad. Por otro lado, el gran desacierto es no haber tenido la sensibilidad de escuchar al GACH en lo que había que hacer. No quiero llover sobremojado, pero es así. Era disminuir el impacto mientras se vacunaba para no haber tenido que pagar el precio que pagamos.
-El presidente en ese momento tenía encuestas de opinión favorables. ¿Cree que por eso no se eligió ese camino?
-No sé, pero es una buena hipótesis.
-¿La vacuna contra el COVID-19 tendría que ser obligatoria para el personal de la salud?
-No sé si obligatoria, pero capaz como pasa con la hepatitis hoy, que si no te querés vacunar no sé qué pasa. Es un requisito que genera una presión a los profesionales.
Reapertura de fronteras “innecesaria”
-La semana que viene comienza la reapertura de fronteras parcial para los propietarios de inmuebles.
-Tenemos la variante Delta y además aún hay una gran proporción de la población que no está vacunada. La cepa es más transmisible y más grave. Obviamente que la reapertura de fronteras es una medida que va a aumentar el riesgo de circulación de la Delta. Cuanto más restricción, menor probabilidad.
-¿Está de acuerdo con la medida?
-No es una cuestión de estar de acuerdo o no; creo que por la situación epidemiológica es entendible que se quiera dar un respiro a las personas para moverse, pero al abrir las fronteras a extranjeros que vienen a hacer cosas que no son necesarias se aumenta ese riesgo. Es verdad que ahora tenemos un mayor número de población vacunada, entonces no es lo mismo que antes. Ahora capaz la vacuna amortigua y eso es lo que intentamos que suceda.
-¿Y estuvo de acuerdo con que se retomaran los bailes?
-Creo que la monitorización de los casos nuevos y de la Delta dará la tónica de si hay que ir para atrás o no. Es cierto que es necesario para la vida de las personas.
Los “daños” en la gestión de Cipriani
-¿Cómo evalúa la gestión de Leonardo Cipriani en ASSE?
-Es muy difícil evaluar. No creo que yo tenga que hacerlo porque eso es algo muy complejo. Son dos años muy especiales. Si es por el número de médicos que entran facturando, mal, porque son más y no menos. Pero creo que ASSE hizo un gran esfuerzo. Logró, por ejemplo, poner medicina intensiva en lugares donde no había, y logró cambiar algunas cosas, pero también faltó muchísimo en estos meses. Sobre todo en la contingencia del aumento terrible del número de casos, lo que los colegas nos dicen es que no tenían teléfonos para llamar a las personas. Entraban a una guardia de ocho horas y un médico solo tenía 250 personas para evaluar telefónicamente. Si bien en algunos lados funcionó, seguramente muchos de los daños que produjo la pandemia no fueron solo por COVID, sino porque no fueron asistidos correctamente.