La tasa de mortalidad por paros cardíacos en Uruguay subió en 2022 y acumula cinco aumentos consecutivos. Al mismo tiempo, surgen dudas a nivel médico sobre la calidad del registro actual de estos eventos.
La Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular presentó ayer, en el marco del Día Mundial del Corazón, el último informe sobre las muertes por enfermedades cardiovasculares (ECV), correspondiente al año 2022.
Dentro del grupo de las ECV, las enfermedades cerebrovasculares se ubican en primer lugar, con una tasa de mortalidad de 62,2 cada 100.000 habitantes; en segundo lugar, con 59,2, las enfermedades isquémicas, como los infartos; y con una tasa de 31,7, los paros cardíacos.
Del medio centenar de diapositivas sobre estas muertes que presentó ayer en el Parlamento el titular de la comisión, Víctor Dayan, hubo algunas que concitaron especial atención en los presentes: la evolución de la tasa de defunciones por los paros cardíacos.
Si bien el incremento de estas muertes no es nuevo, ya que se viene notando una suba desde 2017, lo cierto es que dicha tasa no ha parado de crecer, incluso después de lo peor de la pandemia de covid-19, una etapa en la que varios indicadores presentaron una baja o una meseta tras un pico.
Para graficarlo: la tasa global de mortalidad por paro cardíaco se ubicó en 2022 en 31,7 casos cada 100.000 habitantes, una cifra por encima del registro de 2021 (25,8%); fue el doble que en 2020 (16,7%) y casi dos veces y media más que en 2019, año prepandemia.
Las muertes por paro cardíaco solo se ubican por debajo de las enfermedades isquémicas del corazón -como ser los infartos- con una tasa de 59,2 cada 100.000 habitantes, y de 62,2 para el caso de las enfermedades cerebrovasculares, que están en el primer lugar.
La comisión también presentó un índice de las primeras causas de mortalidad por ECV. Por segundo año consecutivo, los casos por paro cardíaco estuvieron en primer lugar de dicho ranking, aunque en 2022 el salto fue aún mayor, por encontrarse en el punto más alto desde 2013, tras presentar sucesivas caídas hasta 2017.
La presidenta de la Comisión de Salud Pública y Asistencia Social de la Cámara de Representantes, la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg, consultó en el evento al subsecretario de Salud Pública, José Luis Satdjian, sobre este aumento.
Dayan fue quien habló y dijo que pese a conocer los antecedentes respecto a las muertes por paro cardíaco, es “extremadamente difícil dar una explicación” al fenómeno. Sobre todo porque existe una dificultad para su identificación y la cifra del registro, la que se divulga año a año, puede ser algo mayor que la real.
El cardiólogo también dijo que para aproximarse a explicar este fenómeno es necesario hacer una “investigación del registro de paros cardíacos”, para así identificarlos.
“El médico que certifica muchas veces codifica una muerte que no sabe cuál es la causa, entonces pone paro cardíaco”, graficó Dayan en una rueda de prensa posterior.
Para revertir este fenómeno, planteó que se debe ir a la implementación de un Registro Nacional de Paro Cardíaco. Fuentes de la comisión dijeron a El País que el plan presenta “resistencias” desde el Ministerio de Salud Pública (MSP).
Dayan explicó a El País que buscan que “todos los pacientes que hacen un paro cardíaco entren en un registro nacional”, que sería obligatorio, donde se “documenten determinadas características y se pueda cotejar con la historia clínica previa” de cada paciente. El objetivo es conocer las características de estas personas. “El 64% de los paros cardíacos son intradomiciliarios, eso te habla que no se sabe bien la causa, y es importante saber por qué mueren”, subrayó Dayan.
En la práctica, agregó, esto implicaría que el médico complete determinados campos de un formulario, de manera que se conocería el caso en particular. Actualmente, la cantidad de paros cardíacos “solamente se deriva del informe del certificado de defunción, donde el médico señala que murió por esa causa”, indicó el cardiólogo.
Panorama
El informe presentado ayer marcó que las muertes por ECV representan nuevamente la primera causa de decesos en Uruguay. De un total de 39.321 defunciones, 9.238 (23,5%) fueron por ECV el año pasado. Esta cifra supone 112 casos más que en 2021, año en que se registraron en total de 41.168 defunciones, un pico que se produjo tras la irrupción de la pandemia.
Las muertes por ECV se ubican por encima de los casos de cáncer (7.993) y de enfermedades respiratorias (4.179). En tanto, si se observa la distribución de casos en la población, los decesos por ECV resultan “una de las primeras causas de muertes en todos los tramos etarios analizados, aumentando con la edad la proporción de fallecidos”. En el grupo de mayores de 75 años, la incidencia es de 26,7%.
Si se pone la lupa en la evolución de las muertes por varias causas, hay una baja en el caso del cáncer y el covid-19 -más pronunciado-, y un aumento leve, que “no es significativo”, precisó Dayan, en el caso del ECV.
El informe sumó una territorialización., así como se presentaron otros datos que permiten generar clasificaciones sobre estas muertes.
Un tercio de las muertes por ECV eran “prevenibles”
El informe sobre mortalidad por enfermedades cardiovasculares (ECV) presentó una comparativa que se mira con especial atención, sobre todo tras lo peor de la pandemia: el “exceso de mortalidad”.
Para ello, la comisión comparó las muertes globales en 2022 respecto al promedio entre 2017 y 2019, años precovid-19, y arrojó un aumento de 14%. Esta cifra es menor al comparar datos de 2021 con dicho promedio prepandemia, que presentó una suba de 20%.
El titular de la comisión, Víctor Dayan, remarcó en rueda de prensa que “no hubo exceso de mortalidad” en los casos de ECV durante el año pasado. El valor se ubicó “en torno al 1%”, una cifra que “no es significativa” e incluso, acotó, “está por debajo de lo que se ha visto en la región y a nivel internacional en muertes de causa cardiovascular”.
El informe, además, presentó que varía la causa de mortalidad por ECV entre hombres y mujeres. Mientras que en las mujeres se ubican en primer lugar las enfermedades cerebrovasculares, con una tasa de 68,7 cada 100.000 habitantes; en el caso de los hombres, en primer lugar, con una tasa de 71,2, están las enfermedades isquémicas del corazón.
Por otro lado, el mismo relevamiento puso énfasis en las “muertes evitables”, dentro de las cuales se clasifican entre “prevenibles” -que implican intervenciones antes de que aparezca la enfermedad- y las “tratables” -que suponen acciones efectivas para reducir el índice de fatalidad del paciente.
Si se observa el grupo global de fallecidos el año pasado, 40,6% fueron consideradas muertes “prevenibles”, y 20,7% “tratables”. En tanto, si se pone la lupa en las ECV, el porcentaje resulta más homogéneo: 32,5% de decesos “prevenibles” y 35,2% de “tratables”.
Los hombres y mujeres presentan un porcentaje similar de muertes “prevenibles” por ECV: 46,8% y 48,7%, respectivamente. En cuanto a las muertes “tratables”, el valor es también similar: 53,2% y 51,3% respectivamente.
Clasificación de casos ECV en la capital por terciles
El informe de la Comisión al que accedió El País agregó el ítem de la mortalidad en Montevideo, según la distribución socioterritorial. Se consideró la residencia del fallecido y se agruparon los barrios en tres grupos (terciles), según el nivel de incidencia de pobreza. El porcentaje de mortalidad por ECV en los tres terciles fue similar: en el entorno del 20% en cada uno. Sin embargo, se notó que “a mayor incidencia de pobreza, mayor presencia de muertes en menores de 54 años y menor predominio femenino”.