EFECTOS DE LA PANDEMIA
De todos los pacientes con COVID-19 que requirieron cuidados intensivos en Uruguay, el 40% ingresó en el último mes. Los intensivistas vuelven a poner sobre la mesa las medidas de contingencia.
Las unidades de cuidados intensivos de Uruguay recibieron, en el último mes, unos 50 pacientes con COVID-19. Dicho de otro modo, acogieron al 40% de quienes requirieron ingreso a CTI desde que la pandemia dijo presente en el país.
El mismo día que Uruguay reportó los primeros infectados -el 13 de marzo-, el intensivista Luis Núñez estaba reunido con las autoridades sanitarias en la sede del Ministerio de Salud Pública (MSP). Aquel viernes, ante las imágenes que llegaban desde España e Italia, pensaban que podía ocurrir lo peor: falta de camas de CTI y escasez de respiradores eran los principales temores, ante una enfermedad que provoca inflamación respiratoria.
“Lo peor” no ocurrió. Pero casi nueve meses después, con unas 150 camas más y muchos respiradores disponibles, Uruguay se enfrenta al mismo cuestionamiento: ¿el sistema soportará el aumento exponencial de casos?
La enfermedad del COVID-19 tiene cierta complicación para la salud individual, como toda infección. Pero más bien es un problema para la salud pública. Así lo plantean los epidemiólogos ante un virus -el SARS-CoV-2- que tiene una gran capacidad de contagio y que, por estadística básica, es posible perder su control en cualquier momento.
El aumento de las camas de CTI ocupadas por quienes padecen la infección es, siguiendo este razonamiento, la punta de un iceberg que, debajo del agua, tiene a mucha más población transitando la enfermedad. De hecho, los cuidados intensivos son “una foto con retraso” de infecciones que ocurrieron hace unos 14 días, explica el investigador Daniel Herrera, del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad de la República.
Más contagios equivalen, a la larga, a más hospitalizaciones. Es simple: “La estadística internacional mezclada con la evidencia uruguaya arroja que un 1,4% de quienes se infectan con este virus van a tener un desenlace crítico”, dice Herrera. Si fueran 1.000 los infectados, en promedio, 14 requerirán cuidados intensivos. Pero si aumentaran a 2.000 esos infectados, ya serían 28 en CTI.
El intensivista Arturo Briva hizo un simple cálculo -de sentido común y sin tomar en cuenta variables que incorporan los modelos estadísticos más complejos- que evidencia que, de duplicarse la cantidad de infectados cada 10 días y tomando como punto de partida los cerca de 300 positivos nuevos por día que fueron reportados este fin de semana, en unos 40 días se saturaría la capacidad de camas de CTI que hoy dispone Uruguay.
¿Por qué? Ayer el Sinae informó que hay 27 personas cursando la enfermedad en CTI. Aunque estos hospitalizados representan solo un 3,6% de las cerca de 750 camas polivalentes con las que cuenta Uruguay, hay otro 56% de ocupación por otras patologías (desde quemados hasta accidentados graves). Entonces, en la práctica hay solo unas 300 plazas disponibles. Cada enfermo crítico del COVID-19 ocupa esa cama, en promedio, 16 días. Y si cada 10 días se duplicaran los infectados, el CTI no daría abasto para ir liberando camas para recibir a los nuevos ingresos.
Plan de contingencia.
El MSP actualizó, antes de mitad de año, un Plan de Contingencia ante la eventual saturación de los cuidados intensivos. Tanto ese plan como la opinión de los intensivistas coincide: el colapso se daría primero por falta de personal especializado antes que por camas “o respiradores que, tras las donaciones, superan la cantidad de camas”, explica Núñez.
La carrera de médico intensivista es una de las más nuevas. Es, a la vez, una de las especializaciones con menos graduados por año: unos 15. Y es, además, una de las que más multiempleo y síndrome del “quemado” tiene por el estrés de lidiar con casos críticos e interminables guardias. Conclusión: “La faltante de personal es crónica”, admite Briva, profesor agregado de esta especialidad en la cátedra de la Universidad de la República.
A eso se le suma una escasez de enfermeros que el MSP ya advierte en su plan de contingencia: faltan 116 licenciados en enfermería y 151 auxiliares para cubrir las camas que ya hay. Muchas más para una eventual saturación. A esto se le suma el personal que tiene que entrar en cuarentena o es positivo de COVID-19.
Por eso las autoridades sanitarias y los intensivistas han acordado capacitar a los anestesistas y a los enfermeros de block quirúrgico -que son los que desempeñan tareas más próximas al cuidado intensivo- para en caso de necesidad trasladarlos a CTI.
Eso vendría de la mano con una táctica de “shock”: decretar el feriado quirúrgico. Significaría que, llegada la necesidad, se suspenderían las cirugías coordinadas (no de urgencia) para liberar espacio en sala de recuperación, en los block, y disponer de las camas de CTI que suelen necesitar algunas personas después de ser operadas.
Briva reconoció que es una medida que “está sobre la mesa”, pero tiene sus complejidades: “tarde o temprano habrá que darles una solución a quienes se deja de operar y, además, es una medida de impacto a corto plazo pero no duradera”.
Hasta el momento la ocupación del CTI no llegó a bandera roja, que se levanta cuando se supera el 85% de camas como ocurrió en la gripe H1N1 de 2009. El pico de ocupación este año fue en julio, con un 65% de las camas. Pero de mantenerse la tendencia al alza de casos, y si las medidas de contención de los contagios no surtieran efecto, “se llegaría a ese punto en poco tiempo”, dice Núñez.
A mayor edad, más chances de que la enfermedad del COVID-19 acabe en un desenlace fatal. Si bien es una afirmación correcta, un trabajo que realizó Herrera como parte de los científicos del Guiad y a cuyos datos preliminares accedió El País, muestra que las diferencias entre edades se acortan cuando se habla de posibilidades de hospitalizarse o ir al CTI.
“Mientras que una persona de 22 años tiene una probabilidad 190 veces menor de morir por una infección de COVID-19 que una persona de 72 años, su probabilidad de adquirir un cuadro grave que requiera hospitalización es solo 13 veces menor. Aunque una persona de 32 años tiene solo 0,3 chances en 1.000 de morir si se infecta con el virus, sus chances de ser ingresado a CTI son 1,4 en 1.000 y las de hospitalización son 15 en 1.000”. En conclusión, advierte Herrera, un excesivo enfoque en las muertes “puede llevar a una falsa sensación de seguridad en las poblaciones más jóvenes”.
De cada 100 test, 5 fueron positivos
Ayer se reportaron 207 casos positivos nuevos del coronavirus, 132 menos que el día anterior. La buena noticia esconde un detalle: se realizaron 3.245 test menos. Y los datos demuestran que ayer de cada 100 exámenes, cinco arrojaron un resultado positivo. No solo eso: se informó un nuevo fallecimiento por la enfermedad (una paciente de 61 años de Montevideo). Y hay 2.182 personas cursando la infección. De ellas, el 67% están en la capital. Este departamento sigue en zona naranja.