La cetrería es el arte de adiestrar aves rapaces, como gavilanes mixtos o halcones, para la caza de otras aves y mamíferos. El "primer cetrero" uruguayo es Manuel Maier, que inició con esta pasión hace 30 años. Viajó por el mundo siguiendo esta milenaria tradición y en 2008 abrió Intercepta Uruguay, la primera firma local de control biológico de fauna mediante técnicas de cetrería. “Para mí es una esclavitud voluntaria. Yo vivo por y para las rapaces”, aseguró en diálogo con El País.
Las palomas pueden parecer inofensivas, pero transmiten varias enfermedades a los humanos, mientras que otras aves perjudican viñedos, cultivos agrícolas, y hasta la marcha normal de los aeropuertos. Para evitar estos perjuicios, una solución sustentable es el control biológico con aves rapaces adiestradas que ahuyenten a las llamadas aves problema.
La idea no es que ataquen a las palomas u otras aves, aclaró Maier, sino que con sobrevuelos disuasivos en una zona, que pueden ser “desde media hora a tres horas” en forma periódica, generen una amenaza, lo que por instinto haría que las aves problemáticas se alejen por considerarlo una zona de riesgo. La tarea en cada lugar “depende de las dimensiones y la problemática”, con opciones zafrales, como en viñedos, o durante todo el año en varios casos.
![Narsha, gavilán mixto que hace control biológico, posando en el Rosedal del Prado.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/990bf05/2147483647/strip/true/crop/1800x1200+0+0/resize/1440x960!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Ff3%2F9e%2Ffff18a3a4fed9e2aca97e43dfb57%2Fnarsha-2.jpg)
Maier contó que su firma trabaja para 90 empresas y organismos públicos. Los clientes van desde grandes fábricas, viñedos, canchas de fútbol y hasta firmas estatales como OSE, UTE, BROU y la Intendencia de Montevideo. En el Palacio Municipal “hay un montón de recovecos de espacios interiores”, señaló el cetrero, donde pueden anidar las palomas, por lo que sobrevuelan gavilanes mixtos.
En muchos casos las palomas anidan en los aires acondicionados, lo que supone un riesgo ya que la inhalación de un hongo o bacteria puede generar en humanos infecciones tales como psitacosis, histoplasmosis y criptococosis, que podrían ser fatales. La otra vía es el tacto con la materia, por lo que también trabajan en plazas públicas ante el riesgo sobre todo para niños y si hay espacios de comida.
Intercepta Uruguay, una de las pocas firmas locales, cuenta con 17 aves, en su gran mayoría gavilanes mixtos, incluidos varios en un centro de recuperación propio. Si bien muchos son liberados luego, Maier puntualizó que los que se usan para el control biológico son aves “improntadas con los seres humanos”.
“¿Ves que no nos tiene miedo?”, dijo el cetrero a El País en el Rosedal del Prado, señalando a Narsha, una gavilán mixta de 11 años que hace control biológico, posando a medio metro y sin ánimo de atacar, apoyada sobre un guante de cetrería, de un cuero especial para que no traspase las garras.
Un gavilán mixto puede vivir hasta los 25 años. De hecho, el cetrero aún convive con Locke, su primer ave de esta especie que le donó el Zoológico de Villa Dolores en 2005. Las aves que tiene Intercepta Uruguay están en óptimas condiciones y son cuidadas por los siete cetreros de la firma, enfatizó Maier. En su página web se indica que las aves están “habilitadas por el MGAP”.
Para mantenerlas, el cetrero reconoció que además de tener un conocimiento de aves, se debe contar con dinero y un espacio adecuado. Su dieta “perfecta y balanceada” es de codornices, ratas blancas de laboratorio y pollitos. A su vez, tienen un lugar adecuado para descansar, llamado “muda”; y vuelan a diario, como en su vida silvestre. “Es un compromiso, no son mascotas. No es un perro que tengo, al que le doy unos mimos y comida y agua”, resaltó Maier. Cada ave, además, tiene rastreo satelital por si se las pierde de vista.
La cetrería incluye el adiestramiento de las aves, que tiene tres etapas. La primera es el acostumbramiento al ser humano, mediante el uso de la caperuza, una capucha de cuero que tapa los ojos del ave. La segunda etapa es cuando acude al llamado con un reflejo condicionado con la comida, y la última es que vea al humano como un compañero de caza.
Pero su adiestramiento no es sencillo. Las rapaces no entienden el condicionamiento negativo, sino el positivo: “Cuando querés que hagan algo tenés que buscar que lo haga y premiarlo. No existe la forma de que hagan lo negativo y decirle que no”, explicó el cetrero.
A diferencia del control biológico que busca ahuyentar y no matar, la cetrería tradicional implica la caza de animales, de la que hay registros en la estepa asiática hace 10.000 años antes de Cristo, con el fin de conseguir alimento. Los gavilanes mixtos son de vuelo bajo, que salen del guante, y pueden cazar hasta liebres. Mientras que los halcones, de vuelo alto, cuya forma de cazar hasta perdices es caer a velocidades de hasta los 400 kilómetros por hora.
Consultado sobre qué responde a quienes tienen una visión crítica con la caza de animales, el cetrero dijo que lo que disfrutan “no es cazar, sino ser testigos de lo que pasa en la naturaleza en esa lucha entre la vida y la muerte de un depredador-presa”. La “persecución” puede durar minutos y en muchos casos la rapaz no llega a su fin. "Es incomparable” con la caza con armas, porque “como mucho”, en un día, el ave puede cazar “un ejemplar”.
Maier, que también es el presidente de la Asociación Uruguaya de Cetrería, señaló que hace “más de 10 años” reclaman por una regulación que exija contar con conocimientos para tener un ave, tras dar un examen teórico-práctico, como en Europa; y se realicen inspecciones para comprobar el bienestar animal. “No cualquiera puede agarrar un ave y manejarla”, resaltó.
Todas las semanas, Intercepta Uruguay recibe llamadas de algún evento con un gavilán mixto. Desde que queda atrapada en una red de una cancha de fútbol hasta que aparece en un balcón, y varias son lastimadas con “chumberas y pedradas”. ¿Qué se debe hacer? “Nada. Disfrutar de la compañía del ave. Estamos conviviendo con ellas hace años y las que nos tiene miedo a nosotros es ella”, dijo el cetrero.
La pasión de Maier inició primero en su campo familiar avistando halcones. En 1995, cuando tenía 15 años, conoció el término cetrería y se “obsesionó” leyendo del tema día y noche. “Mis padres me estuvieron a punto de internar varias veces. Imaginate, yo diciéndoles que iba preparando todo para cuando tuviera un pájaro y case con él”, recuerda.
Después de estar meses en el Prado, de adolescente, siguiendo el comportamiento de halcones, logró captarlos con un gorrión, se quedó solo con un pichón, su primer ave, con quien casó “74 pajaritos” y después la soltó a la naturaleza, una tradición árabe.
Nick Fox, considerado el cetrero contemporáneo más importante, lo invitó en 2006 a Gales para trabajar un año con él en el criadero más grande del mundo. También tuvo experiencias de cetrería en Inglaterra y España, donde tomó la idea de hacer una empresa de control biológico.
Emiratos Árabes Unidos organizó cuatro veces el festival mundial de cetrería, al que fue invitado, con el apoyo del Ministerio de Turismo local. En ese país llegó a hacer un interinato en un “hospital de halcones”, que grafica la veneración que tienen por las aves.