TRAS LAS DENUNCIAS
Una reciente auditoría del Fondo Nacional de Recursos revela mejorías. La tasa de sobrevida a 5 años se mantiene en 80%, lo cual ubica a Uruguay entre los mejores.
Es una tormenta, como hubo otras, pero las autoridades de la Fundación Pérez Scremini están empeñadas en preservar el prestigio de la atención oncológica pediátrica en Uruguay y por eso abren sus puertas. Quieren mostrar que allí, a pesar de lo que ha salido a decir el médico desvinculado Gustavo Dufort y un grupo de padres asociado con él, nada ha cambiado para mal. En todo caso, todo lo contrario.
Es día de policlínica y la sala de espera está concurrida. Los niños aguardan su turno jugando con voluntarios. Más allá de lo duro de sus realidades, en el bullicio se oyen risas y gritos. Una de las denuncias que hicieron aquellos padres en el Parlamento refería a que se habían alargado los tiempos de espera “de una hora y media a cuatro”, según dijo uno. Sobre esto, el asesor médico Luis Alberto ‘Ney’ Castillo asegura que hace seis meses diversificaron las consultas en dos días de atención, de modo que el tiempo fuera más breve.
“Con los padres no vamos a confrontar una sola palabra”, se apura a decir Ramiro Gutiérrez, del Consejo de Administración. “Entendemos claramente la situación de angustia que atraviesan. Solo les transmitimos la disposición de la fundación a acompañarlos en este proceso de la forma que consideren”.
Mientras los médicos atienden a los niños, Castillo y Gutiérrez invitan a ver las instalaciones renovadas. A metros de allí, en dos pisos del hospital Pereira Rossell, pasaron de 18 a 25 camas de internación. También hay nuevos espacios, comedor y salas para padres y funcionarios, todo prolijamente ploteado en los tonos de verde que identifican a la fundación. Hace unos meses que las obras terminaron pero el COVID-19 ha postergado la inauguración. Lejos de los ruidos de la policlínica, allí se siente una tensa calma. Los aislados son pacientes que fueron trasplantados, que recibieron algún tratamiento de más de 12 horas o que están en riesgo por defensas bajas. Las camas hoy están ocupadas al 70%.
En el edificio central de la Pérez Scremini la tecnología es la estrella. En 2011, cuando la Peluffo Giguens rompió con Castillo y el cuerpo médico -lo cual derivó luego en el nacimiento de la Pérez Scremini-, una de las diferencias centrales entre ellos era en qué invertir. La directiva de la fundación quería hacer un centro de telemedicina, y así fue. Castillo, en cambio, aseguraba que había carencias que subsanar y tecnología específica en la que gastar. Años después, el hoy asesor exhibe con orgullo las últimas adquisiciones.
Una de ellas es un citómetro de flujo que sirve para detectar con gran sensibilidad una célula alterada en un millón. “Es la mejor medida de respuesta al tratamiento”, explica. Otra de las “joyitas” es el laboratorio de biología molecular, que se creó en 2017 y que contiene un secuenciador. Se trata de un equipo capaz de analizar las células para conocer sus mutaciones y así precisar diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Parte de ese laboratorio existe por un subsidio de la Unión Europea.
“Hoy somos parte de un protocolo internacional de los más importantes del mundo. Para eso te auditan y necesitás cierta tecnología básica, que en ese momento nos la negaban. Esa tecnología se adquirió; estamos auditados por un estudio europeo en la calidad del tratamiento de las leucemias agudas, que son un tercio de nuestros pacientes. Somos parte de ese grupo privilegiado. Es un paso gigante”, destaca Castillo.
“Obviamente hay cosas que mejorar. Pero yo no veo retrocesos, veo todos avances”, agrega.
Resultados.
La respuesta de la Pérez Scremini a las acusaciones de Dufort se demoró, en parte, porque se estaba a la espera de los resultados de una auditoría del Fondo Nacional de Recursos. Ese informe, al que accedió El País, observa un mejor desempeño que en la instancia anterior, en julio de 2020. La auditoría se centra solo en los trasplantes de médula ósea porque es lo que financia el FNR. Justamente, era la especialidad de Dufort, por lo que en la Pérez Scremini se basan en ese informe para asegurar que su salida no impactó en la asistencia.
En relación a lo demás, los últimos relevamientos muestran una tasa de sobrevida a cinco años de 80%. Los resultados se publicarán en una revista especializada de Estados Unidos. Esto equipara a Uruguay a los mejores del mundo; 25 años atrás, recuerda Castillo, esa cifra rondaba el 60% a nivel global y acá alcanzaba el 30% o 40%.
“Creo que somos un poco buenos, pero no es que somos mejores que el resto. Hay países que de repente tienen mayor tecnología, como Brasil, donde el acceso a la medicina especializada no es para todos”, apunta. “Uruguay se ha organizado mejor y ha dado accesibilidad a los mejores tratamientos a todas las capas sociales: ese es el secreto”.
15 casos COVID
Durante lo más álgido de la pandemia, en la Pérez Scremini no pudieron evitar contagios de COVID-19. En total hubo 15 pacientes infectados que no tuvieron complicaciones mayores, dicen allí, porque sabían “qué medidas tomar de acuerdo a la enfermedad y a la fase de tratamiento” de cada uno. La evidencia internacional fue clave.
La Pérez Scremini “es como un pequeño imperio que ha transformado ese servicio en una empresa privada, en la que no tiene ninguna incidencia la institucionalidad”, dijo Gustavo Dufort. Y agregó: “Eso fue lo que les dio fortaleza para desvincularme, a pesar de mi trayectoria, y sin motivo, porque lo único que se dijo públicamente fue que yo tenía un mal relacionamiento con la fundación”.
Para Álvaro Galiana, director del hospital pediátrico, la crítica de falta de contralor de ASSE tiene “lógica” y por eso se está elaborando un nuevo convenio para “corregirlo”. “Se va a introducir que haya un participante de la dirección general y uno de la dirección pediátrica en el manejo de la fundación”, dijo Galiana. “Parece bien lógico modificarlo: no son dos hospitales, es un hospital pediátrico dentro del cual está la fundación”, indicó. Gutiérrez, de la Pérez Scremini, apuntó: “El espíritu del nuevo convenio es que la fundación pueda gestionar el servicio sin encorsetarse, y que ASSE tenga todas las potestades de incidir en la definición de objetivos y de controlar el cumplimiento”.