Música, dibujitos y premios para los valientes: así son los vacunatorios para niños

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Niño recibe vacuna contra el coronavirus. Foto: Leonardo Mainé.

CORONAVIRUS

Este miércoles comenzaron a recibir dosis anticovid los niños menores de 12 años. En el vacunatorio del Pereira Rossell está todo pensado para hacer de la inoculación una mejor experiencia.

Los esperan como si fuera una fiesta: música divertida –no infantil, sino de artistas “de moda”-, dos pantallas con dibujitos en la sala de espera, un espacio de juegos al aire libre y, lo mejor, una heladera en un rincón que anticipa uno de los premios para los valientes.

En el vacunatorio del Pereira Rossell, el centro de referencia, está todo pensado para hacer de la inoculación una “experiencia amigable”, recalcaron las autoridades durante la inauguración. Este centro tiene capacidad para 1.500 niños por día, y en esta primera jornada se agendaron 650. La obra costó $ 9 millones, dijo el presidente de ASSE, Leonardo Cipriani. El prestador de salud estatal tiene otros siete vacunatorios para niños en Montevideo.

“Esto es una experiencia, transformar la vacunación en algo positivo, no solo para los padres, para los niños también”, dijo en rueda de prensa el ministro de Salud, Daniel Salinas. "Es un valor agregado el sumar confort, cariño y un lugar sumamente lindo, que no tiene nada que envidiarle a cualquier institución privada de primer nivel", agregó.

Tras una fila breve para recibir el documento con el consentimiento informado, que debe firmar el adulto responsable para asegurar que está de acuerdo con la vacunación libre y gratuita, y luego de unos instantes frente a un funcionario que corrobora la identidad del niño y el teléfono de quien lo acompaña, ya se pasa al box de vacunación, que en el Pereira son seis.

Sala de espera para la vacunación anticovid pediátrica. Foto: Leonardo Mainé
Sala de espera para la vacunación anticovid pediátrica. Foto: Leonardo Mainé

Dentro del box, dos vacunadoras son pura amabilidad y sonrisa detrás de sus tapabocas. Algunos niños les hacen el trabajo muy sencillo: apenas un gesto de temor, unos segundos de duda, una mirada de miedo dirigida a los padres. Y ellas son pura calidez. Los toman de las manos, les conversan para distraerlos, les aseguran que será un segundo y listo.

En otros casos, la vacunación infantil es un verdadero desafío que el buen ambiente no logra superar. Esta mañana, en la puerta del vacunatorio, a Lía se le caen las lágrimas. Mientras su madre pasa con su hermana mayor, ella se queda acurrucada contra la pared. Una funcionaria del hospital divisa el terror en sus ojos y avisa: “Victoria, tenemos una clienta acá…”.

Niño recibe vacuna contra el coronavirus. Foto: Leonardo Mainé.
Niño recibe vacuna contra el coronavirus. Foto: Leonardo Mainé.

Victoria Acosta, licenciada encargada del vacunatorio, se acerca a Lía y empieza el trabajo. Primero pide que le entreguen a la niña por adelantado el libro que se les regalará a los vacunados. Puede elegir entre “Valentina y el cepillo samurái”, o “Vacunas, mitos y realidades”. Se inclina por el primero.

“Lo que vas a hacer ahora es tan importante como lavarse los dientes”, le dice Acosta pasando las páginas del libro, aunque Lía no deja de llorar. “Vení conmigo, tengo dos hijas como vos”, dice ahora la encargada, tomando de la mano a la niña para luego sentarse en el sillón del vacunado en señal de que la acompañará. Pero Lía no acepta la propuesta.

Primer día de vacunación para niños. Enfermeras esperan ara comenzar la inoculación. Foto: Leonardo Mainé
Primer día de vacunación para niños. Enfermeras esperan ara comenzar la inoculación. Foto: Leonardo Mainé

Van primero por la dosis de la hermana, que no se resiste. Intentan que Lía la vea vacunarse para que comprenda que no es “tan grave” y eso le dé ánimo, pero la pequeña directamente se da vuelta e ignora el pinchazo.
"¿Alguna vez te picó un mosquito?”, prueba ahora Acosta ensayando un pellizcón en el brazo. “Lía, te prometo que no lo vas a sentir. ¿Confías en mí?”, insiste la funcionaria, ya en los últimos intentos por convencerla.

Pero no hay manera, Lía llora y dice que no y no. Deciden junto con la madre que habrá que hacerlo a la fuerza. Mientras las vacunadoras, la madre y un hombre que va de apoyo la inmovilizan, Lía grita que odia las agujas. La misma mujer que había divisando a Lía al inicio, ahora observa que su hermana mayor llora también de angustia por la escena, e intenta tranquilizarla. Todo en el vacunatorio es consuelo, calidez y sensibilidad.

Luego del pinchazo, aún con lágrimas pero ya sin tensión, festejan que Lía se ha vacunado contra el covid-19. La mamá, que asegura haber hecho esfuerzos previos e infructuosos de diálogo con su hija, agradece el trabajo de los funcionarios y van en busca de su helado.

Pulsera de vacunación covid-19 para niños. Foto: Leonardo Mainé
Pulsera de vacunación covid-19 para niños. Foto: Leonardo Mainé

En la sala de espera al aire libre, los niños vacunados aguadan el tiempo que les han dicho acorde a si tienen alguna patología o no. Llevan, también, pulseras de colores que dicen “VACUNADO” y los distinguen con ese criterio.

Entre fotos, festejos de los padres y caras de alivio, Guadalupe, de ocho años, dice: “Me gustó bastante el lugar. Si es para vacunar solo a niños está muy bien, porque hay dibujitos, helados, libros que regalan y también un parquecito de juegos con música y unas decoraciones de caramelos”. A su lado, su hermano Francisco, de cinco, agrega: “Me gustó la música porque pusieron una canción que conozco. También me gustó que me regalaran un helado”.

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