La entrevista del domingo

“No voy a militar, esta etapa ya fue; no van a faltar candidatos”, dice Daniel Salinas, ministro de Salud Pública

"Iba a irme el 3 de marzo, me pidieron que me quede unos días y me pareció bueno renunciar el 13, en el aniversario de la declaración de la emergencia sanitaria", dijo en entrevista con El País.

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Daniel Salinas
Daniel Salinas.
Foto: Juan Manuel Ramos

Por Agustín Magallanes y Carlos Tapia
Mañana Daniel Salinas presentará su renuncia. Se irá del MSP a tres años exactos de la declaración de la emergencia sanitaria. En esta entrevista con El País cuenta que en enero de 2020 comenzó a estudiar las posibilidades que había de que el covid-19 llegara a Uruguay. Dijo que se evitaron muertes y sostuvo que si hubo un retraso en el plan de vacunación, producto de que en un principio se le contestó a Pfizer que Uruguay no estaba interesado en sus vacunas, este no fue de más de 10 días. Contó que Rusia ofreció dosis que nunca entregó. En cuanto al futuro, descarta ser candidato a vicepresidente o a la IMM. No militará, solo votará a Cabildo Abierto.

-¿Por qué renuncia?

-Me voy porque creo en la renovación. Hay ciclos. Y en mi caso -teniendo en cuenta la exigencia que implicó la pandemia, habiendo cumplido con la mayoría de las propuestas que presenté en su momento al presidente y también con las cosas que fueron prometidas por la coalición- creo que llegó el momento de irse. Iba a irme el 3 de marzo, me pidieron que me quede unos días y me pareció bueno renunciar el 13, en el aniversario de la declaración de la emergencia sanitaria.

-¿Cuando asumió, el 1° de marzo de 2020, tenía en cuenta que la pandemia podía convertirse en un problema?

-No tenía clara la magnitud, sí sabía que podía ser algo importante. Mi hermano, que es profesor grado 5 de inmunología, e investiga en la ANII y el Instituto Pasteur, me había alertado del tema. Me dijo que no perdía nada si iba a hablar con Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno. Así lo hice. Esto pasó en febrero y el primer caso en el mundo había sido en diciembre. Para los jerarcas de entonces esto no parecía ser un problema.

-¿Cómo fue la reunión con Moratorio y Moreno?

-Les mandé un WhatsApp y nos encontramos en la Facultad de Ciencias. Estaba la decana Mónica Marín, Pilar, Gonzalo, Gregorio Iraola y un par de chicos más. Hicieron una presentación de Power Point. Tomé nota, pero al final empecé a preguntar y preguntar, y me pasé toda la mañana con ellos. Salí convencido de que se venía una situación compleja.

-¿Empezó allí a plantearse posibles medidas?

-Sí, de allí surgió el primer desafío tras plantearnos que podría haber una escasez de test. Les pregunté si podían hacer test acá en Uruguay. Me dijeron que sí. Pero también supimos que, como el test implica dos etapas -extracción y amplificación de la muestra-, y ellos solo hacían la amplificación, en un momento se me podía generar un cuello de botella. Entonces les pedí que hicieran test que fueran de extracción y amplificación.

-¿Esto pasó antes de que asumiera el nuevo gobierno?

-Todo esto pasó previamente, entre el 10 y el 15 de febrero. Me dijeron que les iba a llevar tiempo. Teníamos, entonces, que comprar tiempo abasteciéndonos de test en el extranjero. Parecía difícil, pero logramos un acuerdo con el laboratorio Qiagen. Estuvimos 45 minutos hablándoles para convencerlos que Uruguay era un país serio, responsable y que esos 20.000 primeros test que íbamos a pedir llegaban al mejor país del continente. Ese fue el tiempo que compramos hasta tener el kit nacional que nos dio la soberanía sobre los test. Luego hablé con el CEO del Instituto Pasteur en Uruguay, Carlos Batthyány, y me dijo que le parecía todo muy bien, pero había un problema de fondos. Había que conseguir US$ 3.000. Le dije que hiciera de cuenta que el dinero estaba. Luego Juan Cristina, decano de la Facultad de Química, aportó de sus fondos esa suma.

-¿Todo esto se hizo en coordinación con el presidente de la República?

-No, todo esto fue previo. Nadie pensaba en ese momento que la cuestión se fuera a desbordar. Con el presidente habíamos hablado de todos los temas que íbamos a desarrollar, y que sacamos adelante finalmente durante estos tres años, pero no de ese tema. Sí lo hablé con la ministra de Economía, Azucena Arbeleche. Nos cruzamos en la sede de Todos y le dije: “Mirá, Azucena, parece que vas a tener que quemar los papeles porque se viene algo complicado cuya dimensión yo no la conozco, se llama covid-19”. Ella hasta ahora recuerda esa conversación de pasillo, porque el tema le quedó sonando en la cabeza hasta el 13 de marzo.

-El 1° de marzo asumió el nuevo gobierno, ¿qué hizo a partir de ese día?

-El 2 de marzo asumimos en el ministerio y el 3 de marzo ya teníamos citados absolutamente a todos acá: Sanidad Policial, Sanidad Militar, todas las instituciones asistenciales médicas colectivas de Montevideo e interior, BPS, Instituto Pasteur, Udelar, Fmed, FFSP, FUS, SAQ, SMU. Estuvimos cuatro horas discutiendo y revisando la información que había. Dijimos, “hay que elaborar un plan de contingencia” y dividimos las tareas. Hicimos seis grupos y nos reunimos a la semana. Todo lo aunamos en un único documento. Cuando aparecieron los primeros cuatro casos en Uruguay ya teníamos un mapa claro de situación.

-¿Recuerda cómo fue la primera charla que tuvo con Lacalle Pou cuando se confirmaron los primeros casos?

-La verdad que no la recuerdo muy bien. Sé que le dije: “Se vino, tenemos los primeros cuatro casos”. Creo que la comunicación fue telefónica y que automáticamente de ahí salimos para el Cecoed de Durazno. No hubo tiempo prácticamente para nada.

-Si hoy mira hacia atrás, ¿qué cosa hubiera cambiado?

-Uruguay tuvo una capacidad de reacción espectacular. Fue todo muy ágil. No hubo un dormirse en los laureles. No hubo una cuestión de políticos que se toman su tiempo. En cada momento hubo que adaptarse a cada realidad. Primero fue lo de los test, después aumentar la capacidad de camas de CTI.... Un momento complicado fue cuando hubo un cuello de botella con los hisopos. Teníamos los test y no teníamos hisopos; hubo que diseñarlos y a veces importarlos. Las mascarillas N95 que habíamos pedido las embargó Colombia, eran 200.000. No sé si fue el gobierno, pero quedaron embargadas dos o tres meses. Nos tuvimos que revolver como gato entre la leña. También la ANII llamó a un concurso para respiradores nacionales: quedaron prototipos y, aunque le faltó un poco de perfeccionamiento, fue un trabajo interesante.

-Hubo algunas semanas de encierro y después el tema se empezó a politizar cuando el Frente Amplio y algunas organizaciones como el SMU hablaban de la cuarentena obligatoria. También se generaron diferencias internas en la coalición, y se señaló que usted prefería que se tomaran medidas más duras…

-La política es el arte de lo posible. Entre lo ideal, o lo supuestamente ideal, y lo posible hay un camino para andar, que es un camino de negociación y diálogo. Lo único que no se prohibió fue la circulación de personas. Recuerdo cuando Vázquez y el SMU estaban pidiendo eso. Ahí le dije al presidente Lacalle estas textuales palabras: “Si se fuera hacia una cuarentena absolutamente estricta vamos a tener un Estado policíaco, porque es la única forma de poder controlarlo”. Él lo pensó, le dio vueltas y luego lo planteó en el Consejo de Ministros. Cada uno dio su opinión y allí mismo se resolvió que se iba a ir hacia un modelo de “libertad responsable”, como lo llamó el presidente. Así, todos asumíamos que teníamos que proteger a los mayores; resolvimos que todos aquellos que tenían cierta edad, mayores de 65 años, hicieran teletrabajo; que los funcionarios públicos no trabajaran por cierto tiempo; que hubiera un subsidio de trabajo y que se suspendieran las clases por determinado tiempo. Y después se resolvió la apertura gradual, para la cual se generaron más de 200 protocolos.

-¿Pero es cierto que usted en un momento pidió medidas un poco más duras?

-Nunca planteé nada a tapa cerrada. Nunca dije: “Esto tiene que ser así”. Planteamos en cada caso cuáles eran los eventuales beneficios y cuáles podían ser los perjuicios. Creo que fue muy acertado ir hacia la libertad responsable.

-¿Cómo evalúa los reclamos de Vázquez y el SMU?

-Sin hacer referencia a otros países, se han visto las consecuencias en la salud mental por mantener una cuarentena demasiado prolongada. Fueron 17 meses en algún país vecino, lo que considero que tuvo repercusiones. El presidente fue muy claro en una cosa: todos los cuentapropistas, que trabajan por la cuenta, que no tienen un seguro de desempleo, un trabajo en una nómina salarial, y no tienen cobertura social, son los más vulnerables. Había que tenerlos en cuenta. Si hubiera habido un lockdown total hubiera sido realmente muy difícil. Lo que yo siempre estuve fue alineado con lo que proponía el GACH.

-En abril de 2021 el GACH pidió “blindar” ese mes...

-Y la gran mayoría de todo lo que recomendaron se hizo. Del 100% de las medidas, se tomaron el 90%. Incluso se suspendieron parcialmente las clases, algo de lo que yo no estaba convencido. Di una batalla en un Consejo de Ministros, pero se resolvió hacerlo. Lo único que no se hizo fue impedir la libre circulación desde la medianoche a las 6 de la mañana, prohibir la salida de los departamentos, habilitar a restaurantes solo para deliveries y reducir más el tiempo de atención al público en comercios. Eran cuatro medidas en casi 40.

-¿Ese fue el momento más difícil de la pandemia?

-Sin lugar a dudas. De abril a julio de 2021 fue muy difícil y doloroso aquí en el MSP.

-¿Pensó en renunciar?

-No, jamás. Nunca dejo una tarea por la mitad. Me voy ahora porque la tormenta pasó. En este momento tenemos dos pacientes en CTI, hace prácticamente cinco o seis semanas que hay tres fallecidos, y además cumplí con todos los objetivos que tenía: incorporamos gran cantidad de fármacos y tratamientos al sistema.

-En un momento se habló también de muertes evitables.

-Creo que es un término muy desgraciado. Se puso a la gente en una situación absolutamente de politización. Acá se salvaron miles de vidas, y ahí fueron muertes evitadas, no evitables. Se hizo la mayor campaña de la historia del Uruguay, con 9 millones de dosis de vacunas de covid, 2 millones de dosis de vacunas contra la gripe. En un tiempo récord se vacunó con una velocidad que no lo hizo ningún otro país. Logramos la inmunidad y en 60 días estábamos con más de 50% de las personas con dos dosis.

-¿Era posible obtener las vacunas antes?

-Los demás países jugaron para el show televisivo. Conseguían pequeñas cantidades para decir “trajimos la vacuna”. Argentina trajo la Sputnik y quedaron clavados. Acá estuvo el embajador de Rusia, lo recibimos con Delgado cuando vino a presentar sus cartas credenciales. Se comprometió a traer 100.000 dosis para el 31 de enero de 2021. Yo todavía las estoy esperando.

-Lo mismo pasó con el fondo Covax de la OMS...

-Eso fue un fracaso absoluto. Iban a venir las vacunas de AstraZeneca. Habíamos reservado 2.750.000 dosis a mitad de 2020. No hubo ningún fallo, los papeles están firmados por mí y fueron enviados. Pero después ocurrió que AstraZeneca tuvo una serie de efectos secundarios y muy mala prensa, entonces ahí predominaron otro tipo de consideraciones. Cuando cayó la reserva ya teníamos en marcha las negociaciones con Sinovac y Pfizer.

-En un momento se cesó en el MSP a un funcionario que mandó un mail a Pfizer diciendo que el país no estaba interesado en sus vacunas.

-Prefiero no hablar de eso. Es un muchacho joven y pagó los platos rotos. No voy a hablar de eso. Además, eso no cambió nada. ¿Qué pudo haber cambiado en cuanto a la llegada de las vacunas? ¿Habrá sido diez días?

-Diez días en una pandemia…

-Las entregas eran todas diferidas. Realmente lo que nos cambió fue la predisposición de China a dar las vacunas en cantidad suficiente. Nos mandó 1.600.000 y luego alcanzamos las 2.200.000 dosis. Después con Pfizer se hizo todo lo que fue la tercera dosis. Eso no cambió nada.

-¿Cómo sigue el plan de vacunación este año?

-El plan está en revisión constante. Lo que se recomendó es un refuerzo de la dosis, es lo que está aprobado por la Comisión Nacional de Vacunas, que se va a seguir reuniendo en el año. La quinta dosis se empezó a dar para mayores de 50 años, porque se consideró con la evidencia disponible que eran los que tenían más riesgo.

-¿Los menores de 50 años también van a ser vacunados este año?

-Eso lo tiene que decidir la comisión. Aún no es algo que esté a consideración. Sí está en marcha ya el armado del plan de vacunación para la gripe.

-¿Cómo se llevó en todos esos meses con la popularidad de su imagen siendo el ministro con mayor aceptación?

-Es una gran responsabilidad y realmente siempre tuve un deseo de superación. Quise estar a la altura de las circunstancias. Entregué lo mejor de mí físicamente, trabajando 14 horas diarias, con fines de semana complicados y pérdida de calidad de vida familiar.

-¿Cuándo le dijo al presidente que quería irse?

-Al regreso de la intentona de lograr la dirección de la OPS. Fue hace unos cinco meses y medio, aproximadamente. Se lo comuniqué a Manini y al presidente. Pero les dije: “Vamos a hacer una transición ordenada, no tengo apuro”.

-¿Los sorprendió?

-No, no creo que se haya sorprendido. El ciclo en estos tres años está cumplido. Y cumplimos con todo, estuvimos a la altura con la oposición, dimos explicaciones en las interpelaciones e hicimos un buen trabajo en equipo. Pero creo que esta etapa de mi vida ya fue.

-Dijo que no le había picado el “bicho político”.

-Lo dijo un periodista y yo lo repetí. Nunca tuve aspiraciones políticas. Yo tenía vocación de servicio, dije “como médico estoy preparado, me parece que hice los suficientes estudios como para (ser ministro)”, luego hice un plan como para ser ministro, lo presenté y bueno, creo que cumplí con ese mandato de devolverle a la sociedad algo que ella me dio.

-Se ha hablado de usted como compañero de fórmula de Manini, y también como aspirante a la IMM.

-Es que hay cosas que uno no controla. La verdad es que este (el sillón de su despacho ministerial) es un lugar bueno para un médico, en el sentido de brindar servicio. No me veo en una función de otro tipo y creo que ya los tiempos políticos míos están terminados. Es hora de que la familia tenga su tiempo. Hay tanta gente interesada en el trompo de la política que no van a faltar candidatos. Si hay algo que no va a faltar acá en Uruguay son candidatos. Parece raro que alguien no tenga interés, pero la verdad que mi vocación es médica.

-¿Va a seguir militando políticamente?

-No.

-¿Abandona Cabildo Abierto?

-No es que abandone Cabildo Abierto. Voy a trabajar y el trabajo que tendré posiblemente tenga algún tipo de inhibición.

-¿En el sector privado?

-Sí.

-¿Dónde?

-(Sonríe).

-¿En Uruguay?

-En principio en Uruguay, sí. Voy a tomar dos o tres trabajos.

-¿Va a seguir votando a Cabildo Abierto?

-Sí.

-¿Que va a hacer el martes, cuando ya no sea ministro?

-Voy a ir a medir el largo del césped de casa y voy a hacer una gráfica Excel (se ríe y muestra una foto del pasto con su celular). Y después lo voy a cortar.

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“Una libreta es una chequera en blanco”

-El año pasado hubo un récord de recursos presentados al MSP por medicamentos de alto costo...

-Nosotros incluimos 15 nuevos fármacos y así pudimos bajar los costos. Lo que pasa es que debería haber una revisión en cuanto a cuál es el nivel de efectividad de estas cosas que piden los médicos. Una libreta es una chequera en blanco, porque ningún juez dice que no. El tema es, ¿cuánto prolongamos de vida?

-Este era un argumento del FA, cuando actores de la oposición reclamaban para que se dieran más medicamentos caros...

-Pero nosotros fuimos proactivos. Analizamos el costo-efectividad de los medicamentos más reclamados. Le pedimos al FNR que los evaluara y a los que estaba realmente comprobado que servían los fuimos incorporando. Incorporamos 15 nuevos fármacos y 11 prestaciones, y 13 prestaciones que eran cubiertas le ampliamos la capacidad. Hay que tener un abordaje como hizo Brasil, donde se involucró a la SCJ.

-El FA en un momento propuso hacer cursos para jueces…

-Yo no soy quien para juzgar jueces. Pienso sí que tendrían que estar más involucrados y contar con más evidencia empírica. De pronto compramos por amparo un medicamento y son 45 días de vida; de pronto es mucho, está bien, uno se aferra a la vida, entiendo ese concepto, pero también hay que ver el costo de oportunidad.

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