Paciente en coma tras operación de rutina; madre de la víctima evalúa hacer denuncia penal

Rosario Barrera presentó un reclamo al Ministerio de Salud Pública y apunta contra la anestesista que intervino en la operación; la mutualista investiga el caso.

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Operacion de cerebro
Paciente de 41 años, sin patologías previas, quedó con agravio encefálico en una operación que tuvo por fin sacarle la vesícula.
Foto: Darwin Borrelli

Redacción El País
Rosario Barrera recuerda los detalles de esos minutos fatídicos en que no comprendía nada, pero adivinaba que su hija estaba en problemas. La escena tenía a Rosario en una sala del hospital del SMI escuchando lo que ocurría detrás de la puerta que daba a la sala de operación, a donde había entrado Soledad Barrera hacía poco más de 20 minutos para operarse de la vesícula. Era una cirugía de rutina.

“María Soledad, despertate, María Soledad, despertate”. Eso escuchaba Rosario que repetían los médicos, detrás de la puerta, y ella seguía sin entender lo que sucedía. Lo entendió, apenas, cuando de pronto vio que de la sala salieron el cirujano y la anestesista. Esta última, no se olvida más Rosario, se posicionó un paso adelante del cirujano y se frotaba las manos en gesto de nerviosidad mientras buscaba las palabras.

“¿Qué pasó, qué pasó?”, pregunté; estaba loca, hacía horas que estaba esperando, cuando la operación se suponía que debía durar 40 minutos -contó Rosario en declaraciones a El País-. Y ahí me dijeron que no habían podido quitar la vesícula porque Soledad había entrado en paro a los 25 minutos de haber comenzado. Ellos no se explicaban cómo ocurrió eso, estaban helados, y dijeron que la iban a pasar a CTI para que le hicieran estudios”.

Su hija, repite Rosario, era sana, y así lo confirmó El País con distintas fuentes de la institución: 41 años, sin complicaciones médicas o antecedentes de enfermedad, una pediatra que “se pasó la vida estudiando” y tenía “montones de planes” por delante, al decir de su madre. Y el pronóstico es muy oscuro: sobrevivió a ese paro cuya causa y duración es objeto de polémica -como ya se verá-, pero quedó con un agravio encefálico que la tiene actualmente en un estado casi vegetativo. Técnicamente, desde hace dos meses y cuatro días, se encuentra en estado de estupor: duerme y abre los ojos sin ver; solo responde a algún estímulo auditivo; recibe alimentación -que muchas veces vomita- mediante sonda que atraviesa directo la pared abdominal.

Rosario contó que la anestesista le pidió su celular, para anotar allí su número de teléfono, y que “solo” se contactara con ella desde ese momento.

Las sospechas se instalaron desde entonces, y desde entonces también el centro de salud se dividió en dos versiones generales sobre lo ocurrido: la de la familia, que coincide con el informe que elevó el médico intensivista Gonzalo Solari a la dirección técnica del centro de salud, y la que esgrime la propia anestesista.

En el medio está la postura de la mutualista, representada en esta nota por el director técnico de SMI, Roberto López, quien señaló a El País que hay una “investigación” en curso y que, mientras dure el proceso, no tendrá detalles para comentar. “Se ha tomado declaración a mucha gente, se pidió extensión de las declaraciones y todo será trasladado a los abogados”, señaló López, quien agregó: “Si es que se puede adjudicar alguna responsabilidad, se adjudicará”.

Rosario no tiene dudas de lo que pasó. Hace unos días, al cruzarse en la cafetería de la mutualista a la anestesista que intervino en esta operación, la siguió hasta el ascensor y la encaró, de una forma que la propia anestesista sintió como “violenta”.

“Le dije que por qué no se hacía cargo de las cosas, que destrozó la vida de mi hija. Me dijo que ella no había hecho nada, que no había sido problema de la anestesia y ahí culpó al cirujano. Le dije que empezara a rezar, que iba a conocer lo peor de mí”.

Porque la determinación de Rosario Barrera es ir hasta las últimas consecuencias, luego de más de dos meses en los que no tuvo respuesta, pese a que insistió por varias vías tener información clara del episodio, sin mayor respuesta de parte de las autoridades institucionales.

“Ya hicimos la denuncia ante el Ministerio de Salud Pública y voy a seguir con todo lo que se pueda para adelante. Denuncia penal, civil, todo”, advirtió.

Su abogado, Diego Bais, se limitó a declarar ante la consulta de El País que se están “analizando todos los elementos y recabando información complementaria” antes de dar los siguientes pasos, “a los efectos de dirimir responsabilidades en los ámbitos competentes”.

El paro

La clave del caso gira en torno al paro cardíaco que sufrió Soledad, qué lo desencadenó y, sobre todo, la duración que tuvo.

La versión oficial hasta el momento es que el paro no fue mayor a cuatro minutos, pero todos coinciden con que algo así no puede haber generado el daño cerebral que sufrió Soledad.

Solari, que al momento de ocurrir este suceso estaba desempeñándose como coordinador suplente del CTI y de la Unidad Neurocrítica, tiene claro que “el resultado clínico, neurológico, eléctrico e imagenológico de la paciente no se corresponde con un paro presenciado y reanimado a los dos o cuatro minutos”. Sino que, a diferencia de lo declarado por la anestesista en la historia clínica de Soledad, tiene que haber sido “prolongado”, explicó. “Para que el cerebro de una persona joven y sin patología previa, como era este caso, quede con un agravio de este tenor, el paro debe durar bastante más que cinco minutos; si hubiera sido un paro presenciado, de reanimación rápida y exitosa, por lo general, es casi como si no pasara nada en el paciente”, siguió.

La versión de la anestesista es que en las cirugías laparoscópicas, como la de este caso, ocurren “mil cosas fisiológicas” en el paciente que, a su entender, pueden explicar el daño cerebral extendido que hoy tiene Soledad. Cosas que, dijo, pueden ocurrir “concomitantemente” con el paro cardíaco.

El cirujano a cargo de esta operación también fue contactado por El País, pero no quiso hacer declaraciones.

Para Solari, en tanto, lo crucial aquí es que todos se pongan “en la posición” de Rosario, entendiendo que Soledad podría ser “la hija o hermana de cualquiera”. Y dijo sentir “vergüenza” por el trato dispensado a Rosario por la mutualista: “A mí me motiva rescatar algo de justicia para esta pobre mujer”.

“No hubo ningún tipo de omisión o equivocación”

Para la anestesista involucrada, que continúa trabajando en la institución, no hay dudas de que en esta cirugía “no hubo ningún tipo de omisión ni equivocación” que no hayan detectado los médicos en la sala. “De hecho, no hay un diagnóstico claro, y si hubiera ocurrido algún error, con los estudios de sangre, habrían saltado”, agregó.

Ante la afirmación de Solari de que faltaron datos importantes en la ficha de control y que ella los completó “tres o cuatro días después”, respondió que lo que faltaba era solo “el nombre y los datos de Soledad” y que fue “un descuido” ante la complejidad de atender un paro cardíaco.

También dijo que, ante “rumores” sobre su adicción a drogas como el fentanilo, se hizo un “examen toxicológico y un estudio de orina”, que descartó consumo de sustancias.

Carta a Director

Denuncia del médico de CTI de mutualista

El 21 de diciembre de este año, poco menos de dos meses después de la internación de Soledad Barrera, el coordinador suplente del CTI, Gonzalo Solari, envió una carta al director técnico de la mutualista, Roberto López, para manifestarle su “inquietud” sobre cómo había actuado la institución hasta ese momento respecto a este caso.

Allí, Solari escribió a López que los “hechos, por demás objetivos” del estado de la paciente cuando ingresó a CTI, “no concuerdan con el relato de una reanimación inmediata y exitosa”, tal como refirieron la anestesista y el cirujano. Un paro que fue descripto como de “cuatro minutos, cambiando luego la versión a dos minutos”.

En la misiva, a la que accedió El País, Solari sostiene además que es necesaria una “investigación seria” y que desacreditaba una “auditoría realizada con el personal de sala de operaciones, incluyendo cirujano y anestesista”, que arrojó que no hubo irregularidades. “Esta respuesta, además de totalmente contradictoria con las versiones que circulaban, no satisface en absoluto una mínima explicación del infausto desenlace”, criticó el intensivista.

A su vez, Solari indicó que “los controles de monitorización de la planilla de anestesia aparecieron escritos en la misma días después. Esto -cuestionó-, además de la adulteración de un documento médico-legal, implica una intromisión inaceptable en la unidad que quien habla tenía a cargo”. Y agregó: “Inevitablemente, la pregunta que surge es, si todo estaba tan correctamente establecido y no había nada que ocultar, ¿por qué alguien falsifica días posteriores los controles que faltaban?”.

Para concluir, luego de recordar la condición de “sana” que tenía la paciente antes de ser ingresada y el dolor de su madre “ante la falta de respuestas a sus demandas sobre lo ocurrido y ante la irreversibilidad de haber perdido a su segunda hija”, Solari manifestó: “Personalmente, considero insoportable desde el punto de vista humano, moral y ético asistir a esta situación, callando lo que pienso”.

La respuesta le llegó el 26 de diciembre. Entre otras cosas, López contestó que la investigación está en proceso y que “sugerir lo contrario implicaría un agravio a esta Dirección y que Solari podía aportar “a la brevedad y por escrito los elementos de juicio de los que disponga así como el origen de los mismos y las probanzas que los sustenten" para respaldar "los restantes aspectos que siguiere en su nota".

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