ENTREVISTA
El coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario, el bioquímico Rafael Radi, cree que hay que dejar atrás el concepto de “quedate en casa”, que tanto se usó al inicio de la pandemia.
El Grupo Asesor Honorario Científico (GACH) enfrenta dilemas difíciles por estas semanas. Primero se pronunció sobre el turismo y la apertura de fronteras; ahora trabaja las fiestas de fin de año y el verano que, aun sin turismo externo, implicará un desafío importante.
En esta etapa se deja el concepto de “protocolo” y se pasa al de “guía”, que es “más dinámico y flexible”, dice el coordinador del grupo, Rafael Radi. Sin embargo, es “fundamental que la ciudadanía se apodere de esas guías”, dice Radi. De cómo transcurra diciembre y enero dependerán el Carnaval, la presencialidad escolar en 2021 y los demás pasos que se reclaman con ansias.
-La del jueves fue anunciada como una conferencia “determinante”. ¿Por qué?
-Porque existe una ventana de oportunidad de mantener la situación bajo control. Capaz que si tenemos la misma charla en un mes, llegábamos tarde. La idea era decir que se ha prendido una luz amarilla, qué significa y dónde están los riesgos. Cuando pasás la capacidad de rastreo, la progresión no es lineal: es mucho más rápida. Es el principio de la pérdida del control epidemiológico.
-En Alemania decretaron cuarentena porque se perdió “el hilo epidemiológico”.
-Claro. Hoy tienen cerca del 70% de los casos que no saben de dónde vienen.
-Nosotros tenemos un 15%.
-Sí, y se ha mantenido constante. Pero eso está desafiado: hay que ver si se mantiene en 15% o empieza a crecer. Ahí la luz amarilla sería más amarilla. Ese dato lo estamos mirando con mucha atención. Por ahora sigue siendo un 15%.
-¿Qué porcentaje obligaría a ir a una cuarentena?
-En general, si uno mira la escala Harvard, los confinamientos se empiezan a plantear en la zona naranja y roja. Dependiendo de cada país y de la capacidad de rastreo que tenga, puede representar números distintos. Si tenés una capacidad de rastreo muy robusta, capaz te podés bancar 200, 300 casos diarios sin perder el hilo.
-¿O sea que lo determinante no es tanto la cantidad de casos sino la capacidad de rastreo?
-Son las dos cosas, y también el porcentaje de tests positivos. Y la tendencia general. Cuando vos tenés que el número de casos sin nexo creció mucho -supera el 30% o 40%-; cuando el número de casos diarios avanza por encima de las tres cifras -200, 300-; y el porcentaje de positivos supera la barrera del 4% o 5% -lo cual indica que algunos casos se te están escapando-; bueno, ahí podés decir ‘utilizo el eje de regulación’, y hasta dónde. Podés tomar medidas intermedias antes de llegar a las severas, que son muy, muy disruptivas. Entonces, la conferencia era para que se entendiera que el margen no es muy grande. Nosotros tenemos capacidad de rastreo hasta tres cifras, ya lo ha dicho Fernando Paganini. De 100 para arriba se empieza a complicar.
-El pediatra y miembro del grupo asesor, Álvaro Galiana, dijo la semana pasada que se venían 100 casos diarios.
-Fue una proyección de él, como una alerta. Eso puede ocurrir al perder el nexo o si aparecen múltiples brotes, que no está pasando. Es probable que los números mejoren.
-¿Por qué?
-Nosotros estamos aspirando a los 30 y tantos, que es lo que nos volvería a poner en zona verde. Estamos usando la escala más estricta, que es la de Harvard. Pero no es fácil mantenernos en los 30, o 20 y pico, pensando en lo que se viene del ingreso de uruguayos residentes, las fiestas, las vacaciones. Hay que disminuir el número de contactos; disminuir un poco la interacción social.
-En estos meses se han mejorado mucho los tratamientos, al punto que pese a los récord de infecciones, las muertes siguen estables a nivel mundial. ¿Hay un punto donde las medidas de control pueden ser más “caras” para la sociedad que el daño que genera el propio virus?
-Ahí hay un debate muy fuerte a nivel internacional y miradas críticas del abordaje tan intenso que se hizo y casi centrado en el COVID-19. Nosotros desde el grupo estamos tratando de alertar que la mitigación del riesgo debe ir de la mano con el resto de las actividades de la vida y desde una óptica superadora del concepto ‘quedate en casa’. Creemos que ese concepto está superado hoy en Uruguay; ese concepto solo, así, es un camino sin salida, que genera no solamente un gran daño económico sino también un daño psicológico. Muchas veces las medidas de mitigación resaltan la parte positiva, y la parte negativa queda un poco escondida. Por eso alentamos a balancear el control de la propagación con alguna oportunidad de expansión y calidad de vida. Está instalado el concepto de fatiga de la pandemia, que es más intensa en los países que tuvieron confinamiento estricto -basta hablar con amigos argentinos o españoles, gente muy estable que la está pasando muy mal. La OMS hizo un documento sobre esto. Lo primero que hay que hacer es reconocer que hay una tendencia a aflojar. Esto no solo pasa con la pandemia, pasa cuando le proponés a la población hacer una campaña antitabaco o alimentación saludable. Tiene un empuje inicial muy bueno y luego a los seis meses hay un retroceso.
-¿Cómo se maneja?
-Expandiendo los espacios públicos, generando guías, entendiendo cómo gestionar el riesgo, y generando la alianza necesaria con la población: que la gente entienda que es parte de la solución y que no se le está imponiendo, porque si no se reacciona con la actitud opuesta. La estrategia de contención implica testeo, rastreo y aislamiento. Las dos primeras capacidades fueron aumentadas en Uruguay; la tercera es correcta pero sabemos que no hay una adhesión al 100%.
-¿Debería reforzarse el control de las cuarentenas?
-Es complejo. Hay que pensar formas que sean muy respetuosas de los derechos humanos.
-¿Hay buenos ejemplos en el mundo de cómo lograrlo sin caer en una cuestión policíaca?
-No. Hay países de corte autoritario que le ponen a la gente pulseras. Yo he visto que algún operador turístico lo ha planteado para Uruguay. Es una situación muy incómoda. Yo creo en la combinación del llamado telefónico, la tecnología de los celulares, posibles visitas a domicilio y multas. No se puede aspirar a una adhesión 100% en un régimen democrático, a menos que la gente lo haga.
-¿Es realista luego de ocho meses creer que los jóvenes se van a quedar encerrados?
-No va a ocurrir.
-¿No habría que ofrecer alternativas para que puedan tener una interacción saludable?
-Bueno, lo que la OMS está diciendo es: hay que ofrecer algo. Si no, es un callejón sin salida y lo que sale del ser humano es rebeldía. Tú no tenés que comprometer mucha calidad de vida por reducir un poco el número de contactos. De repente, en vez de hacer cuatro asados o despedidas de fin de año, hacés una. Porque si llega a aparecer algún caso, ya sabemos quiénes nos vimos. Capaz no vi a 100, capaz vi a 20, pero seguí viendo amigos. Nosotros hemos insistido mucho al gobierno en que hay que trabajar en lo comunicacional y sobre estratos de edad específicos. El discurso de una autoridad de gobierno, ¿le llega a un muchacho de 15 años? Si hablamos para los que ya están convencidos, el efecto es nulo. Hay algunas experiencias internacionales de que los pares generacionales puedan ser portavoces de un mensaje de ‘podemos no perder calidad de vida, podemos divertirnos, pero no tenemos por qué compartir la cerveza o el mate’. De repente con pequeños ajustes logramos un gran impacto sin comprometer calidad de vida.
-¿Y las fiestas? El gobierno ha sido tajante al calificarlas de ‘clandestinas’.
-Es un gran problema. Una estrategia en Europa, antes del desmadre, fue hacer reuniones al aire libre con protocolos (ahí sí vale la pena) y con un necesario acoplamiento entre organizadores y autoridades.
-¿Fiestas nocturnas al aire libre podría ser?
-Es complicado, son situaciones límite. Ahora, ¿es preferible una fiesta hecha en equis lugar descontrolada, o una fiesta protocolizada, con un dueño de local preocupado? Es mucho mejor lo segundo. Lo que sí hay que pensar es que si antes hacía una fiesta de cuatro horas, capaz ahora hago una de dos, y seguramente el riesgo de contagio es la mitad. De repente hay que pensar en reuniones más breves, con mayor uso de espacios abiertos, y experimentar: en este tema de la transición, hasta que no hacés “el experimento”, no sabés el resultado.
Sobre las fiestas de Navidad, celebraciones y verano seguro
-¿Cuánta gente y por cuánto tiempo aconsejaría convocar a una reunión de Navidad o fin de año?
-Depende del espacio que tengas. En una casa de un tamaño mediano difícilmente, si es adentro, pueda haber más de dos o tres familias. Hablamos de 10, 12 personas, no más. Es orientativo; esto siempre que el espacio esté bien ventilado y que la reunión sea relativamente corta. Y si hay algún veterano, que use tapabocas. Hay que pensar en mantener siempre la distancia. Un criterio razonable sería este año llevar todo a la mitad: si antes se reunían 20, que ahora sean 10. Los tiempos de exposición y la ventilación son fundamentales, y el uso de tapabocas en lugares cerrados donde no se pueda mantener distancia.
-En la conferencia le preguntaron cuándo se puede considerar aglomeración, y respondió que dependía de diversas variables (distancia, tiempo, lugar abierto o cerrado) pero prefiere no dar un número. ¿Por qué? ¿No sería mejor apelar a indicaciones más concretas?
-Es una posibilidad. Esto no está resuelto a nivel internacional. Hay algunos criterios: en Facultad de Medicina, por ejemplo, aun en salones grandes no nos reunimos más de 30 personas. Porque si entramos 80 y hay un caso, se complica. Escenarios de 100 personas, para mí, son el límite superior.
-¿Cómo se compatibiliza eso con una marcha a la que van miles?
-Y bueno, es un problema. Idealmente, deberían ir en grupos de 100, separados. Si pensás por ejemplo en un desfile de Carnaval, con gente muy cerca, cantando y gritando, ahí pese a que sea al aire libre, las gotículas llegan. Lo mismo con la vuelta al fútbol. Nosotros hemos planteado que se haga en núcleos pequeños de amigos o familiares, y que el otro núcleo esté separado unos seis metros. Un aforo parcial, con pequeñas burbujas, e ir experimentando. Eso va a ir creciendo si la situación se mantiene.
-Anunciaron una guía para un verano seguro: ¿qué es lo que puede regularse?
-Estamos trabajando en eso, entonces no quiero adelantar demasiado. Pero los contagios que van a ocurrir en la playa no van a ser por nadar o salir a caminar o jugar un partidito de cabeza dos contra dos; los contagios se van a producir por la interacción social. Entonces, la idea es que los núcleos sean lo más chicos posibles. Si es un grupo familiar, no hay problema. Si son amigos, que sean los mismos amigos que voy a ver esa noche. Sería razonable que la gente pusiera la sombrilla a cinco, seis o siete metros de la otra sombrilla, de forma de generar pequeñas zonas protegidas seguras.
-¿Pero será una recomendación o algo normativo?
-Nosotros vamos a presentar una pauta general que la gente pueda utilizar con libertad y razonabilidad. Luego, si habrá control del Estado que facilite, eso queda en manos de las autoridades.