Récord de suicidio masculino en 2019: cada 15 horas un hombre se quitó la vida en Uruguay

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Suicidio. Foto: Archivo El País

PREOCUPACIÓN POR CIFRAS

Cada 15 horas, un hombre se quitó la vida en Uruguay. La cifra supera al registro de la crisis del año 2002 y supone un nuevo récord en la tasa de suicidio masculino.

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"Amor de mi vida: Hoy es el peor día que me ha tocado vivir. Nada me había golpeado tanto como que ya no podamos estar juntos. Definitivamente lo que voy a hacer está muy mal, lo sé, eso lo entiendo, pero es lo que necesito”.

Los hombres no lloran, mucho menos expresan sus sentimientos. En una nota de más de una carilla, unos minutos antes de morir, un joven uruguayo de 22 años tiró por la borda todo prejuicio. Pero, para entonces, era demasiado tarde.

Algo pasa con los uruguayos -algo que ni los entendidos logran desentrañar del todo- que el suicidio ocurre con mayor frecuencia que en el resto de América. Y algo ocurre, en particular, con los varones uruguayos. El año pasado hubo un récord de tasa de suicidios masculinos: 33,7 autoeliminaciones cada 100.000 hombres.

Ni la crisis de 2002 -el paradigma del suicidio contemporáneo- registra una cifra tan elevada. Pero el error, dice el sociólogo Pablo Hein, es asociar “de manera lineal el aumento de suicidios a una coyuntura económica”.

Porque las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud evidencian que, desde hace un lustro, los suicidios consumados en el país promedian a dos o más por día.

“Por como soy, no voy a poder verte jamás con otro hombre, sabés que siempre me dolió saber de tu relaciones con otras personas aunque las escuchara sin problemas y de verdad no quiero algún día cruzarte en la calle y que estés tomada de la mano con alguien más que no soy yo”.

En su despedida, el joven de 22 años evidenciaba, sin proponérselo, el motivo por el que en Uruguay los hombres se suicidaron el año pasado cuatro veces más que las mujeres (574 a 149). “Es peor perder una novia que un novio, porque se pone en juego el ideal de macho”, explica Hein. “Las mujeres tienen más condicionantes para consumar el suicidio: piden más ayuda, son más solidarias las unas con las otras, sienten mayor responsabilidad por su familia…”.

Pero, otra vez, el sociólogo que integra por la Universidad de la República el grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida, prefiere ver el fenómeno global: “en Uruguay nos hemos (mal) acostumbrados a que, cada unos diez años, aumentan los suicidios de a centenas: en los años 90 eran los 500, a principios de los 2000 eran los 600, y ahora están siendo los 700”.

La pandemia por COVID-19 marca un interrogante en cómo seguirá la tendencia. En el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, se han incrementado los suicidios consumados. En Uruguay, los datos preliminares del Ministerio del Interior muestran una baja al comienzo y una subida luego.

Hein explica que, con el correr de los años, en Uruguay se mantienen algunas lógicas. Una de las más “inquietantes”, dice, es que los departamentos del este (Rocha, Maldonado, Lavalleja) tienen tasas de suicidio por encima de la media.

Según Hein, “un problema de Uruguay es la psiquiatrización del suicidio: se piensa que alcanza con las instituciones sanitarias para solucionarlo todo, y la prueba está que en el País Vasco y en Galicia han podido bajar sus tasas hablando del tema, incorporándolo en la educación”. Porque, según el sociólogo, “los suicidas no son todos locos. Hay momentos en que acontece una interrogante y no todos resolvemos igual esas interrogantes”.

Como redactó en su carta el joven, citado en una investigación de Víctor Hugo González y Jimena Pandolfi, “sentía que perdía autocontrol y no solo me pasaba conmigo sino que con todo lo que me rodeaba”.

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