EL LENTO CAMINO A LA TRANQUILIDAD
El “efecto vacuna” se evidencia en la reducción de las muertes: la letalidad pasó del 14,30% en los no vacunados a 3,91% en la población vacunada.
La enfermedad del COVID-19 se ha ensañado con los más adultos. Cuando no existían las vacunas y el virus circulaba sin limitaciones, los jóvenes de 22 años tenían 190 veces menos chances de morir por esta infección que las personas de 72 años. Y en ese contexto los residenciales de adultos mayores -que concentran a la población de más riesgo reunida bajo un mismo techo- eran el talón de Aquiles. Un día eso cambió.
A mediados de marzo, cuando la variante P1 empezó a imponerse en Uruguay y se dispararon los contagios, había más de 200 brotes activos del COVID-19 en residenciales. Casi en simultáneo inició la campaña de vacunación (el 93% de los residentes ya está inmunizado) y los brotes activos se desplomaron a menos de la mitad.
Pero como han insistido los integrantes de la comisión asesora en vacunas, el objetivo principal de la inmunización es la reducción de las hospitalizaciones y las muertes. En ese sentido, y a juzgar por las estadísticas del Ministerio de Salud Pública (MSP) a las que accedió El País, el “efecto vacuna” en los residenciales ha sido contundente: la letalidad pasó del 14,30% en los no vacunados a 3,91% en la población vacunada. O, dicho más sencillo, una de cada seis muertes con COVID-19 en Uruguay, al término del año pasado, era de un residente. Y ahora está por debajo de una cada diez.
“Era una consecuencia obvia: las vacunas empezaron a hacer el efecto esperable y hay que sumarle la reducción de la probabilidad de contagiarse”, explicó la matemática María Inés Fariello, exintegrante de grupo de científicos que asesoraba al gobierno (GACH).
Eso que se observa en detalle en los residenciales -como si fuera la prueba de un ensayo clínico en la vida misma- empezó a notarse en toda la sociedad: hay ocho departamentos que dejaron la máxima zona de riesgo epidemiológico, las camas de CTI ocupadas por pacientes COVID se redujeron a la mitad en menos de un mes y también bajaron los fallecimientos por esta causa.
Pese a haberse acabado el trabajo de asesoramiento constante del GACH, el matemático Ernesto Mordecki, quien era el coordinador principal del equipo de Modelos y Proyecciones, sigue publicando cada noche las estadísticas actualizadas. Casi cualquiera de sus gráficos confirma la tendencia. Pero hay uno en particular que el MSP considera fundamental: la movilidad aumenta y, contrariamente a lo que ocurría previo a la inmunización, los nuevos contagios que genera cada infectado van a la baja.
El gráfico de Mordecki muestra que hasta mitad de junio el promedio en siete días del número de reproducción (el famoso R que indica cuántos contagiados nuevos genera cada contagiado) sigue a la par del índice de movilidad observado en la ventana de dos semanas. Pero a partir de entonces hay un desacople: la movilidad sube y los casos bajan. La gente sale más de sus casas, va al trabajo a recrearse, pero la pandemia parece contraerse.
Para Fariello no hay dudas: “es el efecto de las vacunas y de las personas que se inmunizaron naturalmente”. En este sentido, dice, “estamos yendo hacia una zona de control, pero todavía la circulación comunitaria es relativamente alta y existen amenazas: la variante Delta y nuevas mutaciones que podrían producirse”.
En verano, previo a la llegada de la variante P1, los científicos estimaban que Uruguay era capaz de mantener la epidemia bajo control cuando los nuevos casos de infectados diarios no superaban los 200 y cuando la cantidad de test positivos, sobre el total de exámenes realizados, no sobrepasaba el 5%. Como ahora se desconoce con exactitud qué cantidad de rastreadores tiene el MSP, “es difícil estimar la zona de control exacta, pero el concepto es el mismo: habría que volver al momento de más baja transmisión comunitaria y en que pueda hacerse rastreo de los contagios”, explica Fariello.
Por ahora, complementa el epidemiólogo Juan Gil, se observa que el escenario en Uruguay es similar al que se veía a comienzos de marzo de 2021. Es decir: “la situación es todavía inestable. Gracias a la vacunación puede pensarse en una mayor apertura de aquellas actividades que tienen un protocolo sanitario, pero en lo individual hay que cuidarse como si no se estuviese inmunizado”.
Evolución
3 de marzo de 2021. Todavía no se había hallado la P1 en Uruguay: a escala país se estaba en zona naranja.
3 de mayo de 2021. Uruguay en rojo: la ocupación en CTI con COVID superaba las 500 camas y 60 muertos al día.
3 de julio de 2021. El efecto vacuna empieza a colorear el mapa: el promedio país, igual, sigue en zona roja.
Sinovac frena 95% de muertes
El Ministerio de Salud Pública (MSP) publicó ayer un nuevo informe acerca de la efectividad que están teniendo las vacunas contra el COVID-19 en Uruguay. Según los nuevos datos, los números para Pfizer aumentaron en la prevención de casos graves y esa vacuna ahora evita el 97,8% de los ingresos a cuidados intensivos y el 96,2% de los fallecimientos.
En la efectividad para reducir la enfermedad, la vacuna tuvo un leve descenso y pasó de marcar 79,7% en el último informe a 78%.
En el caso de la vacuna de Sinovac, todos los números de efectividad han descendido desde el último informe publicado por el MSP el 8 de junio. Los nuevos datos ahora arrojaron que la vacuna china previene el 59,9% de las infecciones, el 90,9% de los ingresos a CTI y el 94,6% de las muertes.
A pesar de que los resultados para prevenir casos graves tanto en Pfizer como en Sinovac aún son muy buenos, ambas vacunas bajaron algunos puntos en su efectividad para prevenir la infección. En este sentido, la llegada de la variante Delta, que presenta una transmisibilidad mayor que la P1, podría quizá perjudicar la situación sanitaria y generar un aumento en los números que reflejan los contagios diarios.
Para el nuevo informe publicado ayer, se incluyó por primera vez a la población de entre 70 y 79 años que fueron vacunados con Pfizer. En las investigaciones anteriores esa franja no había cumplido el tiempo necesario para la inmunización completa y por eso no se la había incluido en el estudio del MSP.
La duda Delta
La vacunación en residenciales evitó que la variante P1 hiciera estragos. De hecho, aumentaron los contagios de los más jóvenes. Ante la circulación mundial de la variante Delta, el epidemiólogo Juan Gil enfatiza que “la población está en otro escenario, con más inmunizados” y aunque aún no está toda la evidencia sobre cuánto las vacunan previenen la infección de Delta, “todo hace pensar que el impacto será menor que con la P1”.